Sexo en el siglo XXI: ¿qué pensamos hoy sobre pornografía, placer y consentimiento?

En “El derecho al sexo”, la filósofa Amia Srinivasan parte del movimiento #MeToo para repensar cuestiones que el feminismo viene abordando desde Simone de Beauvoir y su fundamental “El segundo sexo”. Según afirma la autora, “en la utopía feminista no habrá género, o habrá tantos géneros que carecerán de sentido”.

Compartir
Compartir articulo
En su primer libro, "El derecho al sexo", la filófosa Amia Srinivasan afirma que "todas las mujeres trabajadoras, o casi todas, han vivido acoso sexual".
En su primer libro, "El derecho al sexo", la filófosa Amia Srinivasan afirma que "todas las mujeres trabajadoras, o casi todas, han vivido acoso sexual".

“Cuando quede abolida la esclavitud de la mitad de la humanidad y todo el sistema de hipocresía que supone (…), la pareja humana recobrará su verdadera imagen”, Simone de Beauvoir, El Segundo Sexo (1949)

En su primer libro, El derecho al sexo (Anagrama, 2022), la filósofa bahreiní Amia Srinivasan presenta una lectura personal sobre el feminismo en los últimos años, particularmente desde el surgimiento del movimiento #MeToo en octubre de 2017. Este hashtag tuvo como objetivo denunciar los abusos sexuales sufridos por las actrices de Hollywood por parte de productores de cine como Harvey Weinstein. Desde entonces, las denuncias por acoso a través del #MeToo han crecido hasta superar las 500 mil.

“El punto de inflexión más reciente del feminismo estadounidense, la campaña del #MeToo de 2017, extrajo su fuera motriz del simple hecho de que todas las mujeres trabajadoras, o casi todas, han vivido acoso sexual: comentarios lascivos, humillaciones, tocamientos, amenazas sexuales, boicoteos. En las plataformas de las redes sociales, primero en Estados Unidos y luego más allá, las mujeres empezaron a reconocer sus propias experiencias en los testimonios de otras”, escribe la autora.

Para analizar el sexo en toda su complejidad, vale decir, en sus ambivalencias profundas, Srinivasan se aproxima al asunto del consentimiento como condición indispensable para alcanzar la igualdad y la libertad sexual de las mujeres. Ella puntúa los tipos de discriminación existentes a la hora de elegir pareja, no solo respecto a la mujer heterosexual que no pertenece al grupo de blancos anglosajones y protestantes de clase alta (WASP), sino también hacia otros géneros como los hombres queer y los transgénero, y otras identidades LGBT+.

infobae

También se interroga sobre los nexos establecidos entre pornografía y libertad, estupro y desigualdad social y racial, castigo y responsabilidad, placer y poder, capitalismo y socialismo. Desde el inicio de su libro, se pregunta qué medidas habría que implementar para liberar a la mujer de toda forma de subordinación, mientras sostiene que la revolución sexual en sí misma no le concedió a la mujer más libertad sino que, por el contrario, condujo a la omnipresencia del sexo desigual entre hombres y mujeres.

El feminismo liberal se centró en la elección y el consentimiento de las mujeres, lo que condujo, paradójicamente, a la preservación de los estratos de poder, incluidas las basadas en la raza y la clase social. “Mi propia intuición, -explica la autora en una entrevista-, es que en la utopía feminista no habrá género, o habrá tantos géneros que carecerán de sentido. Me gustaría una relación totalmente arbitraria entre los cuerpos de las personas y cómo actúan: cómo se visten, cómo se comportan, con quién se asocian, cómo eligen tener familias”.

El ensayo de Srinivasan parte de la premisa de que el feminismo es un movimiento esencialmente político, en el que la mujer toma conciencia de ser parte de una clase sexual subordinada social, sexual, política, económica, psicológica y físicamente al hombre. La autora insiste en que el sexo es un asunto cultural, pero la sociedad humana nos quiere hacer creer que se trata de un hecho natural siendo, por lo tanto, la principal preocupación de la intelectual, encontrar la forma de hacer que el sexo sea realmente libre y que trascienda el concepto de “consentimiento”.

Los planteos que encontramos en El derecho al sexo cuentan como antecedentes los pensamientos de Simone de Beauvoir, Alexandra Kollontái, Audre Lorde, Catharine MacKinnon y Adrienne Rich. A partir de su libro El Segundo Sexo (1949), De Beauvoir se convirtió en precursora del movimiento feminista, al describir a una sociedad en la que se posterga a la mujer a una situación de dependencia.

Simone de Beauvoir fue una de las pioneras del feminismo.
Simone de Beauvoir fue una de las pioneras del feminismo.

Ahí describió el matrimonio como una institución burguesa, donde la mujer depende económicamente de su marido, sin posibilidad de realización personal. Sostenía que la mujer era definida según una construcción cultural cimentada por los hombres, y que era indispensable que la mujer reconquistara su propia identidad desde criterios propios.

Por otra parte, De Beauvoir se adelantó a su época en otros muchos aspectos. Se identificó con los partidos europeos de izquierda y con los países comunistas, fue una férrea defensora del derecho al aborto, a rechazar la maternidad y a la eutanasia. Además, junto con importantes intelectuales franceses como Michel Foucault, Jean-Paul Sartre, Jacques Derrida, Roland Barthes y Jean-François Lyotard, firmó una petición al parlamento francés, donde exigía la reducción a 13 años en la edad de consentimiento al acto sexual.

Desde la época de la escritora francesa hasta hoy en día, el pensamiento feminista fue evolucionando a la luz de los nuevos contextos históricos. Srinivasan pertenece a la nueva generación de escritoras feministas. El primer capítulo de su libro El derecho al sexo, titulado “La conspiración contra los hombres”, intenta definir aquello que se considera estupro en diferentes países, según el alcance de la legislación local a la hora de defender los derechos de las mujeres. A modo de ejemplo, en la India, la violación conyugal no está penalizada legalmente.

