De boca en boca: Diego Vecchio y el hilo que une a las Ciencias Ocultas con la escritura

En “El demonio telepático”, el escritor narra casos curiosos, que incluyen a una medium, a Mario Levrero y a Freud. Va en busca del pánico a la hoja en blanco y la transformación de los escritores.

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María Sonia Cristoff y Diego Vecchio
María Sonia Cristoff y Diego Vecchio

Últimamente vengo preguntándome de qué aspectos de la escritura no hablamos en las clases quienes precisamente damos clases de escritura. Uno, sin duda, es el que tiene que ver con lo que hay detrás del tan mentado pánico a la hoja en blanco, con las trabas y los bloqueos. El otro es el misterio que anida en la práctica del escribir, en esa especie de entrada en trance sin la cual, como solía decir Ricardo Piglia, no hay escritura sino mera redacción.

Del primero de los aspectos no hablamos, creo, porque nos parece que, para indagar en meandros psicológicos, hay prácticas más válidas como el psicoanálisis, o la jardinería, o lo que cada quien elija; del segundo, no hablamos porque nos abisma. Ahí, sin embargo, en ese abismo, atravesando la desazón de tratar de definir lo indefinible, desafiando ese dictum que recomienda no inmiscuirse en ciertos dones para no arriesgarse a perderlos, se sumerge Diego Vecchio en El demonio telepático, un ensayo plagado de arrojo, de hipótesis brillantes y de microrrelatos imperdibles al que su autor califica de “ficción teórica”.

En el principio del libro hay un narrador que se obsesiona con la obra de Mario Levrero, y no con toda su obra, ni siquiera con la más prestigiosa, sino con ese Manual de parapsicología que Levrero publica en 1980 como ghost writer de Miguel Torri, sacerdote devenido parapsicólogo, presidente en Uruguay del Centro Latinoamericano de Parapsicología, que a su vez había sido fundado en 1971 por Oscar González Quevedo, un sacerdote enviado a Brasil por la Compañía de Jesús que termina escribiendo volúmenes sobre poderes ocultos de la mente, curas milagrosas y hechicerías, y hasta participando en el programa “Hola Susana” como detector de fraudes mediúmnicos.

"El demonio telepático", de Diego Vecchio
"El demonio telepático", de Diego Vecchio

Es tal su obsesión con ese libro, dice este narrador-investigador, que no encuentra cómo detener ese sistema de traducción simultánea que su mente hace de los carteles preventivos que el propio Levrero incorpora a su Manual, y entonces, donde el cartel dice cosas como “Recordamos la conveniencia de dosificar esta lectura” o “Sugerimos un nuevo paréntesis en la lectura y un cambio de actividad”, él lee “Siga leyendo parapsicología” o “Es necesario no distraerse y seguir leyendo parapsicología”. Teniendo en cuenta que El demonio telepático está fundamentalmente hablando de la experiencia de escritura, no es difícil deducir de ahí la postulación de que en el principio de toda escritura hay una lectura voraz, imparable.

Cuando este narrador obnubilado llega al final del Manual, cuando todo parece indicar que volverá a la calma, se topa con un Apéndice en el que figuran, listados, todos los libros de Parapsicología, Esoterismo y Ocultismo que Levrero cita como fuentes y ahí su inmersión es total, definitiva.

Nosotros, lectores, lo celebramos porque. gracias a sus rastreos y lecturas de todos esos libros, vamos conociendo esa serie de personajes y de microrrelatos extraordinarios que mencionaba antes, entre los cuales también está, por nombrar solo un ejemplo además del de los sacerdotes díscolos, el caso de literatura mediúmnica en colaboración que protagonizan el médico e investigador de fenómenos psíquicos Théodore Flournoy y Hélène Smith, una empleada de comercio de Ginebra que además es una médium de imaginación desbordada que durante cuatro años de investigación le va narrando, en estado de sonambulismo, historias novelescas en las cuales es capaz de recuperar la voz de un príncipe hindú del siglo V, o la de María Antonieta, o la de una viajera a Marte que conversa con locales y aprende sus lenguas autóctonas, porque resulta que la intervención de lenguas extrañas es una de las piezas más impresionantes de ese experimento, a un punto tal que para intentar explicarlo Flournoy consulta a Ferdinand de Saussure, entonces titular de la Cátedra de Lenguas Indoeuropeas de la Universidad de Ginebra.

Mario Levrero
Mario Levrero

No es este el espacio para expandirme con esos cuentos, lo sé, solo agrego que El demonio telepático despliega muchos otros, todos deliciosos, imperdibles, y es más, puedo asegurar que, si alguien está corto de imaginación, acá tiene un generoso yacimiento de casos más que inspiradores.

El recorrido del narrador-investigador sigue esos casos, y va contrastando hipótesis, deslindando campos, internándose en las disputas epistemológicas que entablan las teorías de base ocultista con la teoría freudiana, que evidentemente conoce bien, e internándose también en las disputas de Freud con sus propios discípulos y, sobre todo, va deteniéndose en las apariciones que todas esas teorías tienen en la obra íntegra de Levrero, no solo en el que tradicionalmente se ha considerado su ciclo esotérico. El recorrido es exhaustivo, tanto que El demonio telepático, en su hibridez, admite también ser leído como un ensayo crítico acerca de la obra de Levrero.

Para la línea que en cambio estoy subrayando acá, la que tiene que ver con atreverse a abordar el misterio de la escritura, es crucial su análisis de La novela luminosa, porque claramente ahí Levrero, aunque con otro rumbo, también hace un intento de hablar de lo que no se puede hablar; y es crucial también el momento en el que Vecchio analiza el tema de los nombres en Levrero, quien se desdobló en Jorge Varletta, su nombre originalmente más cotidiano digamos, para firmar fotonovelas, historietas y textos humorísticos; y en el más oculto Mario Levrero para firmar su obra más literaria.

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En ese desdoblamiento, en esa disociación, hace base Vecchio para postular su concepción espectral de la literatura, esa práctica llevada adelante por un sujeto bífido, que se aparta de su yo cotidiano para dejar hablar a su inconsciente, o para transcribir mensajes dictados por otra psique, que a su vez transcribe a otra psique a través de un intermediario que, según las distintas época y modas, puede llamarse musa, genio, espectro, espíritu, fantasma, yo subliminal o demonio telepático.

Sin la intervención del demonio telepático, dice Vecchio traduciendo a su concepción espectral de la literatura la frase de Piglia que cité al principio, el escritor no es más que un dactilógrafo, un devoto de la técnica, peligro que sin dudas este libro ayuda a evitar invocando telepatías e invitándonos a dejarnos ganar por ese otro nombre del trance: el entusiasmo.

* La semana próxima continúa la cadena de recomendaciones de De boca en boca.

Quién es Diego Vecchio

♦ Nació en Buenos Aires en 1969.

♦ Es narrador, ensayista y traductor.

♦ Publicó Historia calamitatum (2000), Egocidios: Macedonio Fernández y la liquidación del Yo, (2003), Microbios (2006) y Osos (2010).

♦ Desde 1992 vive en París.

♦ Enseña en la universidad de Paris 8 Lliteratura latinoamericana y creación literaria.