El contexto, la técnica y un duelo entre escritores en 1856: Piglia, tras las pistas de la novela argentina

Eterna Cadencia acaba de publicar “Escenas de la novela argentina”, un libro que reúne las cuatro clases que el autor de “Respiración artificial” brindó en la TV Pública en 2012, tres antes de su muerte

Compartir
Compartir articulo
Ricardo Piglia (Foto: Télam)
Ricardo Piglia (Foto: Télam)

Es 1856 en Buenos Aires y 1200 hombres esperan ver sangre. Un luchador estadounidense de nombre Míster Charles, enorme, musculoso, se golpea el pecho en el escenario del Teatro Argentino. Es, según se lee en los carteles de la ciudad, el hombre más fuerte del mundo. Su promesa: pagarle dos mil pesos al que fuera capaz de vencerlo. ¿Quiénes lo intentarían esa noche? Lo dicen las crónicas periodísticas del día siguiente: tres argentinos, tres italianos, dos vascos, un irlandés, un uruguayo, un francés y un hombre de nacionalidad desconocida. Personajes ilustres estuvieron presentes. Uno de ellos es Sarmiento, que ya había escrito el Facundo, que ya había escrito Recuerdos de provincia, que estaba de regreso de su exilio en Chile, que al día siguiente publicaría una crónica sobre la lucha como epopeya. Y también estaban dos escritores que nos interesan particularmente: José Mármol y Lucio V. Mansilla, quienes se desafiarían a duelo.

Con esta viñeta empieza Escenas de la novela argentina de Ricardo Piglia, recientemente editado como libro por Eterna Cadencia. El volumen reúne las cuatro clases que el escritor brindó en la TV Pública en el año 2012 y se pueden ver en YouTube. Volvamos a 1856. Mansilla, desde un palco del teatro, pega un grito. Le habla a Mármol pero a todos los presentes. “Pueblo de Buenos Aires, denuncio a Mármol como calumniador. Hace mucho tiempo que estuve buscando una oportunidad como esta para echarle públicamente un guante en la cara; hoy no estuvo presente ninguna dama y la oportunidad era la que yo ansiaba”. Efectivamente, al ser una noche de pelea, no estaba permitido el ingreso a mujeres. Mármol acaba de llegar del exilio. La Batalla de Caseros todavía está presente; sus cenizas continúan humeantes. Urquiza está en la Presidencia. Mansilla es cuñado de Rosas, por eso el público comienza a gritarle “mazorquero”, sin embargo no se achica.

¿Por qué Mansilla lo reta a duelo? José Mármol había publicado, cinco años atrás y en forma de folletín, su obra más importante, Amalia, una novela que si bien se centra en una historia de amor lo que narra es la persecución de Juan Manuel de Rosas a sus opositores políticos. Considerada por muchos la primera novela rioplatense, Amalia se publicó en formato libro en 1855, un año antes de aquella noche en el Teatro Argentino. Hay un capítulo puntual: “Quinientas onzas”. “Mármol dice de una manera explícita que la familia Mansilla es corrupta y cuenta una situación en la que alguien es presionado para dar quinientas onzas al padre de Mansilla. Pero lo extraordinario es que Mansilla dice que lo hace por la madre, que se siente ofendido por el modo en que la madre está siendo tratada en la escena, aunque en la escena de la novela la madre no aparece”, cuenta Ricardo Piglia en este libro que reescribió un año antes de morir.

José Mármol y Lucio V. Mansilla
José Mármol y Lucio V. Mansilla

Lo que Piglia buscaba con estas clases era “adaptar la televisión a la cultura y no al revés”. Podría haber dicho literatura, adaptar la televisión a la literatura, pero no: marca una distinción, en esta especie de sutileza veloz, entre la cultura y el entretenimiento. Con su apasionada forma de hablar de literatura, se lanza a la caza de nuevos públicos, nuevos lectores; nuevas audiencias, se diría hoy. “No sólo llevar la literatura a un espacio como la televisión, sino también llevar el formato de la clase, que tiene, como sabemos, algo de teatral y tienen también una larguísima tradición como forma de transmitir la experiencia”, sostiene. “La clase como intercambio”, algo que “le da el aire de conversación que estoy buscando”. Un año antes, en 2011, Pigilia decidió volver a la Argentina luego de varios años viviendo en Estados Unidos, donde daba clases en universidades como Harvard y Princeton. Se instaló en Buenos Aires en diciembre; las clases las dictó en septiembre de 2012.

