
La microbiota intestinal, ese conjunto de microorganismos que habitan en el intestino humano, juega un papel crucial en la digestión. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que su influencia podría ir más allá de estos ámbitos, afectando directamente a la actividad cerebral y, por lo tanto, al envejecimiento cognitivo.
Investigadores del Grupo de Modelado Computacional de la Inteligencia del Centro de Automática y Robótica (CAR-CSIC-UPM), en colaboración con el grupo IMDEA-Food, han demostrado que la microbiota intestinal puede influir en funciones cerebrales clave, como la memoria, el lenguaje y el procesamiento emocional.
Los resultados de este trabajo, publicado en la revista Scientific Reports, podrían abrir nuevas vías para combatir el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento y enfermedades relacionadas con él como el Alzhéimer o el Párkinson.
La investigación

El equipo de investigación analizó la actividad cerebral de 54 personas mayores sanas de 55 años utilizando electroencefalogramas (EEG) en reposo. Esta técnica permitió observar la actividad cerebral espontánea, lo que reveló que las variaciones en la composición de la microbiota intestinal de los participantes se asociaban con diferencias en áreas cerebrales fundamentales para la cognición.
El estudio se centra en las áreas corticales-mediales posteriores del cerebro, involucradas en funciones como la percepción, la memoria y la toma de decisiones. Los investigadores encontraron que las personas con diferentes perfiles de microbiota intestinal mostraban patrones cerebrales distintos en estas zonas, lo que sugiere que el equilibrio microbiano en el intestino tiene un impacto directo en el funcionamiento cerebral, como en la memoria o en el lenguaje.
Los científicos subrayan que la modificación de la microbiota intestinal a través de la dieta podría ser una estrategia útil para retrasar el deterioro cognitivo. Así, el trabajo sugiere que ciertos perfiles de microbiota intestinal podrían estar asociados con una mayor protección frente a la pérdida de memoria y otros problemas cognitivos típicos del envejecimiento.
Nuevas perspectivas
El estudio ha identificado dos hallazgos clave relacionados con las áreas cerebrales en las que se han observado variaciones. En primer lugar, se ha demostrado que la composición de la microbiota intestinal en individuos sanos puede influir en la actividad cerebral. Además, se ha comprobado que la actividad cerebral, a medida que avanza el envejecimiento, puede afectar funciones esenciales como la memoria, el lenguaje y la cognición social, que incluye el reconocimiento de emociones, la empatía, las normas sociales y el razonamiento moral.
La conclusión principal de este estudio es clara: no todas las microbiotas intestinales son iguales, y esa variabilidad tiene un impacto directo en la actividad cerebral, incluso en ausencia de enfermedades. Aunque la microbiota intestinal ya es reconocida como el principal regulador del eje intestino-cerebro, hasta ahora se desconocía en qué medida podía influir en la actividad cerebral.
Se plantea la hipótesis de que cada perfil de microbiota intestinal podría influir de manera distinta en la señal del nervio vago, que actúa como un canal clave entre el intestino y el cerebro. Esta modulación de la señal vagal podría ser responsable de las diferencias en la actividad cerebral observadas en distintos grupos. Así, la microbiota intestinal, al influir sobre este nervio, podría activar las fibras nerviosas que transmiten información desde el intestino hacia el cerebro, contribuyendo así a la regulación de diversas funciones cerebrales.
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