Una lección sobre política exterior

Los ex cancilleres Estanislao Zeballos y Luis María Drago, con visiones contrapuestas, nos enseñaron que es importante tener una mirada estratégica sobre el rol que la Argentina debe ocupar en la región y el mundo

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Sede de la Cancillería argentina, ubicado en el barrio porteño de Retiro. Street View 162
Sede de la Cancillería argentina, ubicado en el barrio porteño de Retiro. Street View 162

Leyendo un documento me encontré con una anécdota de la Argentina de principios del siglo XX que nos deja una importante lección.

Con motivo de la posible venta a otro país de unos buques de guerra que la Argentina había mandado a construir en Estados Unidos, en 1914 tuvo lugar una sesión secreta en la Cámara de Diputados. Además del canciller de aquel entonces también participaron dos ex cancilleres: Estanislao Zeballos y Luis María Drago. Como resultado de las discrepancias en una de las reuniones, Zeballos lo retó a duelo a Drago. Del proceso participaron varias figuras de la época. Por ejemplo, uno de los padrinos fue Lisandro de la Torre, mientras que Marcelo T. de Alvear formó parte del panel de honor que finalmente sostuvo que el decoro de ambos adversarios estaba a salvo y que por lo tanto no sería necesario un duelo.

Lo interesante es que más allá de sus intereses personales, lo que causó la pelea fueron dos visiones distintas sobre la política exterior argentina. Ante el incremento del poder naval de Brasil, Zeballos consideraba que la mejor manera de defender los intereses nacionales era mediante la militarización de nuestra política exterior. La llegada de los buques era por lo tanto una política acertada. Por lo contrario, Drago sostenía que lo importante era preservar la paz y que una adquisición de ese tipo podía desencadenar una carrera armamentística con nuestro vecino.

A la pasión con la que defendían sus posturas, Zeballos y Drago le sumaban su estatura intelectual. Efectivamente, ambos eran juristas de prestigio internacional. Director del diario La Prensa, autor de numerosos libros publicados tanto en el país como en el extranjero, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y tres veces canciller de la República, Zeballos murió días antes de asumir la presidencia de la International Law Association. Drago fue editor del diario La Nación, Ministro de Relaciones Exteriores en la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, juez del Tribunal de Justicia de la Haya y autor, en respuesta a las acciones bélicas de las potencias europeas en Venezuela, de la influyente Doctrina Drago. Esta doctrina jurídica sostiene que ningún Estado puede utilizar la fuerza contra otra nación con la finalidad de cobrar una deuda financiera. Los principios detrás de esta doctrina serían incorporados en la Conferencia de la Haya en 1907.

La principal lección que nos dejan Zeballos y Drago es la importancia que tiene poseer una mirada estratégica sobre el rol que la Argentina debe ocupar en la región y el mundo. Al igual que otros miembros de la Generación del 80, ellos llevaron a la práctica la Argentina que pensadores como Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi habían imaginado décadas antes.

Esta ambición hoy parece ausente. Demasiados miembros de nuestra dirigencia parecen conformarse con administrar una Argentina en decadencia, postura que de imponerse terminaría, por ejemplo, condenando a la pobreza a millones de argentinos. Esto por supuesto no significa que debamos repetir errores del pasado, como ha sido la tendencia a asumir que tenemos más poder o recursos de los que realmente poseemos. Efectivamente, esta falta de realismo nos ha llevado a cometer costosos errores en el pasado. Lo que necesitamos es recobrar el optimismo que nos motivará a realizar los sacrificios que inevitablemente se necesitarán para alcanzar el desarrollo. La alternativa es aceptar el derrotismo y la inmovilidad.

Este derrotismo suele estar acompañado por otras tendencias. Ante la falta de una visión de largo plazo, muchos dirigentes (políticos, empresarios, intelectuales…) suelen destinar todas sus energías a la coyuntura, lo cual a la vez les impide desarrollar el tipo de pensamiento estratégico que cualquier sociedad necesita. Por otra parte, tanto en la izquierda como en la derecha suele prevalecer una mirada excesivamente centrada en lo económico. Una mirada que nos impide realizar un análisis más sofisticado y profundo sobre nuestros problemas y posibles soluciones. En efecto, los inconvenientes económicos que enfrenta la Argentina son en parte el producto de otro tipo de problemas, como son la falta de acuerdos políticos y los continuos vaivenes de nuestra política exterior.

En definitiva, la Argentina cambiará cuando la mayoría de su clase dirigente esté dispuesta a transformar el país. Si esto no sucede, terminará imponiéndose una visión derrotista, la noción que somos y seguiremos siendo un país irrelevante. Tanto Zeballos como Drago estarían en desacuerdo.

El autor es secretario general del CARI y global fellow del Wilson Center