Isabel debería volver a la Casa Rosada (y el peronismo, dejar de negar la historia)

La primera mujer en ejercer la presidencia de la Nación es víctima del olvido y del destrato de los propios peronistas producto de una mala lectura de los hechos

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El busto de Isabel Perón fue encargado en 2007 pero aún no fue colocado
El busto de Isabel Perón fue encargado en 2007 pero aún no fue colocado

De acuerdo a una información reciente, el busto de la primera presidente argentina, María Estela “Isabel” Martínez Cartas de Perón ya está en el Museo de la Casa Rosada. Según publicó Claudia Peiró en Infobae, la escultura anduvo perdida desde que Enrique Savio talló la pieza en mármol de Carrara -que la representa peinada al estilo Evita y de uniforme militar-. El informe agrega que el presidente Néstor Kircher encargó los bustos de sus antecesores Héctor J. Cámpora, Isabel y Raúl Alfonsín. El de Don Raúl fue entronizado por Cristina Fernández, en una emotiva ceremonia cuando ya estaba muy enfermo, y de la que tuve el honor de participar. Pero el de Isabelita quedó en el camino sin que hubiera una prohibición explícita.

Por esa época se inició en un juzgado mendocino el procedimiento para reclamar la extradición de la viuda de Perón por presunta culpabilidad en los crímenes de la Triple A, cometidos durante su gobierno (1974-1976). La justicia argentina había reabierto las causas por lesa humanidad y pasado por alto la ley aprobada en mayo de 1983, que la liberaba de posibles cargos. Como la Audiencia Nacional de España la amparó, Isabel quedó libre. No regresó, y se encerró más que antes en un estratégico silencio.

La primera presidente argentina es quizás la menos valorada dentro de la segunda línea de dirigentes que contribuyó a consolidar el liderazgo político de Perón y a proyectarlo en la historia. Isabel, según el nombre que adoptó en su juventud, acompañó a su marido en la fórmula presidencial que triunfó en los comicios de septiembre de 1973 con el 61% de los votos, y lo sucedió en el cargo nueve meses después cuando falleció. Fue derrocada por un golpe militar que inauguró la dictadura más implacable de la historia de nuestro siglo XX, y que la tuvo prisionera durante cinco años. Sin embargo, como se dijo, no ingresó en la galería de honor de la Casa Rosada a pesar de que los presidentes de su mismo signo político gobernaron largos años. Esta ausencia asombra aún más, cuando estamos viviendo tiempos de variadas formas de reivindicación de la mujer, rescatada del olvido por obra de la historiografía, la literatura, el cine y los medios (incluido el Salón de las Mujeres de la Casa de Rosada). Es más: recientemente, un sátira teatral llevó su recuerdo a los teatros porteños con notable éxito, como si a través del grotesco se diera una mejor posibilidad de acercarse al personaje y a su memoria. La pregunta que surge es: ¿por qué Isabel Perón resulta acreedora a tanto olvido y destrato mientras Perón y Eva Duarte ocupan el sitio de honor en el relato peronista?

Portada del libro de María Sáenz Quesada sobre Isabel Perón
Portada del libro de María Sáenz Quesada sobre Isabel Perón

Isabel Perón cometió los errores previsibles en quien no tenía formación intelectual ni capacidad de conducción política a la altura de los acontecimientos y en un sistema fuertemente presidencialista (también debe admitirse que la dramática coyuntura argentina de los años 1970 era prácticamente ingobernable, con el agravante de la economía internacional). Mujer de apariencia frágil, resistió a pie firme el intento de golpe militar de una facción de la Fuerza Aérea, en diciembre de 1975, y rechazó la posibilidad de renunciar aunque esto hubiese aliviado las tensiones y tal vez evitado el golpe. Estaba convencida de su derecho a heredar el liderazgo del marido y tal convicción la sostuvo.

No obstante, antes de que la derrocaran en la medianoche del 24 de marzo de 1976, su gobierno había fracasado destrozado por factores internos. Dichos factores provenían de dos vertientes. Uno de ellos era la escalada de violencia en la que derivó la interna peronista, la lucha a muerte entre el ala extremista de izquierda y la de extrema derecha del movimiento. Los asesinatos de unos y otros se sucedieron incluso en vida de Perón. Ya en la presidencia de Isabel, Montoneros se permitió pasar a la clandestinidad y aumentar sus acciones terroristas. Fue en junio de 1975 cuando se produjo la otra catástrofe, consecuencia del Rodrigazo, la maxidevaluación en que concluyó el Pacto social firmado en 1973 por la CGT, la CGE y los empresarios: la huelga general que le torció al brazo a la Presidente. Todo esto sugiere que es una falacia pretender todavía hoy que sólo el peronismo puede gobernar el país, como pretenden tantos intelectuales, economistas y politólogos laureados.

Tal vez en esa feroz interna se encuentre el secreto de la negación de los dos años en que gobernó Isabel. Suponer que ella y José López Rega obligaron a un Perón debilitado por la enfermedad a elegirla para integrar la fórmula presidencial, luego de la renuncia de Cámpora y Vicente Solano Lima, es una versión interesada. Los médicos personales del presidente, los doctores Carlos A. Seara y Pedro Cossio, la desmintieron en un valioso libro testimonial. Perón estaba lúcido, quiso gobernar solo, a su modo, y lamentablemente se equivocó.

Gobernar la Argentina no es tarea fácil ni es tarea exclusiva de una agrupación política ni de un liderazgo iluminado. En el siglo XIX costó mucho entenderlo hasta llegar a un aceptable consenso que nos permitió crecer. A fines del siglo XX, luego de una serie de golpes militares, pareció que se presentaba una nueva oportunidad. En 2020 el escenario mundial y no sólo la pandemia exigen de la dirigencia argentina más consensos y menos chicanas. Pareciera que a muchos dirigentes les cuesta entender que la República es de todos, no de unos o de otros. Tal vez la presencia de Isabel Perón en la galería de los bustos ayude a recuperar una parte de nuestra historia negada y que esto constituya un principio de racionalidad, condición necesaria para encontrarle soluciones al “problema argentino”.

La autora es historiadora y publicó, entre otros libros, “La primera presidente. Isabel Perón, una mujer en la tormenta” (Sudamericana)