La industria, clave para el desarrollo en el siglo XXI

En el Día de la Industria hay que reconocer a los y las industriales, quienes sobrevivieron a las peores coyunturas y políticas adversas y quienes siguen apostando por la inversión, la generación de empleo y el desarrollo

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En Argentina, el sector es, por lejos, el que más contribuye a la innovación, algo fundamental para el desarrollo
En Argentina, el sector es, por lejos, el que más contribuye a la innovación, algo fundamental para el desarrollo

En los últimos años volvió al debate público una pregunta repetida en varios momentos de la historia: ¿necesitamos una industria nacional?

Hemos leído y escuchado muchas cosas. Que hablar de industria huele a óxido, a un pasado lejano. Durante cierto tiempo, el crecimiento del sector terciario, fenómeno experimentado a nivel mundial, llevó a postular el fin de la era industrial. De allí surgieron nuevas prescripciones de política, muy difundidas en América Latina, según las cuales la mejor política industrial era no tener ninguna política industrial.

Sin embargo, la situación, en el mundo y en nuestro país, es bastante más compleja y son numerosas las razones por las cuales Argentina necesita de la industria en el siglo XXI. En primer lugar, si bien es cierto que el sector manufacturero –tanto aquí como en buena parte del mundo– ha ido perdiendo a manos de los servicios la centralidad en materia de generación de empleo, la realidad es que el desarrollo tecnológico y la innovación a nivel global siguen dándose predominantemente en la industria.

De acuerdo a la OCDE, el 73% de la I+D empresarial mundial la explican las empresas industriales, donde países como Corea del Sur, Alemania, Japón y China alcanzan niveles entre el 85% y el 90%. En Argentina, el 56% de la I+D empresarial lo explica la industria, lo cual muestra que el sector es, por lejos, el que más contribuye a la innovación, algo fundamental para el desarrollo.

Si bien es cierto que el sector manufacturero –tanto aquí como en buena parte del mundo– ha ido perdiendo a manos de los servicios la centralidad en materia de generación de empleo, la realidad es que el desarrollo tecnológico y la innovación a nivel global siguen dándose predominantemente en la industria

En segundo lugar, la industria nacional realiza un aporte fundamental al empleo de calidad y a la movilidad social ascendente, con más de 1 millón de puestos de trabajo que explican casi el 20% del total del empleo asalariado formal del sector privado. Lamentablemente, producto de errores macroeconómicos y de la carencia de una mirada industrial, durante el gobierno de Macri estos indicadores se deterioraron: se destruyeron 168 mil empleos de calidad, el poder adquisitivo de sus trabajadores cayó 16% y la informalidad laboral en el sector pasó del 28% al 31%. Peor aún, se destruyeron capacidades productivas: cerraron 5.500 PyMEs industriales.

La industria es también fundamental para el desarrollo territorial. Ciudades con importantes polos industriales, como Zárate-Campana, San Nicolás, Puerto Madryn, Rafaela-Sunchales o Arroyito, presentan mayores niveles de formalidad y salarios que localidades con baja densidad industrial.

También resulta clave ver a la industria como un factor fundamental para mejorar nuestro balance de divisas. Las crisis argentinas se producen por la falta de dólares, y eso se asocia a que exportamos menos de lo necesario y a que importamos bienes que podrían producirse en nuestro país. Si bien Argentina tiene un claro déficit comercial estructural en manufacturas, eso no se produce porque nos sobre industria, sino debido a todo lo contrario. Sin industria, nuestro déficit comercial sería mayor y, por lo tanto, seríamos más proclives a las crisis. La experiencia nos muestra que cuando se daña y se descuida a la industria, se agrava el déficit comercial y ello desemboca en devaluaciones que empobrecen a la gran mayoría de los argentinos y destruyen a parte de la clase media.

En Argentina, el 56% de la I+D empresarial lo explica la industria, según la OCDE (EFE/Woo He/Archivo)
En Argentina, el 56% de la I+D empresarial lo explica la industria, según la OCDE (EFE/Woo He/Archivo)

Todas estas razones explican por qué desde el Ministerio de Desarrollo Productivo creemos que ningún sector productivo sobra (como sí lo creía el gobierno anterior, con su prejuicio antiindustrial y cierta mirada proclive a la eutanasia productiva) y que la industria, así como el agro, la minería, los hidrocarburos, la construcción, el turismo y los servicios basados en el conocimiento, tienen un rol estratégico en el desarrollo argentino.

