“Sangre de horchata”, de Luisa Castro, una novela sobre la frialdad y los secretos familiares

Tras diez años sin publicar, la autora española regresa a las librerías con un ejercicio interesante de ficción, bajo una idea poderosa: Se requiere de sangre fría para lidiar con gente fría

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La escritora gallega Luisa Castro, autora de "Sangre de horchata". (Lisbeth Salas).
La escritora gallega Luisa Castro, autora de "Sangre de horchata". (Lisbeth Salas).

Belén tiene dieciséis años; su padre, ya mayor y en silla de ruedas, insiste en empezar a organizar el asunto de la herencia; su hermano parece saber ciertas cosas al respecto que ella desconoce. Madre, prácticamente no hay, más allá de una voz al otro lado del teléfono que se deja escuchar cada tanto, y además, con pésima cobertura. No la ven desde el “episodio” que terminó por internarla.

Belén solo quiere que la vida sea normal, pero para ello deberá tener sangre fría, “sangre de horchata, cariño”, como le han dicho desde pequeña.

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Esta es la trama que acoge la novela más reciente de la escritora española Luisa Castro, en la que hace uso de la comedia y el drama para hablar sobre la ruptura de una familia y eso que nunca sabemos de lo que sucede a puerta cerrada, esas historias familiares que nadie quiere contar.

Oriunda de Lugo, Castro, quien también es poeta y columnista, ha conseguido construir en “Sangre de horchata” una novela familiar sobre la frialdad, las confusiones y los silencios que se apropian de todo.

Portada del libro "Sangre de horchata", de Luisa Castro. (Penguin Random House).
Portada del libro "Sangre de horchata", de Luisa Castro. (Penguin Random House).

Belén, la protagonista, ha crecido con la duda de por qué su madre decidió marcharse y su padre ocupa su tiempo en delegar su autoridad a asesores y abogados que le ayudan a gestionar un patrimonio venido a menos. Ella sabe que lo hacen con un fin, que hay algo detrás, porque todos tienen secretos, ocultan cosas, y Belén cree que a ella le ocultan varias.

Secretos que tienen que ver con accidentes, con institutos psiquiátricos, con herencias convulsas y amantes ocultos; una cadena de sucesos que se van juntando como en una telaraña de la que Belén busca escapar para no asfixiarse, porque a veces la familia puede hacer eso, asfixiarte.

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Desde que se inició en el oficio, tanto en gallego como en castellano, Luisa Castro ha publicado las novelas El somier (finalista del Premio Herralde), La fiebre amarilla, El secreto de la lejía (Premio Azorín), Viajes con mi padre y La segunda mujer (Premio Biblioteca Breve); del volumen de relatos Podría hacerte daño (Premio Torrente Ballester), y poemarios como Los versos del eunuco (Premio Hiperión), Los hábitos del artillero (Premio Rey Juan Carlos) o Amor mi señor, entre otros. Actualmente, dirige el Instituto Cervantes de Dublín.

Con 15 años, la autora ganó el premio de libreros de Galicia de narraciones cortas. El certamen obligaba a gastar las 5.000 pesetas que recibió en literatura gallega, y así llegaron a sus manos autores como Castelao, Celso Emilio Ferreiro o Rosalía de Castro, relata Ángeles Oliva para eldiario.es.

Tras una década sin publicar novela alguna, “Sangre de horchata” se presenta ante los lectores como un thriller de lo cotidiano, en donde la fachada de la casa familiar está llena de grietas, como las cicatrices que habitan a sus miembros, en donde se nace a contravía, donde todo surge afuera.

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Escribí Sangre de horchata” como quien se tira al foso de los cocodrilos, a esas aguas negras de nuestros miedos más profundos y, quizás, en el fondo, los más ridículos. Pero tiene que haber cierto riesgo en ello para que el juego me seduzca”, escribió Castro para el portal Zenda.

En la novela, el tono de quien narra está impregnado por una enorme tristeza contenida, y esa misma tristeza es la que se posa sobre Belén y la que pulula por esa casa de familia como de otras épocas. “Es algo que a mí me gusta de la novela, que tenga este aroma anticuado, que tiene que ver con el pedigrí del que la familia presume, un aroma un poco rancio y que choca con los tiempos y la juventud de la protagonista”, cuenta la escritora en conversación con eldiario.es.

Cada cierto tiempo ella nos llamaba. O lo que quedaba de ella. Ring, ring, el teléfono sonaba. Era difícil escucharla y no caer dormida en el minuto uno, aunque yo intentaba prestarle toda la atención del mundo. Tenía la impresión de que mi escucha era la única prueba de su existencia. «¿Cómo estáis, preciosa?», decía aquella voz sin pronunciar mi nombre. «¿Bien? ¿Estáis bien?». «Bien, bien», respondía yo. Pero mi madre, o quien quiera que fuese la dueña de aquella voz, después de soltar alguna frase de circunstancias enseguida se apresuraba a despedirse: «Ah, pero qué contrariedad —decía—, otro día os llamo, que hoy no se oye bien». ¿Que no se oía bien? Claro que se oía bien. Pero algo pasaba en aquellas comunicaciones telefónicas que nos perturbaba a ambas: silencios estremecidos, un fondo de cadenas al terminar sus frases, como de fantasmas arrastrándose al fondo. ¿Quién la tenía presa en aquella cárcel de algodones?” - (Fragmento, “Sangre de horchata”, de Luisa Castro).

La de “Sangre de horchata” es una historia que solo podría tener sentido gracias a la ironía con la que narra la escritora española. Su regreso a la ficción no pudo haber sido mejor, luego de haberse ganado la atención los lectores con una obra cuya inquietud central parece apuntar a los abismos que surgen en las relaciones humanas. En estas páginas, la exploración quedó hecha. Los lectores lo confirmarán.

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