Entendiendo el histórico acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea

Marcelo Elizondo

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El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea tiene características históricas. Argentina (y el Mercosur también) ha sido un país con muy débiles vínculos con la economía internacional (las exportaciones argentinas equivalen al 17% de su PBI, mientras las mundiales llegan al 28%). Nuestras empresas exportadoras son escasas (menos de 500 logran negocios por más de 10 millones de dólares al año con el resto del mundo), y desde que se inició el siglo XXI hemos sido, junto a Venezuela, el país en el que las exportaciones menos crecieron porcentualmente. Esto obedece a varias razones, y una de ellas es que hemos carecido de capital relacional con el resto del mundo, por escasez de acuerdos para facilitar comercio e inversiones.

La historia argentina casi (hay pocos periodos de excepciones) no se ha movido en los últimos decenios de una concepción del mundo como amenaza. Por eso hasta hoy, en Latinoamérica, hay países con alto grado de asociación comercial, como Chile (con 56 países socios), México (con 50), Colombia (con 35 socios), Venezuela (con 29) y Perú (con 15); mientras a la vez hay otros con un nivel menor de asociación internacional, como nuestro país (que antes del acuerdo con la UE contaba con 12 socios surgidos de acuerdos de asociación comercial), Brasil (11 socios), Uruguay (11) o Paraguay (9). Nuestras empresas, así, compiten en desventaja ante las vecinas.

Para el Mercosur todo, que ha sido el bloque integrado más cerrado del planeta, es por ende este acuerdo una reforma sustancial; ahora se integrará con un mercado exigente, competitivo, en el que hay exigencias de calidad, inversión, atributos y competencia.

Este hito del acuerdo con la Unión Europea cambia aquella matriz y por ello supone una reforma rotunda. Además, esto es aún más cierto porque se ha celebrado un acuerdo con un gran conjunto de países desarrollados, que compiten en el mundo por calidad y valor, y no por menores costos y artilugios.

Un acuerdo de libre comercio reduce aranceles para agilizar el comercio, armoniza estándares no arancelarios para evitar afecciones técnicas, crea un clima y herramientas para evitar conflictos y controversias, y alienta inversiones externas.

La Unión Europea es un mercado importante para Argentina: recibió en 2018 desde Argentina exportaciones por 9219 millones de dólares (15% del total), dentro de las cuales más de la mitad fueron manufacturas de origen agropecuario; y originó importaciones argentinas por 11.262 millones de dólares (17% del total), dentro de las cuales las importaciones industriales fueron mayoría. Europa es el tercer continente en importancia en nuestras exportaciones, después de América y Asia, pero en condiciones ventajosas podrá incrementar su participación comercial en nuestras exportaciones.

Este acuerdo llevará a competir más a nuestras empresas, lo que siempre deviene en mejoras para los consumidores, y obligará a los gobiernos a ser más virtuosos en las políticas públicas porque ya no podrán ampararse tan fácilmente en al cerrazón para licuar defectos.

A la vez, este acuerdo mejora las condiciones reputacionales de nuestro bloque y nuestros países. Y puede convertirse en fomento de inversiones: la Unión Europea en su conjunto es el principal inversor externo en el planeta (las empresas europeas tienen hundidos 9,5 billones de dólares fuera de sus países —el total de inversión extranjera en el mundo es 33 billones de dólares—) y siendo tan internacionales, también son el principal inversor externo en Argentina, lo que hace suponer que, en un marco como el recién obtenido, pueden esperarse nuevas inversiones extranjeras, que han sido escasas en nuestro país desde hace tiempo (apenas tenemos un stock de inversión extranjera que representa 3,5% del total hundido en Latinoamérica, lo que supone menos que Brasil, México, Colombia, Chile y Perú).

Claro que este acuerdo no soluciona los problemas endógenos. Seremos nosotros los que deberemos corregir nuestros defectos (macroeconómicos y mesoeconómicos) y, luego, muchas de nuestras empresas las que deberán generar atributos para estar a la altura de la nueva exigencia.

Se abre un camino nuevo que bien aprovechado debería generar buenos éxitos.

El autor es especialista en negocios internacionales.