Dejó la física por la literatura, alcanzó el éxito con “La soledad de los números primos” y ahora escribe sobre bombas atómicas

“He dejado de ser experto en algo para volverme experto en nada”, dijo el escritor italiano Paolo Giordano en entrevista con Infobae Leamos. Cómo es su nuevo libro, que mezcla atentados terroristas, crisis de pareja y un análisis de las nubes como clave para entender el cambio climático.

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Paolo Giordano: "Creo que todos hemos vivido atentados terroristas, el cambio climático, todos lo sabemos, pero ¿hemos experimentado la misma realidad?".
Paolo Giordano: "Creo que todos hemos vivido atentados terroristas, el cambio climático, todos lo sabemos, pero ¿hemos experimentado la misma realidad?".

En Roma termina de llover y está saliendo el sol cuando Paolo Giordano se conecta para la entrevista. Hace ya quince años publicó su primera novela, La soledad de los números primos (2008), mientras cursaba su doctorado en física teórica. El éxito de aquel multipremiado primer libro lo desvió de la carrera científica para dedicarse enteramente a la escritura, tanto de ficción como de artículos periodísticos.

Su novela más reciente, Tasmania, narra en primera persona, a la manera de un diario o de una crónica, los sucesos personales en la vida del protagonista, un exfísico que comparte iniciales, profesión y edad con el autor. “Es un hombre de cuarenta años –dice Giordano en diálogo con Infobae Leamos–, casado con Lorenza, una mujer mayor que él que tiene ya un hijo de una relación anterior. Él había puesto en el centro de su vida en aquel momento la idea de convertirse en padre, pero luego se da cuenta de que eso no va a suceder”.

Como ocurre muchas veces en las parejas cuando termina algo en lo que han creído juntos, los personajes se preguntan si podrán continuar su relación. En el caso de PG, la crisis de pareja se combina con dudas respecto del trabajo, que en aquel momento consistía en una investigación para un libro sobre las bombas atómicas, y con el vínculo de amistad que mantiene con una periodista y con dos colegas del campo de la ciencia. La amistad y el trabajo lo llevan, a lo largo de las páginas, de Roma a Turín, a Barcelona, a una París sacudida por ataques terroristas y también a Hiroshima y Nagasaki.

Cada uno de los vínculos aparece atravesado por eventos de la actualidad global del período entre 2015 y 2020, tales como el cambio climático, la contaminación, el conservadurismo, la desigualdad salarial, el feminismo y la invisibilización de las mujeres en el campo científico, la cultura de la cancelación, la agitada “vida” en las redes sociales e inclusive el suicidio en la juventud.

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“Hay [también] muchas nubes en Tasmania –prosigue el autor–. Son formas en las que proyectamos fantasías, donde vemos caras de animales en la infancia. Tienen un significado científico porque… uno de los efectos que se estudian sobre el cambio climático es el cambio de las nubes. Y esto me ha impactado”. Se refiere a uno de los amigos del protagonista, el científico Jacopo Novelli, que, en efecto, ha descubierto en el estudio de las nubes una de las claves para comprender el cambio climático. Este personaje, sin embargo, no logra comprender otros fenómenos, más cercanos y tangibles.

En el marco de esta gran crisis planetaria, el protagonista no admite la posibilidad de renunciar a un deseo y vive por lo tanto sumido en contradicciones. Tasmania no propone conciliarlas, sino que, a través de la historia y los personajes, busca atravesar de alguna forma este momento, que considera como el inicio de un cambio profundo, quizá una catástrofe o tal vez una oportunidad.

“Cuando cursaba todavía el doctorado en física teórica, me ocupaba de una especialidad que se llama fenomenología, la descripción de los fenómenos. En Tasmania quise hacer lo mismo, limitarme a describir las partículas físicas de los fenómenos de la existencia hoy, que es algo bastante difícil”, dice.

