RAM y las manifestaciones comunes del terrorismo

No por previsible resulta menos peligrosa la sucesión de atentados ejecutados por la RAM en zonas del sur argentino y territorio chileno

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Ante una amenaza terrorista como la que enfrenta la República Argentina en el sur de su territorio por las operaciones de la autodenominada Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), se pueden adoptar ciertas acciones con la pretensión de contenerla o neutralizarla. Sin embargo, existen varias formas de afrontar una amenaza a la seguridad. No obstante y por alguna razón, en Occidente la opinión pública parece dispuesta a pensar que esto no es así, y que la combinación de factores como la tolerancia, la inercia vital de nuestras sociedades o la educación pública resolverán el problema sin necesidad de acciones más enérgicas.

A esta posición ante los hechos contribuyen dos reacciones habituales cuando se comete un atentado terrorista. La primera, un intento casi automático por reducir la dimensión del atentado y, la segunda, la habitual pretensión de desligar los atentados de su contexto político, ideológico y religioso evidente (se ha escuchado hasta el hartazgo hablar de personas desequilibradas que no representan el islam en el caso del terrorismo islámico) y el consabido: "No nos harán tener miedo", que se convierte rápidamente en hashtag, entre otras.

Lo cierto es que no por previsible resulta menos peligrosa la sucesión de atentados ejecutados por la RAM en zonas del sur argentino y territorio chileno. Todas las acciones del terrorismo, incluidas las de la RAM, manifiestan elementos en común. En primer lugar, no siempre son acciones de poca entidad. En la mayoría existe una red que ha colaborado activamente en la preparación o la ejecución del atentado. Un segundo aspecto es que se trata de un fenómeno que comienza a ser habitual, no extemporáneo: no se trata de hechos aislados, sino de una tendencia estable de acciones cada vez mejor organizadas dentro de la comunidad. Un tercer elemento es que tienen un sustrato cultural e ideológico similar. Pretender que la acción terrorista no está ligada a una comunidad o a una religión concreta es, cuanto menos, poco realista. Tanto igual a como es necesario evitar culpar de forma general a todos los musulmanes, no se debe culpar a todos los mapuches, pero igual que desde dentro del islam se genera esa violencia, lo mismo sucede con la RAM mapuche. Concretamente, a pesar de las diferencias, todas las formas en que se manifiesta el terrorismo son esencialmente iguales.

Observando el funcionamiento de Al Qaeda o ISIS, las guerras en Oriente medio o la actividad de grupos terroristas convencionales como ETA, IRA, FARC y Sendero Luminoso, entre otros, puede parecer lo contrario. Pero son muy similares. Todos comparten dos motivaciones, la ideología violenta y el poder. Su creencia se basa en la imposibilidad de alcanzar el triunfo si falta una de ellas.

Por último, no todas las ideologías facilitan igual la actividad terrorista. Las formas de pensamiento más susceptibles de radicalización comparten características como la rigidez dogmática y revolucionaria, la deshumanización del individuo o la colectivización material y emocional. De allí que el marxismo y todos sus derivados hayan constituido un sustrato frecuente para la actividad terrorista. Numerosos grupos terroristas clásicos como ETA, GRAPO, Brigadas Rojas, FARC o Sendero Luminoso han tenido un claro sesgo marxista. De igual modo, los grupos terroristas de corte islámico comparten un islamismo radical, dogmático y de contenido revolucionario.

En el caso de la RAM, la motivación y los instrumentos de acción terroristas pretenden alcanzar el punto de tensión sin retorno que modifique el statu quo. En la persecución de ese objetivo es que el grupo terrorista utilizará la violencia con intensidad creciente, incluyendo el asesinato. De allí que el apoyo y las reacciones que más sorprenden a la mayor parte de la población sean la tendencia a infravalorar y repetir el discurso de los terroristas por parte de muchos ciudadanos y medios de prensa.

La técnica terrorista consiste en generar la masa suficiente de población afecta para justificar y sostener su existencia. Desde esta perspectiva se pueden distinguir tres modalidades en la gestación de un grupo terrorista. La afectiva, la impulsiva y la utilitaria.