Su objetivo central es pensar lo específicamente argentino en la novela argentina. ¿Acaso hay algo particular en la forma que nuestro país, nuestra sociedad, nuestra contexto produce historias enmarcadas en ese “género mutante”? “La novela no es la historia”, dice Piglia. La historia “trabaja con grandes acontecimientos y grandes masas”; la novela “individualiza los hechos y trabaja sobre acontecimientos microscópicos a través de los cuales consigue transmitir la experiencia de la época, ya sea del presente o de un momento histórico”. Sin embargo, ambas dimensiones se retroalimentan. En la novela argentina, continúa, suele haber “una tensión con un presente que nunca está”, pero eso más bien “es un dato de la cultura argentina”. Una especie de maldición, la de nunca poder ser contemporáneo del todo. “La literatura no refleja la realidad, sino que muchas veces se anticipa y muchas veces da a juzgar situaciones históricas”, sostiene.

Esta edición al cuidado de Luisa Fernández, quien en la breve introducción dice que Escenas de la novela argentina permite “continuar, por otros medios, con el rito inmemorial de transmitir la experiencia, los modos de leer y los saberes culturales”, cuenta con un diagrama muy preciso: cada una de las cuatro clases tienen, además, una conversación entre Piglia y otro autor —María Moreno, Juan Sasturain, Ricardo Bartís y Horacio González—, las preguntas finales del público que el escritor siempre responde de forma muy esclarecedora, cuatro ensayos que se añaden como corolarios: “Una excursión a las indios ranqueles”, “Literatura y fotografía”, “Dificultades para decir la verdad” y “Un lapsus deliberado”. Este último ensayo es en realidad la transcripción de una de las clases del programa Borges por Piglia y que realizó Sabrina Ramallo a pedido del propio autor.

"Escenas de la novela argentina" (Eterna Cadencia) de Ricardo Piglia
"Escenas de la novela argentina" (Eterna Cadencia) de Ricardo Piglia

Cuando Eduardo Wilde visita una muestra en Nueva York con los inventos de Edison se fascina y a la vez se aterra. Sus impresiones se publican en Viajes y observaciones de 1892. El fonógrafo le produce un especial interés. Grabar voces era algo novedoso, imposible. Se desliza hacia el espiritismo y escribe que “muchos muertos enterrados en los cementerios de Brooklyn continúan hablando por los aparatos de Edison”. Esta escena es la que abre la segunda clase de Piglia porque, para él, la técnica es fundamental para entender la literatura, porque son “formas de reconstrucción de la narración”. ”La novela no solamente tiene conexiones con el mundo social, también tiene conexiones con aquellos que nos comunica con el mundo social. Es decir, hay una mediación entre el mundo social y la novela. El grabador sería el ejemplo de un elemento donde esa suerte de discursividad social, que en un sentido ha sido siempre el contexto de la novela, puede ser capturada”.

El ejemplo del grabador es clave. Si, como dice Piglia, “la relación del narrador con la realidad está mediada por las historias que circulan en la sociedad”, un aparato que permita reproducirlas de manera textual genera posibilidades inéditas. “Si hablamos de origen, hay que decir que, como suele pasarles a los medios de masas cuando nacen, la novela también tiene en el comienzo esa cualidad de efecto extraordinario que nadie espera”, y cita al Quijote, “una novela que tiene como héroe a un lector de novelas”. En su mirada, la novela está inevitablemente ligada al contexto, por eso es necesario pensar su relación con el periodismo, con el cine, con el grabador, con la televisión. “Debemos entender la historia de la novela como la historia de las técnicas que la acompañan” por el simple hecho de que “la novela es el primer género narrativo que surge después de la imprenta”, por el que “supone una lectura y la lectura supone un tipo de narración”.

Volviendo a la noche de 1856, lo que desata la pelea entre Mansilla y Mármol es una novela, la primera novela argentina. Piglia, que está pensando en “novelas que están produciendo cierto tipo de efecto en lo real”, encuentra en Amalia el origen de todo. “Podríamos decir que lo que imaginamos del rosismo fue construido por Amalia, que fijó el modo en que lo pensamos, y que los intentos de cambiar esa imagen que Amalia puso en circulación han sido, yo diría, inútiles”, explica. En medio de la multitud expectante del teatro, Mármol acusa a Mansilla de buscar “un beneficio teatral” porque “si hubiera ido a mi casa, le hubiera arrojado los guantes y después le hubiera tirado encima las botas”. Se trenzan, se genera un tumulto y Mansilla termina preso. Catorce años después escribiría Una excursión a los indios ranqueles y, casi sin quererlo, sería el continuador del legado de la novela argentina que se inició con Amalia. “Lo divertido del asunto —dice Piglia— es que el francés derrota a Míster Charles, pero el luchador se escapa del hotel de la calle 25 de Mayo sin pagar el premio de dos mil pesos”.

SEGUIR LEYENDO