-Dejaste la física después del éxito de tu primera novela. ¿Se puede decir entonces que en tu propia vida personal, al igual que en Tasmania, las decisiones están atravesadas por los acontecimientos de la realidad?

-Es verdad. En efecto, estamos en una época en que tendemos a darle mucha importancia a nuestra voluntad, a imaginar los procesos de nuestra vida como una acción de nuestra voluntad. En realidad, los eventos externos muy a menudo nos golpean y modifican nuestra vida más profundamente de lo que estamos dispuestos a aceptar. En Tasmania quise contar cómo los acontecimientos del presente global modifican íntimamente la vida de los personajes.

Paolo Giordano: "Estamos en una época de cambios e impermanencia. Me asusta un poco, pero también es interesante, puede convertirse una oportunidad".
Paolo Giordano: "Estamos en una época de cambios e impermanencia. Me asusta un poco, pero también es interesante, puede convertirse una oportunidad".

-También hay una interacción entre la actualidad y la realidad, considerando que se trata de dos cosas distintas: por un lado, la actualidad, tal como se presenta en la información y, por el otro, la realidad de la experiencia propia.

-Es muy interesante lo que dices porque es verdad que, sobre todo hoy, hay una diferencia profunda entre la realidad y la actualidad. La actualidad que vemos y en la que participamos no es siempre una realidad. Cada uno vive una actualidad que es un poco diferente de la de otras personas aunque sean muy cercanas. Si recibimos diferentes noticias y redes sociales en el teléfono, por ejemplo, la actualidad que vemos puede ser completamente diferente de la que experimenta otra persona, incluso en la misma familia. Creo que todos hemos vivido atentados terroristas, el cambio climático, todos lo sabemos, pero ¿hemos experimentado la misma realidad? Esa pregunta me parece más y más importante.

-En la novela entonces la escritura y la experiencia personal están totalmente ligadas, por ejemplo, cuando el personaje entrevista a un sobrevivientes de Nagasaki y después asiste a la ceremonia por el aniversario de los bombardeos. Si bien el relato ocurre en el marco de la ficción, puede leerse como un testimonio.

-Eso es absolutamente real, se puede considerar como un episodio periodístico en el libro. Yo nunca fui verdaderamente periodista, pero trabajo para un diario [Corriere della Sera] hace quince años, donde siempre he publicado diferentes editoriales, críticas, reportajes y muchas entrevistas. Las novelas para mí pertenecían a un terreno diferente. Con Tasmania, sin embargo, me pregunté por qué, ya que es el género que permite colapsar todas las maneras de escribir en el mismo lugar. Esto pasa en nuestra vida y en Tasmania hay muchas formas de escribir. Todo lo que refiere a Hiroshima, el testimonio de Terumi Tanaka y el viaje a Japón, todo eso es como un reportaje.

-También entiendo que la realidad entra en la ficción cuando los dos personajes empiezan a mirar videos de decapitaciones. En esas imágenes se manifiesta una realidad que es irreversible, permanente y que, de alguna manera, circuló como una forma de información muy accesible. ¿Sería otra manera en que la realidad se filtra hacia la ficción?

-Creo que tiene más que ver con la realidad que llega a nuestras vidas últimamente. Piensa en los en los videos que han llegado a nuestras casas, los de la masacre de Hamás y los de Gaza, el campo de refugiados. La vida en el presente es una locura en ese sentido. En 2016, muchos de nosotros mirábamos esos videos de decapitación que eran propaganda de ISIS y fueron reales. Entonces, creo que lo que un novelista puede hacer hoy solamente es intentar manejar todo eso porque cada uno funciona en esa realidad incontenible. Yo traté de acoger estas situaciones e incluirlas en el libro para tratar de entender qué es nuestra vida en este momento.

-El recorrido que hace el narrador siempre está atravesado por dudas y cambios que van de la crisis climática a los desplazamientos de poblaciones por catástrofes naturales o guerras. Al final encuentra lo permanente en la radiación, en sus efectos tanto negativos como positivos. Es decir, ¿lo permanente no necesariamente implica la supervivencia?

