
En las elecciones del domingo 1º de julio en México triunfó Andrés Manuel López Obrador (AMLO), un politólogo de 64 años que se ha destacado por ser un persistente luchador que gobernó el Distrito Federal y se presentó tres veces como candidato a presidente. Un hombre que se ha enfrentado con firmeza al establishment político y económico de México de los últimos 20 años y que ha sufrido en carne propia campañas mediáticas de desprestigio y fraude electoral. El domingo 1º de julio López Obrador se consagró como el nuevo presidente de México con el 53% de los votos y una diferencia de más de 30 puntos sobre el segundo, renovando en su país y en toda la región la esperanza de un cambio verdadero.
AMLO, como se lo llama, no se rindió y llegó al Palacio de Los Pinos construyendo su triunfo sobre tres grandes ejes: la lucha contra la corrupción en los más altos niveles del sistema político, la corrupción enquistada en los grandes grupos económicos y el poder político. AMLO arrasó en las elecciones porque interpretó el deseo de cambio frente al hartazgo de una sociedad acostumbrada a vivir presa de negociados espurios que contaminan el entramado político y degradan la herramienta de transformación que tienen los pueblos.
En segundo lugar, López Obrador se propuso combatir la espiralización de la violencia que fue escalando desde el año 2006, cuando Felipe Calderón declaró la llamada "guerra contra el narco", que se cobró alrededor de 150 mil muertos, 30 mil desaparecidos y 310 mil desplazados forzosos, según datos de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos.
Esta "guerra" que incorporó al ejército al frente de ese combate es un modelo que ha resultado ineficaz y perjudicial en la mayoría de los lugares en los que se lo aplicó. Lo que ha logrado es destruir el tejido social al facilitar la proliferación de grupos del crimen organizado. El Estado ha abandonado su presencia en varios territorios y la consecuencia ha sido que vastas zonas del país quedaron bajo el control de distintos grupos criminales.
Frente a este panorama, AMLO propone levantar la bandera del diálogo y de la paz, con la colaboración de las Naciones Unidas, las organizaciones de derechos humanos, y sobre todo del papa Francisco para lograr la unidad y la pacificación de los mexicanos. Así se anunció la convocatoria a foros con la sociedad civil, víctimas, sacerdotes y expertos internacionales para elaborar una ley de amnistía a los responsables de algunos delitos de narcomenudeo cometidos por jóvenes, niños y mujeres, pero que no aplicaría en caso de delitos graves.
También se anunció que se girará al Parlamento una iniciativa para despenalizar la siembra y el trasiego de marihuana y la amapola para uso farmacéutico, y que en un plazo de tres años quitará al ejército de las calles y lo devolverá a los cuarteles, capacitando a la policía para que cumpla con las funciones de seguridad en los territorios.
Por último, el tercer eje de esta etapa será la lucha por la justicia social. AMLO promete dar una fuerte batalla para reducir la creciente desigualdad y crear empleo de calidad en un país que tras 25 años de vigencia del NAFTA, que prometía que convertiría a México en Canadá, ha precarizado el trabajo y mantenido un incesante flujo migratorio hacia Estados Unidos. Su estrategia tendrá por objetivo desarrollar políticas que ataquen las causas de la desigualdad, generen empleo y estimulen el mercado interno.
En materia de política exterior, AMLO tiene dos importantes negociaciones por delante con los Estados Unidos de Donald Trump. La primera es la defensa de los intereses nacionales en la renegociación del NAFTA y la segunda es la disputa sobre la construcción del muro y el tratamiento que las autoridades migratorias les dan a los ciudadanos y en particular a los niños mexicanos.
En el plano interno, AMLO deberá gobernar un país en el que la guerra contra el narcotráfico, la corrupción, la desigualdad y las políticas neoliberales han debilitado al Estado llevándolo a una situación de ausencia sin precedentes. El nuevo gobierno de México tendrá entre sus principales desafíos recuperar la capacidad y la credibilidad del Estado para enfrentar de manera seria y eficaz los principales problemas que hoy lo atraviesan y desgarran.
A nivel regional, el triunfo de AMLO es de una enorme trascendencia por ser México la segunda economía de América Latina y compartir más de tres mil kilómetros de frontera con Estados Unidos. Sin dudas este cambio que tiene gran impacto modifica el escenario político de la región.
El autor es legislador del Parlasur. Fue canciller de la Nación
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