
En el corazón de Gante (Bélgica), un grupo de amigos se encontró con una inesperada sorpresa al finalizar su cena en la azotea del hotel Yalo.
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Tras disfrutar de una velada con varios platos para compartir y dos botellas de vino rosado, el camarero les informó que debían consumir más para alcanzar el mínimo de 65 euros por persona, una medida poco habitual, pero que empieza a extenderse en el sector de la restauración europeo.

Una norma controvertida
La suma total por persona hasta el momento era de 60 euros. No obstante, la medida estaba claramente indicada en el sitio web del restaurante, donde se establece que para cenar se debe cumplir con el umbral de gasto.
“La velada había ido bien y, tras dos o tres horas, pedimos la cuenta. En total, comimos ocho o nueve platos para compartir y pedimos dos botellas de rosado. Pero, para el camarero, no fue suficiente. Habíamos gastado ‘solo’ 60 euros por persona, mientras que el restaurante exige un mínimo de 65 euros”, relató Yarno, uno de los afectados, a HNL.
Para cumplir con el requisito, el grupo decidió pedir una botella adicional de vino, aunque la experiencia les sorprendió. “Personalmente, me parece extraño tratar así a los clientes. Si todos tuviéramos un vaso de agua, lo entendería. No es rentable para un restaurante. Pero comimos muy bien y no había mucha gente”, comentó Yarno.

El propósito de la medida
La política de consumo mínimo está claramente especificada en la página web del restaurante. “Para las cenas, aplicamos un mínimo de 65 euros por persona, bebidas incluidas. Por ello, le garantizamos una mesa para toda la noche en nuestra azotea, en la zona cubierta”, señalan.
El propietario del hotel, Paul Suy, justificó su normativa: “Queremos evitar que los clientes ocupen la terraza toda la noche, bebiendo solo una o dos cervezas. Esto ocuparía el espacio de quienes quieren cenar, lo cual no nos resulta rentable. Es una norma que explicamos claramente al hacer la reserva”.
Suy añadió que esta regla solo se aplica a las reservas para cenar, y que quienes acuden sin reserva o sin seleccionar mesa no están sujetos al mínimo.

Una práctica que podría generalizarse
La Federación Horeca de Bruselas tiene la preocupación de que esta práctica podría convertirse en norma, especialmente ante el aumento de dos problemas: el alza de los costes laborales y la proliferación de “no-shows” (clientes que reservan y no se presentan).
Ante este panorama, donde la exigencia de un mínimo está prohibida, algunos restaurantes optan por pedir una impresión de la tarjeta bancaria para garantizar la reserva. En caso de no presentarse sin previo aviso, se carga automáticamente una compensación.
Además, sitios como The Fork han implementado sistemas que restringen a los clientes reincidentes en cancelaciones o ausencias injustificadas.
Un ejemplo a tener en cuenta
El caso del hotel Yalo recuerda que es importante repasar a la hora de pedir una mesa para cenar en un restaurante: “Esta experiencia sirve para recordar que la próxima vez que queramos cenar en un restaurante hay que comprobar atentamente las condiciones de la reserva”, concluye Yarno.
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