-Para el libro es muy importante lo que es permanente y lo que no. Entre las cosas importantes en la novela se encuentran las nubes, que son lo más impermanente que hay, cambian cada vez que uno mira al cielo. Eso me parecía justo en una época como esta, de cambios radicales, muchos de los cuales no queremos ver o aceptar, seguimos con un pensamiento “gradualista”, como dice [el personaje de] Novelli. Estamos en una época de cambios e impermanencia. Me asusta un poco, pero también es interesante, puede convertirse una oportunidad.

Paolo Giordano: "He dejado de ser experto en algo, para volverme experto en nada, eso es el escritor para mí". (Shutterstock)
Paolo Giordano: "He dejado de ser experto en algo, para volverme experto en nada, eso es el escritor para mí". (Shutterstock)

-En el libro hay diferentes personajes, científicos, periodistas, todos atravesados por algún tipo de crisis personal o laboral, entre ellos, también un cura católico que piensa en dejar la iglesia. ¿Qué rol juega la espiritualidad en este contexto?

-Casi todos los científicos que conozco desarrollan algún tipo de espiritualidad, no necesariamente ligada a la religión, que es permeable a toda la ciencia. Lo que sucede en Tasmania es que cualquier forma de fe, sea una en un dios, en la ciencia, los datos o la familia, todas fallan, todos se sienten quebrados por la fe. El protagonista se quiebra también en la fe que tenía en escribir el libro sobre la bomba o sobre su idea de tener hijos, pero al final encuentra una esperanza nueva en los restos que han dejado las diferentes formas de fe.

-¿Entonces el libro funciona como testimonio de un momento?

-Por eso hay un epígrafe al inicio, una línea de una canción de Bright Eyes que dice “Would you agree times have changed?” (”¿Estás de acuerdo con que los tiempos han cambiado?”) Eso fue una guía para mí y entonces es un testimonio de los primeros años en que las cosas han empezado a cambiar de manera muy radical en muchos niveles de la vida.

-El personaje de Novelli, el científico que estudia las nubes, parece descifrar a través de ellas las claves del presente. Sin embargo, escapan a su comprensión otros fenómenos más cercanos y tangibles.

-Él entiende muy bien un cambio importante de su tiempo, que es el cambio climático, está concentrado en eso, conoce los datos y la ciencia, pero no llega a comprender otros cambios que tienen lugar al mismo tiempo, el cambio de relaciones de poder entre los géneros. Para mí es muy interesante cómo hay personas que son muy instruidas, saben muchas cosas, pero no entienden de verdad el tiempo en que viven. Novelli es un poco así: entiende algunos cambios, pero con otros tiene muchos problemas.

-¿Es un problema típico de las personas que estudian muy específicamente un tema científico?

-Estamos todos muy especializados en algo, no es una época de comprensión de lo que pasa y eso para mí empieza a volverse un problema: todos somos expertos en algo, pero también vivimos en un mundo que entendemos menos y menos cada día. Los escritores en este sentido son un poco diferentes. Hay en Tasmania una conversación ficcional con mi padre en la que yo he dejado la física, o sea, he dejado de ser experto en algo, para volverme experto en nada, eso es el escritor para mí y por eso es alguien que puede mirar un poco la unidad y las zonas de intersección entre las cosas.

“Tasmania” (fragmento)

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Elon Musk, dije, ha renunciado a una serie de iniciativas para protestar por la decisión de Trump. Novelli hizo una mueca. Olvídese de Elon Musk.

Los Elon Musk no pintan nada. A ellos no les pasará nada. Están preparándose para cuando llegue la catástrofe. Se construyen búnkeres y naves espaciales, se arman y se compran terrenos adonde se irán y vivirán seguros.

¿Dónde se compraría usted un terreno? Para salvarse, me refiero.

Yo nunca haría eso.

Pero si tuviera que hacerlo. En caso de Apocalipsis.