La modalidad afectiva es aquella en la que la actividad terrorista se asienta en una ideología preexistente. Es muy sencillo identificar este tipo de terrorismo; en él se inscriben los grupos terroristas de naturaleza marxista, islamista y nacionalista. A este esquema han respondido las guerrillas latinoamericanas como actualmente lo hace la RAM, en cuyo corpus doctrinal se encuentran muchos de los elementos tácticos definitorios del terrorismo clásico: movilidad permanente, superación de las fronteras nacionales, foquismo insurreccional y la necesidad de movilizar una masa suficiente de población que acreciente el reclutamiento de activistas en la clase media de extracción urbana.

La modalidad impulsiva, por el contrario, es aquella en la que la actividad terrorista carece de un sustento ideológico previo. Un grupo de esta naturaleza reacciona impulsivamente, motivado por una actividad criminal tradicional cuyo crecimiento o implicaciones políticas van demasiado lejos, por ejemplo, el narcotráfico. Un grupo terrorista de este tipo necesita construir rápidamente su marco ideológico, sin el cual es imposible justificar su existencia. O puede adoptar un modelo ideológico preexistente y hacerlo propio. A este esquema responden algunos de los diversos elementos vinculados con la RAM.

Por último, el modelo utilitario es aquel que relaciona la aparición de un grupo terrorista con una situación dada e independiente del propio grupo. Entre otros, un escenario reivindicativo que permite por sí mismo respaldar su razón de ser, por ejemplo, oponerse con o sin razón al Estado con un plan de recuperación de tierras supuestamente usurpadas por él.

El instrumento terrorista por excelencia es la violencia. Dado que todos los grupos terroristas desarrollan una actividad que crece en intensidad con el tiempo, los asesinatos individuales de policías, militares o políticos, entre otros, dan paso tarde o temprano a asesinatos indiscriminados. El asesinato es para un grupo terrorista casi la única forma de darse a conocer, comunicar sus objetivos, amenazar al Estado y amedrentar a la población afectada; conforma los cuatro objetivos clásicos de un atentado. Estos atentados pueden denominarse de alta intensidad y sirven para reforzar la motivación y la cohesión del grupo. Para modular su técnica, aterrorizando a la población e intentando conseguir su colaboración activa o pasiva y para reforzar su posición de grupo.

La política antiterrorista no consiste sólo en organizar una acción policial eficiente y dependerá de la percepción que el Estado y la clase política tengan del fenómeno terrorista. El Estado, en cualquiera de sus formas y sus niveles, debe evitar la colaboración por defecto o inacción con la actividad terrorista; y la sociedad debe adoptar una postura hostil que evite generar el ambiente propicio para que ese terrorismo sobreviva.

En Argentina, la supervivencia del terrorismo montonero durante años estuvo ligada a un escenario en el que se daban cita varios factores: una acción policial que desconocía en principio cómo tratar con el fenómeno, una colaboración de facto con el terrorismo de instituciones locales, la neutralidad interesada de otras, una acción judicial lastrada por la ausencia de legislación eficaz, y una sociedad que en su ámbito preferente de acción no aisló suficientemente a los componentes del grupo criminal. La actitud de la sociedad afectada es particularmente importante, por eso resulta perjudicial que la prensa y la opinión pública transmitan e informen sin mencionar el carácter nocivo de los grupos terroristas. Los atentados no son inevitables per se. Son inevitables si no se hace nada para evitarlos.

De los tres factores que facilitan la acción terrorista en Argentina, en el caso del terrorismo de la RAM, se dan todos. La acción policial es globalmente eficiente, pero tiene notables problemas en algunos representantes del Poder Judicial (fiscales y jueces dubitativos); la legislación no es suficientemente clara, lo que impide acciones que permitan neutralizar con rapidez grupúsculos radicalizados; las administraciones locales y provinciales no consideran este problema como algo propio; en consecuencia, tampoco colaboran suficientemente ni en la ejecución de medidas de seguridad ni en el control de grupos radicales como la RAM.

En pocas palabras, el terrorismo de la RAM sí se puede neutralizar y el Estado dispone de los mecanismos suficientes dentro del marco jurídico vigente para reducir el nivel de riesgo. Negar estos tres elementos se ha convertido en una norma casi automática y constituye del sustrato sobre el que crecen los experimentos ideológicos más o menos radicales que pretenden ofrecer alternativas políticas populistas al votante. En consecuencia, es allí donde el Estado debe hacer uso de sus facultades contra aquellos que aspiran a ponerlo en peligro.