Mapa de grandes escritores de América Latina hecho por (otros) grandes escritores de América Latina

En el “Atlas de Literatura Latinoamericana”, autores, críticos y traductores vuelven a leer a los clásicos y revelan nombres que en un país son indispensables y en otros a veces conocemos poco

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Roberto Bolaño, Clarice Lispector, Augusto Roa Bastos y Antonio Di Benedetto
Roberto Bolaño, Clarice Lispector, Augusto Roa Bastos y Antonio Di Benedetto

Toda novela es un viaje y ese viaje puede suponer un atlas. Es decir, un conjunto de mapas que alumbren una geografía para ser apropiada, recorrida, leída. Es lo que hizo Clara Obligado, escritora argentina exiliada en España, al editar Atlas de Literatura Latinoamericana, cuya curaduría es una definición de antemano.

Lo declaraba en una nota de Infobae: “Los escritores tenemos que saber cuál es nuestro lugar, es cierto que hay lugares donde vas a ser rico y famoso, pero yo no quiero serlo. Si algún día me hago rica y famosa me encantará, pero será con mi juego. Fui autora de editoriales grandes y me di cuenta de que ese no era mi lugar. Si me exigían una novela rápido, si tenía que tener determinadas cenas que no tenía ganas tener, mejor no. No tengo nada en contra, pero yo no soy eso. Con Una casa lejos de casa, volví a publicar en una editorial pequeña, creo que hay que arriesgar ahí, que ese es el lugar de la cultura”.

Esta vez, Obligado convocó a escritores actuales para que reseñaran a los clásicos. La consigna fue saber qué leen y qué recomendarían.

Para Atlas, Obligado hizo una selección de autores y firmas. Y esa “edición” –a la que califica de “injusta” porque debió decidir a quién sumar y a quién excluir, arrojó una pieza literaria. Publicada por Nórdica Libros, de España, Atlas emerge como acto borgeano. De hecho, Obligado lo cita en el prólogo: “Borges, en Del rigor de la ciencia, imagina un imperio donde la cartografía se vuelve tan exacta que un mapa tendría el mismo tamaño que el territorio. Este mapa carece de utilidad, pero expresa la idea de que un territorio es imposible de representar. La imagen, irónica y vertiginosa, ilumina gran parte de las paradojas que acompañan a quien intente elaborar un Altas”. Eso también es literatura. Y parece la clave de estas poco más de doscientas páginas.

infobae

El resultado, una “arquitectura inestable”, como indica la bajada del título.. Así, en esta suerte de GPS literario, Mariana Enríquez escribe sobre Silvina Ocampo; Andrés Neuman sobre Roberto Bolaño, Federico Falco sobre Antonio Di Benedetto, Leila Guerriero sobre Rodolfo Walsh, por nombrar algunos. También incluye a críticos, editores y traductores como reseñadores, que le dan un plus “lejos de lo comercial” pero, paradójicamente, tan atrayente como comercial.

La brújula de su Atlas navega por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela. Los autores se han tomado por su lugar de nacimiento, y no por el sitio donde han vivido, aunque hay excepciones que reflejan la emigración y el exilio. Como Clarise Lispector (ucraniana que recaló en Brasil) y Leonora Carrington (nacida en Reino Unido y exiliada en México).

El lector no encontrará en este Atlas ni a Borges, ni a Onetti, ni a Rulfo, ni a García Márquez. “No están, pero sí están” -confiesa Obligado- “porque la literatura es un gran sistema de citas, y se encuentran representados su impulso germinal, su eco y su mundo”.

Si sumamos, las ilustraciones impactantes del argentino Agustín Comotto -categóricas, originales, con un trazo que magnetiza- el Atlas se convierte en una obra de arte para viajar sin moverse del sillón.

A continuación, un paneo para seguir disfrutando de la travesía.

Argentina

Un autor incómodo consigo mismo, difícil de encasillar

Di Benedetto por Federico Falco (*)

*Falco. General Cabrera, 1977. Con su novela Los llanos fue finalista del Premio Herralde. Reside en Córdoba y coordina talleres de escritura.

Falco elige Zama y Caballo en el salitral, como las obras preferidas del mendocino que debió exiliarse en Europa. Volvió en 1983 y falleció tres años después.

Zama siempre se consideró una novela magistral pero rara vez se la menciona en el boom latinoamericano de la década de 1960. Hasta hace algunos años, con las reediciones, y después con la adaptación cinematográfica de Lucrecia Martel, no era más que una palabra casi en clave.