Novelli reflexionó unos segundos y dijo: En Tasmania. Está situada lo bastante al sur para escapar de la temperaturas extremas. Tiene grandes reservas de agua dulce, es un estado democrático y una zona en la que no viven depredadores del ser humano. No es una isla pequeña pero no deja de ser una isla y, por tanto, es fácil de defender. Porque habrá que defenderse, créame.

Sí, añadió con más convicción, si tuviera que elegir un lugar donde refugiarme, elegiría Tasmania.

Al día siguiente me llamó para quejarse del titular de la entrevista: «La América de Trump nos condena». Según él, era derrotista y daba demasiada importancia a Estados Unidos. Se negaba a creer que yo no tuviera ninguna responsabilidad. Y, de manera un tanto contradictoria, se quejó de que hubiera suavizado algunas de sus afirmaciones. Pero tras este breve desahogo, que me pareció más que nada una excusa para comentar la jugada, se tranquilizó e incluso me concedió que, en general, la entrevista no estaba mal. Su retrato, que ocupaba buena parte de la página, lo había satisfecho particularmente.

En el curso de aquella conversación telefónica pasamos por fin del trato de usted al tuteo. Y a partir de aquel día nuestro contacto a distancia se intensificó hasta hacerse muy frecuente. Correos electrónicos, mensajes y no pocas llamadas telefónicas, porque a Novelli le gustaba hablar por teléfono.

Me llamaba a las horas más intempestivas y sin motivo aparente, sin fingir siquiera que hubiera un motivo, muy al contrario, diciéndome sin ambages que me llamaba porque tenía ganas de charlar un rato.

Creo que quise ser su amigo desde el principio, desde que nos conocimos en la calle Monge. Y creo que también Novelli, pese a su actitud huraña, buscaba compañía. Si no, no se explicaría que nuestra relación progresara tan rápidamente.

De él me atraía la inteligencia en sentido amplio, o, mejor dicho, el modo estricto con que aplicaba la inteligencia. Pero no era solo eso. Me gustaba por algún motivo que iba más allá de las ideas, más allá de nuestra condición común de físicos y de la preocupación compartida por el calentamiento del planeta. Su físico tenía mucho que ver. El factor corpóreo suele infravalorarse en las amistades masculinas, pero en muchas de las mías ha desempeñado un papel fundamental. Novelli no era una excepción: la cara redonda, los ojos oscuros y brillantes, el tronco no exactamente gordo pero sí relleno, lo que se notaba más con las camisas pegadas que gustaba de ponerse. Estudiaba las nubes pero parecía mucho más plantado en la tierra que yo, y esto me transmitía una sensación de cosa concreta que me venía muy bien en aquel momento de mi vida.

Pero nuestra relación también se vio favorecida por diversas circunstancias: aquella misma primavera, Lorenza y yo nos encontramos de pronto solos. Alma y Fabrizio, los únicos amigos comunes que habían resistido al paso de los años —estábamos con ellos la noche del Bataclan y pasamos con ellos muchas noches más que en la memoria se confunden—, desaparecieron de pronto de nuestras vidas, dejándonos entre desconcertados y humillados.

Quién es Paolo Giordano

♦ Nació en Turín en 1982, donde estudió física y se doctoró en física teórica. En la actualidad, se dedica a la escritura de novelas y colabora con el diario Corriere della Sera

♦ En 2008 publicó su primera novela, La soledad de los números primos, que obtuvo el Premio Strega, el Premio Campiello a la mejor opera prima y el Premio Fiesole de narrativa. El libro vendió más de un millón de ejemplares y se tradujo a treinta idiomas. En 2010 se estrenó la adaptación una adaptación cinematográfica dirigida por Saverio Costanzo

♦ Entre 2010 y 2012 se desempeñó como escritor con el ejército italiano en Afganistán.

♦ Es autor de libros como La soledad de los números primos, El cuerpo humano, Como de la familia, Conquistar el cielo y En tiempos de contagio.