La industria es, para nosotros, una prioridad. Y esto no es un capricho ni un resabio de los años ’60: hoy todos los países desarrollados implementan políticas de desarrollo productivo con fuerte eje en la industria. En la última década se han implementado políticas como Manufacturing USA, el Made in China 2025, Digital New Deal y el Green New Deal de Corea del Sur, New Industrial Strategy de Reino Unido, el Impresa 4.0 de Italia, Industrie Value Chain (Japón), Next Wave of Manufacturing (Australia), Make in India (India), Industria Conectada (España), y muchas otras. Lejos del pasado, industria es presente y futuro. Por supuesto, es una industria diferente a la del siglo XX, que presenta nuevos desafíos, y eso refuerza aún más la necesidad de una política industrial.

La industria nacional realiza un aporte fundamental al empleo de calidad y a la movilidad social ascendente, con más de 1 millón de puestos de trabajo que explican casi el 20% del total del empleo asalariado formal del sector privado

La industria ha sido el sector que más hemos apoyado en esta dura crisis del COVID19: las firmas industriales recibieron el 22% del total de salarios complementarios pagados por el Estado a través del ATP y 31% de los créditos a tasas preferenciales y garantía estatal que se pusieron en marcha para asistir a las MIPYMES.

La pandemia aún no está resuelta, pero la producción industrial ha mejorado sensiblemente y ya se parece a la de los niveles previos a la pandemia. En esta crisis, la industria asumió nuevos desafíos: fue pionera en aplicar eficazmente protocolos para prevenir la propagación del virus y produjo respiradores, barbijos, testeos, indumentaria médica y soluciones tecnológicas con una eficiencia y rapidez que nos llena de orgullo.

Mientras convivimos con esta dura crisis y administramos paquetes de ayuda en los que llevamos invertidos 5,25% del PIB, vamos delineando la salida, y la industria y la política industrial serán protagonistas de la etapa que viene.

Dos elementos son centrales para el desarrollo productivo: innovación y complementariedad. La primera hace referencia a la necesidad de innovar y modernizar el tejido productivo. La segunda, a fortalecer los entramados y el desarrollo de las cadenas de proveedores, diversificando la producción, incorporando más PYMES y regiones y fortaleciendo ambientes proclives a la complementación y la innovación.

La experiencia nos muestra que cuando se daña y se descuida a la industria, se agrava el déficit comercial y ello desemboca en devaluaciones que empobrecen a la gran mayoría de los argentinos y destruyen a parte de la clase media

De allí se desprenden estrategias horizontales y sectoriales. Entre las primeras, destacan las herramientas para masificar el financiamiento y reducir su costo y barreras de acceso, y la mejora de la productividad y, las nuevas estrategias industriales 4.0, digitalización, automatización y esta nueva agenda industrial del siglo XXI. En segundo lugar, las herramientas sectoriales procuran estimular más activamente el cambio estructural, generando nuevos sectores de actividad, con mayor componente innovativo, exportador y desarrollo regional. Agregamos también un capítulo central que es la nueva industrialización verde, apostando por tecnologías compatibles con el cuidado del ambiente y la mejora en la vida urbana, donde destacamos nuestra apuesta por la movilidad sustentable de fabricación nacional y las energías renovables con tecnología argentina.

La política industrial del siglo XXI es mucho más federal, innovativa y exportadora que la del pasado. Incorpora nuevos desafíos, como la agenda de género, donde debemos corregir el alto grado de masculinización de la industria (75% de sus trabajadores son varones) y donde las brechas salariales de género son más altas que en el promedio de la economía. Asimismo, solo el 11% de quienes dirigen las empresas industriales son mujeres, y esa cifra es apenas 5% en las grandes industrias. Sin dudas, tenemos mucho para avanzar en esta agenda.

Por todas estas razones, hoy más que nunca en el Día de la Industria, queremos reconocer a los y las industriales. A quienes sobrevivieron a las peores coyunturas y políticas adversas y a quienes siguen apostando por la inversión, la generación de empleo y el desarrollo.

El autor es Ministro de Desarrollo Productivo de la Nación

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