
Al referirse a la dinámica diaria, David explica que “sin logística no hay comercio exterior y sin comercio exterior la logística pierde mucho volumen”. En esta entrevista, comparte su mirada sobre el abastecimiento de insumos importados, la planificación de compras y los desafíos en materia de control y calidad.
¿Cómo es tu día a día en una empresa de la industria alimenticia?
Mi día arranca temprano, alrededor de las ocho y media. Lo primero que hago es prender la computadora y revisar los mails, ver qué pasó desde el día anterior. Como me toca trabajar mucho con proveedores de China y Asia, eso es lo primordial. Ahí se resuelven inquietudes, problemas o consultas, casi todo por mail. Si hay alguna urgencia puntual, se usa la mensajería o una llamada, pero el 95% de la comunicación es escrita.
Los lunes suelen ser los días más movidos. Producción me envía el stock virtual y ahí tengo que analizarlo. En base a ese stock y a las ventas o consumos programados, se decide si se emite o no una orden de compra.
¿Qué otros temas forman parte de esa rutina?
Además del seguimiento de las cargas, está todo lo relacionado con pagos, reportes y pedidos de información interna. Desde mi lugar intento dar visibilidad para que estén tranquilos sobre cómo vienen las operaciones. Mostrar dónde está cada carga, en qué etapa está, si hay algún desvío. Esa transparencia interna es clave para que todo fluya mejor.
¿Qué importancia tiene el comercio exterior para el abastecimiento de la industria?
Para mí el comercio exterior tiene una importancia enorme. No creo que exista hoy un producto que se comercialice en Argentina que no tenga algún insumo importado, directa o indirectamente. Puede ser materia prima o algún componente. En ese sentido, el sector es lo que mueve a la mayoría de las empresas.
También hay una cuestión de precios. Muchas veces afuera se consiguen valores mucho más competitivos que a nivel local. Para las empresas, sobre todo las más chicas, eso es clave para poder competir e insertarse en el mercado.
¿Cómo se relacionan el comex y la logística en la práctica?
Para mí van totalmente de la mano. La logística es una continuación del comercio exterior. No es solo emitir una orden de compra y esperar que llegue. La logística entra en el flete internacional, en el puerto, en el traslado al depósito. Ambas áreas tienen que trabajar en equipo para que la operación salga bien y no tenga inconvenientes.
Además, hay situaciones del día a día que lo demuestran. Por ejemplo, una empresa chica que tiene pocas camionetas para reparto y justo ese día necesita retirar una carga del puerto. Si no hay planificación, se genera un conflicto interno. Por eso es tan importante la coordinación y el trabajo conjunto.
Pasaste por distintas industrias. ¿Qué puntos en común encontrás entre ellas?
En la industria alimenticia, que hoy es mi foco, el cuidado de la calidad es central. Mucho más que en otros rubros. Cuando se importan alimentos o insumos para alimentos, hay un riesgo mayor. La mercadería no llega y se usa automáticamente. Primero interviene el área de calidad: se revisan certificados, fichas técnicas, COA, embalajes, análisis de materia prima.
Hay insumos que requieren 12 horas de verificación, otros 72. Ese tiempo hay que contemplarlo. En otros rubros también hay certificaciones, pero en alimentos el rol de calidad es mucho más fuerte.

¿Creés que quienes trabajan en comex deberían formarse más en logística?
Sí, sin dudas. Todos hacemos logística, incluso sin darnos cuenta. No es solo un camión que va de un punto a otro. Incluye manejo de stock, seguridad de las personas en depósito, planificación y demás.
Muchas veces se confunde comercio exterior con logística: son cosas distintas, pero están muy relacionadas. Salir de la mirada cerrada de “solo me importa mi departamento” y tener una visión más global de la operación hace que los equipos trabajen mejor y que la empresa funcione de forma más eficiente.
En los últimos tiempos hubo cambios en los controles. ¿Cómo impactan en la industria alimenticia?
Las facilitaciones existen, pero para mí el control estricto sigue siendo necesario. Un lote contaminado puede generar pérdidas enormes, no solo económicas, sino también riesgos para la salud de las personas. Si bien hay procesos menos burocráticos y algunos controles se pueden hacer en planta, no se puede relajar el nivel de exigencia.
Hay países que requieren más documentación y otros menos, según los anexos y acuerdos vigentes. Eso hay que conocerlo y gestionarlo bien para evitar problemas.
¿Es posible encontrar un equilibrio entre facilitar y controlar?
Sí, creo que siempre hay que buscar un equilibrio. Tampoco se trata de poner trabas innecesarias. Las certificaciones tienen costos y tiempos, y a veces el material se necesita con urgencia. Pero relajar demasiado los controles puede traer consecuencias graves. El desafío está en equilibrar agilidad con rigor para que todos los actores puedan operar mejor.
¿Cómo ves el futuro del comercio exterior y la logística?
Creo que van a seguir creciendo. Hoy hay más facilidades para importar que antes, se abren puertas y oportunidades. Para las empresas y los pequeños emprendedores es un buen momento para incursionar en el comercio exterior, pero siempre con buen asesoramiento.
Muchas personas se lanzan sin asesorarse y eso puede terminar en pérdidas, frustraciones o miedos. A largo plazo, eso desalienta. Por eso es clave hacer las cosas bien desde el inicio y entender que el comercio exterior y la logística tienen que trabajarse juntos. No hacerlo, para mí, es un error estratégico.
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