Cómo cocinar en la cárcel según el ladrón que, dicen, inspiró al personaje de Darín en “Nueve reinas”

“Cocina tumbera”, de Fernanda Mejía, pone el foco en la comida tras las rejas, un aspecto poco (o mal) contado. ¿Los ingredientes principales? Sobras, ingenio y rebusque.

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En "Cocina tumbera", editado por Sudestada, Fernanda Mejía muestra una faceta desconocida de la vida carcelaria: la comida. ¿Cómo se las arreglan, a veces con sobras e imaginación, las personas privadas de su libertad?
En "Cocina tumbera", editado por Sudestada, Fernanda Mejía muestra una faceta desconocida de la vida carcelaria: la comida. ¿Cómo se las arreglan, a veces con sobras e imaginación, las personas privadas de su libertad?

Cocina tumbera no es estrictamente un manual de cocina. El libro que acaba de salir por editorial Sudestada recoge anécdotas y recetas culinarias que atraviesan la vida de Pedro Palomar, un ladrón legendario. La autora, Fernanda Mejía, las repasa destacando el ingenio y la inventiva para cocinar en la cárcel con lo poco que hay al alcance, sin renunciar al sabor de la comida casera.

Pedro estuvo 35 años preso. Dicen también que inspiró al personaje que interpreta Ricardo Darín en la película Nueve reinas, porque lo suyo era la maestría del guante blanco: robos y estafas sin disparos ni violencia. Él mismo lo cuenta en otro libro, Mi vida como Ladrón. Lo que no había sido revelado aún era su afición por la cocina y el rebusque para armar platos variados y sabrosos en las distintas cárceles del país en las que estuvo detenido entre 1969 y 2004, donde podía preparar desde fideos caseros hasta mariscos con salsas elaboradas.

Fernanda Mejía es escritora de literatura infantil, tiene seis libros publicados en editoriales independientes y conoció a Pedro diez años atrás gracias a una amiga. Lo que más le llamaba la atención del novio de su amiga eran los increíbles platos que preparaba en las fiestas familiares. “Pedro cocinaba riquísimo, todo era súper elaborado. Armaba unas salsas extrañas que llevaban horas de preparación. Un día en la casa de ellos le pregunté, ¿Pedro, ¿dónde aprendiste a cocinar así? Y me dijo: Lo mío es la cocina, tumbera”, recuerda Fernanda.

Años más tarde, la idea de escribir un libro sobre las historias que Pedro le relataba de la cárcel y su relación con la cocina, empezaron a rondar con más fuerza hasta llegar al texto final, en el que logró un equilibrio entre relato y receta. “El libro está organizado en capítulos en los que cada uno es sobre un platillo, y ese platillo viene acompañado de una anécdota en la que él es protagonista, pero siempre con alguna otra figura, algún otro personaje que, como se dice en el lenguaje carcelario, ranchaba con él”, cuenta la autora.

En la cárcel se cocina con lo que hay, por eso entre los ingredientes pueden aparecer desde las sobras de otras comidas o restos de pan hasta una preparación con papa fermentada que llaman “pajarito”, un típico vino tumbero para sazonar salsas y estofados. Así lo describe Fernanda: “Pelar dos kilos de papa y cortarla en trozos medianos. Poner a hervir en una olla. Antes de que la papa esté totalmente blanda, retirar del fuego. Esperar a que enfríe, añadir taza de azúcar y revolver. Tapar y esconder muy bien este preparado por 3 o 4 días mientras fermenta. Tener especial cuidado en las requisas, ya que, si este vino tumbero fuera encontrado, sería decomisado y el propietario apaleado”.

Pedro Palomar habría inspirado el recordado personaje de Ricardo Darín en la película "Nueve reinas". (REUTERS)
Pedro Palomar habría inspirado el recordado personaje de Ricardo Darín en la película "Nueve reinas". (REUTERS)

En los textos, en las películas y en las series se muestra la vida en las cárceles, pero poco se sabe sobre qué se come ni cómo se elabora y, cuando sí se lo enfoca, suele ser algo revulsivo de ver. O, por el contrario, una muestra del privilegio de algunos presos que tienen acceso a otra comida. A Fernanda le interesaba mostrar eso en el libro porque era algo de lo que conversaba habitualmente con Pedro: “Él me decía, ‘yo pasé mucha hambre en la vida, pero hambre de verdad, y en la cárcel hay mucha hambre’. Entonces en los diferentes capítulos se ven las desigualdades que también se reproducen dentro de los penales, las mismas desigualdades que hay afuera en la sociedad. Hay penales y pabellones en los que cuentan con muchos recursos económicos y otros en los que pasan hambre”.

