
Cuando el 29 de octubre de 2024 Valencia quedó devastada por las inundaciones, decenas de miles de voluntarios se movilizaron desde todas las partes de España para ayudar a los afectados, que en cuestión de minutos lo habían perdido todo. Hay quienes se “armaron” con palas, cubos y escobas para intentar eliminar el lodo que había convertido el paisaje en un horizonte marrón; otros reunieron en camionetas todos los alimentos y bienes necesarios que pudieron conseguir para poner rumbo a la zona cero; otros aportaron su granito de arena donando lo que pudieron a la causa.
Entre toda esa avalancha de ayuda espontánea y solidaria, hay quienes pensaron en las otras víctimas de la DANA: los animales. También habían perdido sus hogares y se enfrentaban ahora a un territorio completamente desolado, con el miedo todavía en el cuerpo por la catástrofe y por ver destruido todo lo que conocían.
Algunos de estos animales vivían en las zonas afectadas, en casas que se llevó la riada y cuyas familias ya no podían darles un techo porque para ellos también había desaparecido todo; mascotas que se habían extraviado por las inundaciones, o que se encontraban en refugios que habían quedado dañados por la gota fría.
“Se pensó automáticamente desde el día uno después de la DANA en qué pasaría con los animales”, explica a Infobae España Sandra Cervera, actriz valenciana y voluntaria fundadora de la asociación XDANA (Por la Defensa de los Animales No Atendidos). Esta plataforma fue el resultado de un movimiento voluntario que surgió durante esos días: a raíz de una conversación de la junta directiva del Sporting de Benimaclet, en el terreno de juego del equipo se instaló una tienda de campaña que “acabó convirtiéndose prácticamente en un ‘campo militar’ de ayuda animal y humanitaria”.
Al ser conscientes de la magnitud del desastre y de lo que este implicaba para los refugios de la zona, quisieron dar cobijo “a todos esos animales que se habían quedado sin hogar o cuyos responsables legales no podían hacerse cargo”.
Más de 600 animales rescatados y atendidos
Lo que surgió de una forma totalmente improvisada, acabó convirtiéndose en una red de ayuda que implicó a los vecinos del barrio, voluntarios de Valencia y personas de toda España que se acercaron a la zona cero de la DANA. En los siguientes días, junto con la Unidad Militar de Emergencias (UME) y los bomberos de Portugal, llegaron a rescatar y atender a más de 600 animales: perros, gatos, gallinas, pavos, tortugas, hurones, caballos… “En realidad, cualquier animal desamparado encontraba su sitio en el Sporting de Benimaclet, donde recibía asistencia veterinaria y esa casa de acogida”.

La labor de los que conformaron el germen de XDANA consistió en rescatar a animales de los refugios inundados, como fue el caso de Peter, un perro de aproximadamente cuatro años que durante toda su vida había estado en una protectora. Pero también de valorar su estado, ya que algunos “necesitaban hospitalización inmediata”, y de buscarles un hogar definitivo.
Cada vez llegaban más animales y donativos, por lo que la coordinación en el campo de fútbol de Benimaclet se fue complicando. Desde XDANA no dudan en agradecer la labor de todos los que lo hicieron posible: “Rescatistas, voluntarios y profesionales fueron nuestro gran pulmón dispuesto a llegar al límite por salvar vidas. Cada uno de ellos fue una pieza clave”.
Una compleja red de ayuda por el bienestar animal
Según explica Cervera a Infobae España, cada noche del campamento salía una posible familia de acogida. Sin embargo, hasta llegar a ese punto, era necesario todo un proceso: “En cuanto un animal llegaba al campo de fútbol, se le asignaba un ‘padrino’, una persona encargada de custodiarlo hasta que pudiese irse a su casa de acogida”. Estos le daban comida, agua y cuidados básicos, así como le “paseaban por el campo de fútbol para que las familias pudiesen verlo y animarse a acogerlo”, explica Sandra Cervera.

La labor de los veterinarios voluntarios fue también fundamental, ya que ellos comprobaban el estado del animal, le ofrecían la atención médica necesaria y se encargaban de verificar si estaba identificado para poder contactar con su familia, puesto que muchos se habían perdido a consecuencia de las inundaciones.
Cuando esto último no era así (por ejemplo, porque fuese un animal abandonado o uno de los rescatados de los refugios afectados), los educadores “valoraban el estado emocional del animal y determinaban qué tipo de familia sería la más adecuada”. Tal y como explican desde XDANA, había casos “especialmente delicados: animales que no podían convivir con otros o que habían sufrido tanto estrés que necesitaban un entorno muy tranquilo”.
Este era el caso de la gata Toñi: “Es una gatita tranquila, aunque un poco asustadiza, por lo que necesita una familia con experiencia, a poder ser sin otros animales, que pueda dedicarle tiempo y paciencia para que se sienta segura y querida”, difundían en su cuenta oficial de Instagram, que fue uno de los altavoces que utilizaron para buscar un hogar definitivo a todos esos animales que también se habían visto afectados por la DANA.

Cuando una familia tomaba la decisión de acoger a un perro o un gato, era importante formalizar un contrato: “Este registro era fundamental para no perder los datos ni del animal (incluido su lugar de procedencia) ni de la casa de acogida”. Después, en otra tienda de campaña, se les proveía de todo lo necesario para su bienestar: pienso, camas, cuencos…
Y detrás de todo ello estaba la labor de quienes se encargaban de coordinarlo todo, quienes recibían las donaciones y las organizaban según fuesen para las personas (guantes, botas o comida, por ejemplo) o para los animales: “Quienes trabajaron en esas áreas realizaron un esfuerzo físico enorme y acababan exhaustos cada día”.
“Ellos también cuentan, también son familia”
Pasados los días más duros de la catástrofe —aunque su recuerdo todavía continúa muy latente en las calles de los municipios afectados—, los voluntarios del campo de fútbol del Sporting de Benimaclet formaron XDANA para continuar con su labor. “A día de hoy nos seguimos haciendo cargo de muchos [de estos animales], dándoles un refugio. Aún queda mucho por hacer”.

Así, en los siguientes meses, la asociación ha seguido llevando a cabo iniciativas y recaudando fondos. Para ello, ha sido necesario “compaginar sus vidas” o “incluso paralizarlas para que esto no vuelva a ocurrir, porque ya ha quedado bien claro que, si no se avisa a tiempo, las consecuencias son devastadoras”.
Por ello, denuncian que en materia de protección animal tampoco se estuvo a la altura y reclaman un protocolo de emergencia que “sí funcione”, como el que los voluntarios realizaron “de manera intuitiva y por sentido común”, y un sistema de alerta animal efectivo. “Muchas seguimos recuperándonos desde aquello, pero jamás abandonaremos lo que otros deberían hacer y [de lo que tendrían que] haberse hecho cargo”.
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