A cinco del asesinato del fiscal Alberto Nisman, la Justicia argentina tiene una deuda: establecer quién lo asesinó.
La impunidad que percibimos los ciudadanos continúa siendo uno de las principales problemas de nuestro país y es una garantía para asesinos y corruptos.
Nisman es sinónimo de resiliencia: un fiscal que amenazado por investigar el atentado a la AMIA tuvo la templanza y valentía necesaria para sobrellevar los contratiempos y las presiones y continuar trabajando para esclarecer una de las peores tragedias de nuestra historia reciente y que sigue sin llevar Justicia a sus familiares.
¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar para saber la verdad? ¿Cuántos ríos de tinta más deben correr en papelerío judicial para que de una vez por todas la sociedad sepa realmente quién mató al fiscal?
Ningún fiscal acusa a un Presidente si no tiene las pruebas suficientes y eso es algo que también advirtió el juez Bonadio y por eso también avanzó en base a la enorme cantidad de pruebas con el procesamiento de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En estos días donde un documental intenta exponer algunos argumentos de las hipótesis en torno a su muerte, es muy importante que se investigue de una manera sería y profunda sus últimas horas de vida para que este caso no pase al olvido.
Es intolerable en cualquier país del mundo que los mismos que están acusados busquen anular la prueba judicial que determina la participación de terceras personas en su muerte. La ministra de Seguridad no se abocó a garantizarle seguridad a los ciudadanos, su mayor preocupación, de acuerdo a sus propias declaraciones.
A quienes abonan la teoría del suicidio hay que recordarles que Nisman no tenía pólvora en la mano y que siendo zurdo supuestamente utilizó su mano derecha para dispararse, así como además dejó a su empleada doméstica el listado de compras para que realice el lunes siguiente.
Ya pasaron más de 25 años del atentado a la AMIA y cinco de la muerte de su principal investigador. La constante falta de Justicia se transforma en injusticia y en un ataque directo a la memoria de sus víctimas.
A Nisman lo mataron dos veces: una cuando trascendió que habían encontrado su cuerpo en el departamento y la otra cuando el juez Rafecas desestimó in limine su denuncia por encubrimiento contra Cristina un mes después de su muerte. Pero ningún gobierno podrá impedir que sigamos buscando la verdad.
La autora es diputada nacional
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