
“El COVID evidenció el poder de las líneas marítimas”, señala Diego al repasar el impacto de la pandemia en el comercio exterior. La conversación recorre la concentración del transporte marítimo, la relevancia de Brasil como socio estratégico y el avance de la digitalización en la logística.
¿Cómo se decide si una operación internacional debe tener transporte aéreo, marítimo o terrestre?
Lo más importante es el diálogo y la interpretación de la necesidad. No es lo mismo un envío urgente que requiere transporte aéreo que un volumen muy grande que conviene mover por barco.
También influyen el peso, la época del año, el origen de la carga y, por supuesto, los costos. Muchas veces una fábrica depende de un repuesto crítico y no puede esperar por vía marítima. En esos casos se termina optando por el avión. En definitiva, lo que marca el rumbo es entender la situación y ofrecer la opción más adecuada dentro del abanico de servicios disponibles.
¿Qué características distinguen a un transporte marítimo de calidad?
En lo marítimo estamos muy sujetos al servicio que ofrecen las líneas. Son las que disponen de los buques y deciden cómo asignar los espacios. Muchas veces el servicio es limitado y la información que brindan, escasa.
Ahí es donde los operadores logísticos podemos aportar valor: en origen, con manipuleo de la carga, rotulado, empaquetado o gestiones aduaneras; durante el tránsito, manteniendo informado al cliente sobre cambios de fechas o inconvenientes climáticos; y en destino, agilizando la liberación y entrega de la mercadería. Después de 50 días de viaje desde Oriente, el cliente necesita resultados inmediatos.
¿Cuántas líneas marítimas concentran el transporte en Argentina?
Hoy el grueso de la carga importada lo mueven unas cinco o seis grandes líneas. La ruta más utilizada es la del Atlántico, con Brasil como principal mercado. Luego aparece Uruguay, y después Argentina, que dentro de esa ruta ocupa el segundo lugar por volúmenes de importación.
¿Qué factores externos afectan al transporte marítimo?
Los fenómenos naturales, como tifones o maremotos, son totalmente incontrolables y generan demoras. Hace pocas semanas hubo retrasos importantes por ese motivo. Y, en un mundo tan globalizado, conflictos como una guerra impactan de manera directa en el comercio exterior.
¿Qué rol ocupa Argentina dentro del comercio marítimo regional?
Geográficamente estamos lejos de Oriente, pero tenemos a Brasil como socio estratégico. Es un país mucho más industrializado, con volúmenes que Argentina no alcanza, y eso atrae a las navieras.
Gracias a lo que mueve Brasil, nuestro país cumple un rol importante en la región y aparece como el segundo mercado en la Ruta del Atlántico. Podría crecer más, tanto en importaciones como en exportaciones, pero las políticas de comercio exterior y la situación económica muchas veces nos vuelven poco atractivos.

Más allá de China, ¿qué otros orígenes tienen las importaciones que llegan a Argentina por barco?
China sigue siendo el principal origen, con más de diez puertos muy activos. Pero también tenemos operaciones desde Israel e India en el sector farmacéutico, España, Italia, el norte de Europa y Estados Unidos, que continúa siendo una ruta fundamental.
Cuando empecé, cerca del 90% de las importaciones eran chinas; hoy ese porcentaje bajó al 65% o 70%. Otros países se fueron especializando en determinados productos y eso abrió nuevas rutas, tanto marítimas como aéreas.
¿Qué avances tecnológicos se incorporaron en los últimos años?
Cuando empecé, la documentación llegaba por fax. El correo electrónico fue un gran avance, pero había que abrir adjuntos, imprimirlos e ingresarlos al sistema. Hoy, con la digitalización, nuestro software se conecta directamente con agentes de cualquier parte del mundo y los documentos aparecen cargados de forma automática.
Todavía falta avanzar en la digitalización aduanera. En muchos países de la región, la pandemia aceleró ese proceso y hoy trabajan todo en formato electrónico. En Argentina seguimos firmando papeles en oficinas, algo que parece de otra época.
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