No todos los días se recibe el llamado de uno de los principales conglomerados de lujo global para decirte que el nuevo rey de Hollywood y Broadway quedó impresionado con tu trabajo y quiere ser tu mentor, pero eso es exactamente lo que le sucedió a Agustina San Martín hace poco más de dos años.
La joven cineasta argentina, egresada de la carrera de Diseño de imagen y sonido de la Universidad de Buenos Aires, venía llamando la atención en festivales gracias a una serie de cortos misteriosos y sensoriales, hasta que finalmente, en el 2019, fue galardonada en Cannes por un jurado encabezado nada menos que por la directora francesa Claire Denis, la reina de las imágenes misteriosas y sensoriales.
La prometedora obra de San Martín llamó la atención del comité seleccionador de la Iniciativa Rolex, que desde el 2002 cuenta con un reconocido programa en el que emparejan artistas de todo el mundo, uno reconocido, y el otro emergente, como mentor y discípulo. Miranda, el creador del fenómeno Hamilton y la música de la película Encanto, entre varios otros éxitos, había quedado subyugado con el universo enrarecido de la argentina.
“Conocía la Beca Rólex porque la había hecho Celina Murga y su mentor fue Scorsese, así que cuando me invitaron a aplicar lo hice. Lo más curioso creo que no fue ganarla, sino ganarla y que una semana después se cerrara el mundo por el Covid. Pero ya sabía que el mundo del cine era impredecible...”, bromea San Martín en diálogo vía Zoom desde Buenos Aires. “Por un lado, la pandemia modificó la mentoría porque habían viajes y otras cosas que estaban pactadas que no se pudieron hacer, pero por otro era como tener una zanahoria, una luz al final del tunel durante toda esa situación tan deprimente”, añade.
“Estuve en el rodaje de su película para Netflix, Tick, Tick... Boom! También hicimos varios zooms y charlamos mucho. Porque pese a que nuestros estilos son muy distintos, nos llevamos muy bien. Y en un momento nos mezclaron a todos los mentores y discípulos y pude hablar con Spike Lee. Sin la pandemia y la virtualidad eso jamás hubiese sucedido, asi que ese contratiempo provocó momentos positivos”, cuenta San Martín, quien este jueves estrena en los cines argentinos su ópera prima, Matar a la bestia
La película, que tuvo su presentación oficial en el Festival de Cine de Toronto del año pasado, sigue la vida de una adolescente argentina que viaja a la selva misionera, en la frontera con Brasil, para buscar a su hermano, que parece haberse desvanecido sin dejar rastros. La película, en la que San Martín confirma su talento para crear climas inquietantes, combina el cine de horror arty (trama anémica, cinematografía superlativa) con un relato de iniciación queer. ¿El villano es el patriarcado? ¿Su familia? ¿ Qué representa el buey que aterroriza al pueblo? ¿Es su hermano desaparecido? ¿La materialización de su represión sexual? Sin apuros, San Martín desarrolla una narración elíptica, formalmente elegante y algo opaca, con muchas preguntas y pocas respuestas, más (Venecia) Rojo Shocking que Rojo Sangre (el festival de cine de terror argentino)
“La definiría como un thriller de misterio con tonalidades de horror. Pero no es una película de horror-horror. Puede estar filmada en esa clave, pero lo aclaro porque no quiero que la gente piense que va a sentir miedo porque va a aparecer una bestia. Es una película de género, pero irreverente. Tal vez hice algo demasiado ambiguo...”, se sincera.
En su estreno en Toronto, la crítica internacional elogió el debut de San Martín y lo comparó con el cine de Lucrecia Martel, la directora de cine argentina más prestigiosa en el mundo. ¿Cree ella que tiene sentido esa filiación? ¿O las presuntas semejanzas son producto de que ambas son argentinas, lesbianas y favorecen los climas sugerentes por sobre la narrativa tradicional?
“El cine de Lucrecia Martel me encanta, así que definitivamente es un honor que me comparen con ella. Pero no creo que nuestras películas sean parecidas.... principalmente porque las suyas son mucho mejores que las mías (risas). No me animaría a mostrarle mi película, eso seguro. Su cine es sutil, elegante, sensual, es un relojito de lo preciso que es. Mi película no diría que alcanza ese nivel de maestría, y visualmente creo que hay otros directores que tienen más que ver con lo que yo intento hacer”, señala.
Y repasa: “Los directores de los que yo vi cosas y fueron una inspiración para mí fueron Carlos Reygadas. Apichatpong Weerasethakul, la Andrea Arnold de Fish tank... Hay un plano que es literalmente robado de Once upon a time in Anatolia de Nuri Ceylan... Tambuén quise robar de David Lynch pero fallé (risas)”.
Tras algunos desperfectos técnicos debido a la conexión del Zoom, regresamos a Lin-Manuel para finalizar la entrevista donde la empezamos. ¿Aprendió algo de él? ¿Tal vez se contagió de su amor por los musicales y piensa cambiar de género para su próximo proyecto?
“Lo que más aprendí -o recordé- es que podés hacer cosas muy mainstream e igual ponerle muchas cosas que te interesan, que es lo que hace él. Que no todo tiene por qué ser niebla e imágenes exquisitas. Tengo muchas ganas de hacer cosas inesperadas después de esta residencia con Lin-Manuel, que termina ya en septiembre con un show para el cual estoy preparando cosas. Si te soy honesta, lo que más me gustaría es hacer una película espacial, porque me obsesiona desde siempre el espacio exterior. Pero un musical tampoco lo descarto. Me intriga saber cómo sería hacer uno con la música de las Ibiza Pareo, por ejemplo. Estoy segura que haría un musical algo dark...”
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