Di Benedetto no deja de cambiar, de intentar nuevas formas, nuevos géneros, de explorar y experimentar. Sus cuentos son el mejor lugar para ver esas pruebas e intentos. Esos desafíos que se imponía a sí mismo. Siempre me dio la sensación de un autor incómodo, consigo mismo, con su lugar en el canon literario, con su propia escritura. Es uno de esos autores que son siempre jóvenes, que nunca maduran y eso es una de las cosas que más me gustan de su escritura.

Zama, de Antonio Di Benedetto. Una ilustración de Agustín Comotto
Zama, de Antonio Di Benedetto. Una ilustración de Agustín Comotto

Martín Fierro funda un pasado y una persistencia, una memoria y una identidad

José Hernández por Martín Kohan (*)

*Kohan. Buenos Aires, 1967. Profesor de Teoría Literaria en la UBA y escritor. Premio Herralde de Novela, 2007.

El Martín Fierro es el caso del libro que, con el tiempo, el personaje se convierte en más que su autor. Como Don Quijote de la Mancha con Miguel de Cervantes Saavedra, Martín Fierro parece haber existido más aún que José Hernández.

Y cómo ignorar esa alquimia, si con Martín Fierro se plasmó toda una idea de la cultura nacional y popular argentina. En las dos partes del poema -publicadas con siete años de diferencia entre sí, 1872 y 1879- ocurre, además, una transformación.

El gaucho rebelde de la Ida, es el gaucho manso de la Vuelta. Ya no piensa en retobarse y enseña que no hacerlo, destaca Kohan. Y otro punto, favorecido por la métrica y la rima, la oralidad gauchesca traspasó primero a la escritura. Martín Fierro funda un pasado (es decir, una memoria) y una persistencia (es decir, una identidad).

Infancia tenebrosa y amores obsesivos, las herramientas de la mejor escritora argentina

Silvina Ocampo por Mariana Enriquez (*)

*Enriquez. Buenos Aires, 1973. Docente de periodismo y editora en suplemento Radar de Página 12. Su novela “Nuestra parte de noche” ganó el premio Herralde 2019.

En la biblioteca familiar había unos libros de Silvina y me llamó la atención una recopilación de sus relatos porque la tapa tenía unas fotografías de muñecas o estatuas estrábicas y siniestras. Empecé con el cuento del título y quedé espantada: era la historia de una niña rica de quien abusaba uno de los empleados domésticos de la familia, pero los hechos no estaban presentados como un horror. Sí, él era poderoso y a veces titánico, pero la niña también disfrutaba y el cuento se llamaba El pecado mortal porque esta iniciación sexual perversa sucedía poco antes de la primera comunión.

Para Silvina -criada por institutrices, en otros idiomas donde el castellano, su lengua natal, era la última prioridad- escribir fue un aprendizaje en muchos sentidos. Y usó las herramientas de su mundo: los niños crueles, las infancias tenebrosas, los amores obsesivos, las clases populares y su forma de hablar -que encontraba fascinante-, los encierros en los que transcurrió su vida y las lecturas poco convencionales -Djuna Barnes hasta Baudelaire-, que su esposo Bioy Casares y su mejor amigo, Borges, no registraban o incluso despreciaban.

Es una ironía que la mejor escritora argentina, y una de las más importantes de la lengua castellana, aprendiera la lengua de su escritura relativamente tarde y con dificultad.

Brasil

Escribir es una maldición que salva

Clarice Lispector por Florencia del Campo (*)

*Del Campo. Buenos Aires, 1982. Editora por Filosofía y Letras de la UBA, vive en Madrid. Su obra “La versión extranjera” ganó el premio internacional de novela de la Ciudad de Balbastro.

Clarice Lispector es una autora que dijo que escribir es una maldición que salva. Quizá pueda pensarse también que escribir salva porque distraídamente se nombra.

Y aunque desarrolló parte de su producción en la década de 1960, no fue parte del boom latinoamericano –publicó al mismo tiempo que Cien años de soledad de García Márquez y Rayuela de Cortázar—; no tuvo chance de formar parte del fenómeno muy probablemente por dos cuestiones: por la carga filosófica y subjetiva de sus obras; y por ser mujer.

Nació en Ucrania, hija de un matrimonio judío, y llegó a Brasil de bebé: su familia se exilia en 1920 cuando ella tenía meses. En Brasil, todos adoptan otros nombres portugueses. Y ella, que era Chaya, pasó a ser Clarice.

