Un tanque en una casa, una banda de rock y una utopía setentista para “dinamitar” la literatura: bienvenidos a “Derroche”, de María Sonia Cristoff

La autora construye una novela urbana y también rural que se vuelve una crítica directa a la forma en que trabajamos. Una escritura que desafía los límites.

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María Sonia Cristoff y su novela "Derroche".
María Sonia Cristoff y su novela "Derroche".

Qué ganas de espoilear da Derroche, de la cronista y escritora argentina María Sonia Cristoff, autora de otros libros de ficción y de no ficción, como Mal de época, Inclúyanme afuera, Bajo influencia, Desubicados y Falsa calma.

Pero no.

Digamos lo que se puede decir, sin traicionar.

Se puede decir: Derroche es una novela surreal, urbana y rural. Una novela de mezcla.

Empieza con la correspondencia póstuma de una tía abuela a su sobrina nieta, la protagonista, Lucrecia. Las cartas traen un enigma a descifrar que es, al mismo tiempo, una llave salvadora, una búsqueda del tesoro.

El libro contiene algunas ideas geniales: un tanque de guerra escondido en el cuarto covacha de una casa. Una utopía guerrillera setentista que deviene distopía ecológica. La muerte violenta del padre. Un personaje con nombre de río egipcio. Una banda que ensaya en una cueva. Un narrador imprevisto: vuela y escribe. Textos de otros autores parafraseados y hechos canción. Un telegrama. Breves crónicas con títulos sensacionalistas, basadas en testimonios de personas explotadas. Una crítica feroz y directa al sistema laboral.

Así, el concepto de “extractivismo vital” se despliega en todo el libro y se condensa en el poema canción inspirado en el libro Trabajos de mierda, del antropólogo anarquista David Graeber:

“Los gestores financieros/ Los grupos de presión/ Los abogados pendencieros/ Los atletas de salón. / ¿Por qué existen? / ¿Para quiénes insisten? / Esas miradas cansadas/ Esas servidumbres disfrazadas/ Esas vidas en automático/ Esos reyes del caos climático/ ¿Por qué existen?”

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Cristoff tiene un plan audaz: dinamitar la literatura. Lo ha dicho y lo ha escrito en entrevistas: como la que publicó Milena Heinrich en Télam el 17 de abril de 2022, titulada: “Me interesa la novela como género a dinamitar”. Y explica: “Batallo contra esa forma porque me da un aburrimiento tremendo construirla, me genera un tipo de agotamiento emocional profundo estar atenta a lo que (César) Aira llama ‘los rasgos circunstanciales en la novela’, toda esa ristra de causas y efectos y explicaciones y detalles de los que en cine sería el continuismo que subyacen en ese tipo de novelas de matriz decimonónica y también en la vida, todo un horizonte signado por el sentido del deber y la doxa y la coherencia obediente del que precisamente intento escaparme cuando escribo.”

O, más allá todavía, en su ensayo “Literatura y crónica. Gato por liebre”, publicado en Revista Anfibia: “La experimentación con lenguajes no ficcionales me pareció siempre una de las formas más interesantes de probar los límites de la práctica literaria, de dinamitarla para así evitar escribir en la estela de los novelones decimonónicos y rancios que se naturalizaron como lo que debemos entender por novela; de preguntarme, mientras narro, qué es eso que hoy llamamos literatura. Muchas veces, a falta de mejor nombre, llamo literatura de no ficción a ese modo de escribir, de experimentar, y soy consciente de la ambigüedad que de ahí se deriva, una ambigüedad que no me molesta sostener –mejor dicho, que me interesa sostener– cuando estoy pensando en la práctica literaria”.

La discusión sobre los géneros se vuelca en Derroche: el rock no solo está en la cueva, en los ensayos de la banda Más chancho serás vos, en algunas “letras”, en el cambio de género (y de especie) de un narrador que, como el oso de Moris, no resigna su libertad. También está por fuera de la trama, entre los agradecimientos de la autora, por ejemplo, a Pablo Schanton, periodista y letrista de canciones (de rock).

Como protagonista de la novela, Lucrecia, mantiene la cohesión en medio de una serie de (dis)continuidades fragmentarias: es el hilo que cose, quien liga la masa, destinataria de las cartas, cronista, amiga, sobrina nieta. Narradora central que por momentos se borra, como en la serie de los mensajes que se intercalan los personajes en los capítulos sobre La oficina, donde también Lucrecia se instala como trabajadora de la escritura explotada.

La novela se pregunta por lo que queda fuera del sistema productivo, y desde ese lugar se retoma la utopía (anarquista)

La novela se pregunta por lo que queda fuera del sistema productivo, y desde ese lugar se retoma la utopía (anarquista). En el fragmento sobre el personaje con nombre de río, agazapada, puede leerse una teoría sobre el derroche que alude al goce: “Nunca pude decirle Nilo, como todos, porque lo veía yo a él y a la vez veía los recorridos de ese río mítico, zigzagueante, ese río misterioso sobre el que habían escrito tantos, entre ellos un tal Richard Burton del que me habló mucho Lucre en nuestras largas noches de lecturas compartidas, un viajero inglés delirante y excesivo, un señor del que pueden decirse muchas cosas aunque yo solo prefiero recordar que llegó travestido a los puntos más recónditos del mundo y que planeó un duelo a muerte con su mejor amigo por una disputa acerca de la verdadera fuente del Nilo, ese río poderoso y sagaz, ese río dulce y sensual en el que mis primeros antepasados, los africanos del norte, se revolcaron tantas veces, se regocijaron, se disfrazaron, se embarraron para seguir viviendo y gozando.”

Derroche, desorden, goce y desborde, en el sentido de lo prohibido, pero también del desafío a los límites, caracterizan la escritura de Cristoff, como lo señalan, más allá de la historia, los comentarios sobre la autora, como el de Belén Gopegui: “Sus libros cuestionan la idea misma de la literatura, la tradición, a la persona que está leyendo. Su escritura arriesga un gesto innovador más allá del tablero de las imitaciones literarias.” O el de Alejandra Costamagna: “Cristoff está lejos de ser un bicho más. Ella es, por el contrario, un ejemplar magnífico de cronista-ensayista-narradora: una especie única y acaso en vías de extinción”.

El objetivo de dinamitar para crear algo diferente ha sido logrado.

Vale preguntarse, entonces: ¿Qué es lo que se derrocha?

La palabra titula y cierra un poema canción inspirado en Aurora, de Friedrich Nietzsche y claro, en su simpleza: “Ensimismarse, meditar, soñar/ Preocuparse, odiar, amar/ Todas ocupaciones candentes/ Acosadas por pendientes/ De la mañana a la noche/ Nos prohíben el derroche”.

Quién es María Sonia Cristoff

Nació en Trelew en 1965

Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires

Escribió, entre otros, Falsa calma (Seix Barral, 2005, reeditado en 2014) y Desubicados (Sudamericana, 2006).

También las novelas Bajo influencia (Edhasa, 2010) Inclúyanme afuera (Mardulce, 2014) y Mal de época (2017).

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