Sindicalismo robot

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El impacto de la tecnología en el mundo del trabajo es una realidad. Por eso, debemos ser capaces de llevar adelante medidas integrales que estén a la altura de los nuevos desafíos que el mundo nos impone, cuidando de no deteriorar los empleos existentes y siendo creativos para que las nuevas generaciones de trabajadores se encuentren en condiciones y preparados frente a los cambios.

En los sindicatos y otros ámbitos, donde los trabajadores y trabajadoras tenemos influencia, debemos obligarnos a reflexionar sobre cómo afrontar las nuevas reglas del mundo laboral, donde la productividad y bajar los costos rigen como prioridad. Estamos frente a un nuevo contrato social en medio de una realidad de crisis de representación.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) creó una comisión sobre el futuro laboral, que elaborará un informe sobre "la forma en que se podrá forjar un futuro del trabajo que ofrezca oportunidades de empleo decente y trabajo sostenible para todos".

Aseguran las investigaciones del organismo que, si bien los cambios tecnológicos han llevado, en última instancia, a la creación de nuevos puestos de trabajo, generalmente parten de ganancias derivadas del "ahorro de mano de obra". De cierta forma, la supresión de puestos de trabajo viene primero y, luego, siguen las acciones compensatorias, generalmente a un ritmo más lento. Sobre el desfasaje que producen esas dos velocidades debemos concentrar nuestros esfuerzos porque trabajo implica personas, su actividad y su entorno social.

En esta línea, diversos informes sostienen que las características de este proceso dieron lugar al surgimiento del tecno-pesimismo, asociado a la idea de "desempleo tecnológico", introducida por Keynes ya en la década del 30, y caracterizado por el ahorro de mano de obra mucho antes de que podamos encontrar nuevos usos para esta.

La innovación tecnológica ganó más fuerza después de los años 70, pero la cantidad de puestos de trabajo en general aumentó en términos tanto absolutos como relativos. Hasta la fecha, la experiencia nos ha llevado a desacreditar al tecno-pesimismo cuando se trata del resultado general en el empleo. La incógnita: ¿esta vez será diferente? Estamos atravesando lo que algunos llaman la "cuarta revolución industrial", cuya característica principal es la naturaleza sin precedentes del cambio tecnológico. En este escenario la automatización y la fragmentación parecieran alentar la polarización del empleo: trabajos altamente calificados y trabajos poco calificados (no automatizables), en riesgo de eliminar un escalafón intermedio.

No existen países más o menos globalizados. El impacto de este fenómeno en el mundo es bastante homogéneo. En este sentido, la clave está en las políticas públicas que cada país lleva adelante para potenciar el fenómeno a su favor y menguar los efectos negativos. No es igual la realidad laboral de Argentina y las consecuencias de la robotización que en la mayoría de los países europeos.

En este contexto el sindicalismo es y será un actor esencial para afrontar los cambios, acompañar y orientar a los trabajadores y trabajadoras, así como posicionar estas cuestiones en el centro del debate. La experiencia indica que aquellos países que han sabido distribuir los beneficios de la forma más equitativa posible, compensando a aquellos sectores en vulnerabilidad, son los que mejores resultados han obtenido. El resultado de los cambios depende de que las políticas que se apliquen tengan una visión integral, donde se contemple las condiciones del conjunto de los trabajadores y se lleven adelante procesos de adaptación a la nueva coyuntura.

La capacitación de los trabajadores y trabajadoras es clave ante este panorama y los sindicatos están demostrando en numerosos países ser el canal adecuado para brindar las herramientas necesarias y garantizar la formación constante.

En la Argentina la tasa de desempleo ronda el 10% y el empleo no registrado es del 35 por ciento. El desafío del sindicalismo es mayor: revertir esta situación para proteger a los trabajadores y trabajadoras y garantizar que los eventuales nuevos puestos de trabajo que se generen sean dignos. La relación de trabajo es el dispositivo legal clave para asignar derechos y obligaciones entre un trabajador y un empleador. Y los sindicatos, la mejor protección social para esta relación.

Es posible que la forma de trabajo tal como la conocemos hoy vaya cambiando antes de que nos demos cuenta; de la misma manera, es probable que surjan empleos que hoy ni siquiera podemos imaginar. Aún no sabemos cómo nos adaptaremos, pero sí que deberemos hacerlo y que para afrontar ese desafío las organizaciones sindicales deben renovar el compromiso en la defensa de los intereses de los trabajadores, acercándose a entidades educativas para planificar y capacitar mirando bastante más allá de la renovación de los propios mandatos.

Mirando para adentro

Es curioso porque mientras un amplio sector del sindicalismo se prepara para el futuro a mediano plazo, en el presente pareciera haber cierta intención de limitar su participación. Con artículos en decretos que apuntan a callar la voz de los trabajadores y de sus representantes, evitando el diálogo; limitando las paritarias; con comentarios a modo de queja sobre la cantidad de sindicatos que hay en el país y con modificaciones en la ley de contrato de trabajo, por citar solo algunos casos, parece que el Gobierno intenta limitar la participación de los sindicatos.

Y ante el desafío que tenemos por delante cuando aún nadie puede determinar a ciencia cierta si el avance tecnológico en algunos sectores implicará la pérdida de puestos de trabajo o su transformación, es claro que limitar su participación no es lo mejor. Nuestro país atraviesa desde hace tiempo una crisis de representatividad y los sindicatos no escapan a esa realidad. Los gremios se deben discusiones internas que modernicen sus estatutos, su accionar y la relación entre los dirigentes sindicales y sus afiliados.

La robotización es una realidad en alza, los que no podemos estar robotizados somos los dirigentes. Nuestra imaginación y sensibilidad deben ampliarse. Nos lo exigen los trabajadores del presente y los del futuro.

La autora es diputada nacional y dirigente gremial de la Asociación Personal de los Organismos de Control (APOC).