Durante casi un año estuvieron conversando y repasando fragmentos de la vida de Pedro para completar el recetario. Se juntaban y conversaban. “Él me iba contando el platillo y la anécdota. Después yo los mixturaba un poco con mi vida personal. La escritura del libro fue súper divertida. El pasaje de las anécdotas fue desopilante porque él es un tipo muy positivo que trata de ver sus experiencias de la mejor manera posible. Por eso el libro no es un dramón terrible”, dice Fernanda.

Cocina Tumbera tiene diversidad de recetas. Hasta hay una de mariscos porque Pedro estuvo en el penal 15 de la unidad de Río Gallegos.

-Infobae: Pero, ¿cómo que comías mariscos, ahí, era parte del menú?

-Pedro Palomar: Lo que pasó fue que prefectura secuestró un barco taiwanés que estaba pescando ilegalmente en aguas argentinas y lo llevaron al puerto de Santa Cruz. No era muy grande, pero era importante. La mercadería la repartieron entre instituciones varias- recordó Pedro.

-I: ¿Quiénes fueron los beneficiarios?

-PP: Diferentes hospitales, centros de ancianos, hogares de día, la cárcel, comisarías. También se entregó a gente de pocos recursos.

-I: ¿Y a ustedes que les tocó?

-PP: Nos dieron muchas cajas de langostinos. Casualmente fueron a parar a la carnicería en donde había una persona que ranchaba conmigo, el Vikingo Pérez, al que para joder le decía La Vicky.

Portada de "Cocina tumbera", de Fernanda Mejía.
Portada de "Cocina tumbera", de Fernanda Mejía.

Hay también algunos pasajes de la vida cotidiana en la cárcel. “Pedro me contó que esa cárcel era como un pueblo. Había de todo. Sobre todo porque era como una cápsula por el frío. Estaba toda cerrada y tenía calefacción. Se vivía todo el año por el calor de las estufas. Había un patio que se llenaba de nieve, pero la secaban para poder jugar al fútbol”.

Si bien Pedro trabajó en las cocinas de algunos penales, la fuente principal de la cocina tumbera es el rebusque: lo que puedan traer los familiares y las visitas; las sobras que llegan a recolectar y se reciclan; pedacitos de carne que se vuelven albóndigas para la salsa; pan duro que, con agua y azúcar, puede convertirse en factura para la tarde. Con los utensilios también se las ingenian: el facón de alguno servía también para cortar y picar los restos; un pedazo de palo de escoba era ideal para amasar; y, en algunos pabellones, turno de por medio, se accedía a un calentador y, con alguna olla que les prestaban, preparaban una comida extra.

La idea de Mejía con el libro es dar a conocer la historia de este cocinero y mostrar ejemplos que pueden tener otro final. Pedro Palomar salió de la cárcel en 2004 y no volvió a delinquir. “Ser su amiga, saber su historia, me enseñó lo que es la humildad, a no juzgar a los demás sin conocer la historia. Y hacerlo a través de la comida es una forma de visibilizar otros intereses de las personas privadas de su libertad. Para mí es súper importante que en las cárceles haya talleres que las motiven a aprender cosas nuevas que las puedan llegar a reinsertar en la sociedad y conseguir un trabajo afuera, más allá de la alimentación, que es algo básico y debería contemplarse. Porque si alguien es celíaco, diabético, o vegetariano, ¿qué pasa? No creo que ninguna de esas cosas se tenga en cuenta hoy en día a la hora de diseñar un plan de alimentación en un penal”, señala Mejía.

Es por eso que la autora suele dar talleres de cocina en centros de atención comunitarios y unidades carcelarias. “Se desarrollan recetas que resultan significativas para los participantes, platos que los movilizan y significan mucho en sus vidas y la historia detrás”, cuenta.

A pesar del tiempo que hace que se conocen y de la amistad que los une, Fernanda aún no sabe qué tiene la famosa salsa que prepara Pedro en los eventos familiares. “Es deliciosa: un poco agria pero cremosa. Más o menos te dice que tiene a grandes rasgos, pero yo sé que le pone ingredientes secretos que no te dice cuáles son. No cuenta exactamente qué es lo que tiene”. Por las dudas, Fernanda ya no pregunta más.

Quién es Fernanda Mejía

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1984.

♦ Aprendió a leer de la mano del legendario escritor Bernardo Kordon, que despertó a temprana edad su amor por los libros.

♦ Se graduó como Licenciada en Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires.

♦ Escribió su primer libro infantil, Juanchi y los animales marinos, en 2015. En la actualidad, tiene seis libros infantiles publicados de manera independiente. Cocina tumbera es su primer libro para adultos

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