Las mujeres de sus textos están en lucha con su identidad. Muchas veces tienen nombre, y ese proceso de nominalización alcanza su punto más álgido en una operación de subjetivación. Pero no es para nombrar absolutamente, no es el nombre inequívoco, porque el nombre podía ser otro. Es, en cambio, el cuestionamiento sobre la identidad de la mujer.

Clarice Lispector. En la mirada de Agustín Comotto
Clarice Lispector. En la mirada de Agustín Comotto

Chile

Escribir como moribundos momentáneamente sanos

Roberto Bolaño por Andrés Neuman (*)

*Neuman. Buenos Aires, 1977, hijo de músicos argentinos exiliados. Fue profesor de Literatura en la Universidad de Granada

La devoción por Bolaño tiene sólidas razones literarias. Fue capaz de sumarle carne a Borges, política a Wilcock, estructura a Parra. Ahora bien, si tuviera que destacar uno de sus dones, elegiría la desesperación. Bolaño no contaba historias: las necesitaba. Su escritura tiene una cualidad agónica y por eso nos conmueve tanto, sin importar si habla de crímenes o enciclopedias, de sexo o metonimias. Su gran acierto consistió en propone una metaliteratura visceral.

A causa de su salud, pasó un tercio de su vida como un moribundo que se despedía en secreto. Caminando de espaldas y alejándose lentamente, como Ulises Lima dice en Los detectives salvajes. También escribió así, con la furia de las últimas oportunidades. Con la melancolía vitalista de los enfermos graves. Siento que eso es lo que deberíamos hacer siempre, escribir como moribundos momentáneamente sanos.

Paraguay

Una literatura que aspira a transformar la realidad

Augusto Roa Bastos por Carmen Alemany (*)

*Alemany. Pego, Alicante, 1964. Catedrática de la Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante.

Hijo de hombre (1960) y Yo el Supremo (1974) deben formar parte del seleccionado de las grandes novelas latinoamericanas del siglo XX.

Su denominador común y lo que marca la diferencia es que Roa Bastos impregna de oralidad sus textos, una oralidad que se nutre del sustrato guaraní: escribe desde la lengua española pero las resonancias provienen del guaraní, que es la lengua evocada. Consigue la “guaranización” de la lengua española, sustentada de un acendrado lirismo.

En Yo el Supremo, la historia del Paraguay se perpetúa en la novela, pero también la intrahistoria, aunque el punto de mira son las veleidades del poder absoluto. Es una arrasadora metáfora del poder omnímodo que se confabula con el poder absoluto y el carácter propio de lo narrativo.

Roa Bastos crea una narrativa que respira y que siente. Y en el trasfondo, una literatura que aspira a transformar la realidad.

De Carmen Balcells, a las madres, esposas y grandes olvidadas: sin “ellas” no hubiera habido “ellos”

Las mujeres del boom por Ana Gallego Cuiñas (*)

*Cuiñas. Marbella, 1978. Profesora titular del Departamento de Literatura Española de la Universidad de Granada.

La gran mujer del boom es, sin duda, la agente literaria de todos ellos (Gabo, Cortázar, Vargas Llosa, Donoso, Fuentes): Carmen Balcells. La llamaban “la mamá grande” y fue la mediadora y gestora de la economía autoral de los escritores latinoamericanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Su buen olfato era tal que contactó a García Márquez la primera vez que lo leyó, fascinada, para procurarle los mejores contratos y traducciones. Gabo se quedó maravillado y firmó con ella medio en broma, un contrato donde la autorizaba a representarlo en todos los idiomas durante cincuenta años. También por ella, Gabo y Vargas Llosa se mudaron a Barcelona.

En 2010, Balcells vendió sus cartas, pruebas corregidas de escritores y anticipos al Ministerio de Cultura de España por tres millones de euros. Cerrados al público, esos codiciados documentos cristalizan la íntima relación entre la literatura y el mercado. La que ella encarnaba. Por eso la llamaban “pesetera”, “visionaria”, “manipuladora”, “ambiciosa”, aunque lo único que hizo fue defender los derechos intelectuales de sus autores y profesionalizarlos para que ellos, y ella, pudieran vivir de la escritura literaria.

Donoso dijo que tenía las cuerdas que los hacía bailar como marionetas. Sin embargo, se comportó como una extraordinaria empresaria, una mujer fuerte con poder y aguerrida. Parece poco probable que el boom hubiera llegado tan lejos sin su gestión. Como tampoco lo hubiera hecho sin las otras mujeres: las madres, las esposas, y las olvidadas.

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