Por otra parte, según estadísticas oficiales, en los Estados Unidos los hombres negros y pobres son condenados falsamente por violación unas 3,5 veces más que un hombre blanco de clase alta. Allí existe también un componente racial y social.

En el segundo capítulo, la autora trata la cuestión del porno en relación con las corrientes feministas. Cuenta que la pornografía se convirtió en el tema de disputa entre dos ramas del feminismo durante los años ‘80 en los Estados Unidos. Las “antisexo” se oponían a la pornografía, al sadomasoquismo y a la pederastia, por considerarlos resultantes de la sociedad patriarcal. Las “prosexo” sostenían que las mujeres tenían derecho a mantener relaciones sexuales en el momento, en el lugar y con la persona que ellas eligieran.

Srinivasan ha escrito sobre temas como el sexo, la muerte, el suicidio, la angustia, la educación y los animales, y sus textos han aparecido en importantes medios tales como The London Review of Books y The New Yorker, entre otros.
Srinivasan ha escrito sobre temas como el sexo, la muerte, el suicidio, la angustia, la educación y los animales, y sus textos han aparecido en importantes medios tales como The London Review of Books y The New Yorker, entre otros.

“La intensidad de la ‘guerra del porno’ se entiende mejor si tenemos en cuenta que el porno vino a servir, para las feministas de esa generación anterior, como una metonimia del sexo ‘problemático’ en general: del sexo que no daba ninguna importancia al placer de la mujer, del sexo sadomasoquista, de la prostitución, de las fantasías de violación, del sexo sin amor, del sexo en el que hay un desequilibrio de poder, del sexo con hombres”, escribe la filósofa.

Más adelante, Srinivasan dedica un espacio amplio al caso de Elliot Rodger, un joven que disparó contra más de 15 personas al azar en los alrededores de la Universidad de California. Más tarde se daría a conocer un manifiesto escrito por el perpetrador de la masacre en el que acusa a las mujeres de impedirle su derecho al sexo. Según la autora del libro, este manifiesto es una expresión brutal de misoginia, clasismo y racismo. Y, podíamos agregar, de misantropía y narcisismo.

A pesar de los sentimientos de odio, desprecio y animadversión que expresa, el manifiesto obtuvo apoyo de muchos hombres que se identificaron con Elliot Rodger y crearon una comunidad cibernética destinada a que los Incels (siglas en inglés correspondientes a los términos “involuntarily celibate” —involuntariamente célibe) intercambien sus exigencias y las expresen públicamente. En 2017, las comunidades cibernéticas Incels fueron clausuradas, bajo la acusación de incitar a la violencia.

Por último, el libro habla de la lógica capitalista del sexo, la cual se encontraría dividida en dos males principales: en primer lugar, el sexo como un producto que responde a la lógica del mercado y, en segundo lugar, el orden social del patriarcado, que introdujo en el sistema capitalista la imagen de las mujeres como jefas de hogar. Esta división forzada del trabajo implicaría una subvaloración de la mujer dentro del mercado laboral, no sólo debido a la disparidad salarial, sino también en virtud de las condiciones de trabajo que, al menos en los Estados Unidos, incluyen el acoso sexual o el abuso de alguna clase, en un gran porcentaje de casos.

Así empieza “El derecho al sexo”

El feminismo no es una filosofía, tampoco una teoría, ni siquiera un punto de vista: es un movimiento político con el que transformar el mundo hasta dejarlo irreconocible. El feminismo se pregunta: ¿cómo sería poner fin a la subordinación política, social, sexual, económica, psicológica y física de las mujeres? Y se responde: no lo sabemos; probemos a ver.

El feminismo nace cuando una mujer toma conciencia de ser miembro de una clase sexual: esto es, miembro de una clase de personas asignadas a una categoría social inferior sobre la base de algo denominado “sexo”; algo que se considera natural, prepolítico; un fundamento material y objetivo sobre el que se erige el mundo de la cultura humana.

Pero si examinamos este ente supuestamente natural, el “sexo”, descubrimos que viene ya cargado de significado. Al nacer, los cuerpos se clasifican como “masculinos” o “femeninos”, si buen muchos de ellos han de mutilarse para encajar en una u otra categoría, y muchos otros protestarán tiempo después contra la decisión que se tomó.

Esta división primera determina la función social que se le adjudicará a cada cuerpo. Algunos servirán para crear nuevos cuerpos; para lavar y vestir y alimentar a otros cuerpos (por amor, nunca por obligación); para hacer que otros cuerpos se sientan bien, renovados y al mando; para que otros cuerpos se sientan libres. El sexo es, pues, un ente cultural que se quiere hacer pasar por natural. El sexo, que las feministas nos han enseñado a diferenciar del género, es ya en sí mismo un género camuflado.

Quién es Amia Srinivasan

♦ Nació en 1984 en Bahréin, y fue criada en Londres, New York, Singapur y Taiwán.

♦ Diplomada de la Universidad de Yale y de Oxford, actualmente es profesora de Teoría Política y Social, Teoría Feminista y Epistemología en el All Souls College de Oxford. También se desempeña como profesora visitante en el University College de Londres, Yale, NYU y UCLA.

♦ Ha escrito sobre temas como el sexo, la muerte, el suicidio, la angustia, la educación y los animales, y sus textos han aparecido en importantes medios tales como The London Review of Books, The New Yorker, The New York Review of Books, The New York Times, The Times Literary Supplement, Harper’s, The Nation y TANK.

El derecho al sexo es su primer libro.

Seguir leyendo: