
El mundo del cine y la moda se despide de Giorgio Armani, el legendario diseñador italiano fallecido a los 91 años, cuyo legado se extiende mucho más allá de las pasarelas.
Desde finales de los años setenta, Armani encontró en el cine un terreno fértil para expandir su visión estética, y transformó la manera en que los personajes proyectaban poder, ambición y estilo en la pantalla.
Tras haber colaborado en casi 200 películas, su influencia definió tanto a iconos de Hollywood como a universos futuristas y a relatos históricos.
Deadline describe su aporte en la moda masculina de los años ochenta al “liberar al traje de sus estructuras rígidas y apostar por líneas más fluidas”. Esta propuesta, conocida como power suit, se convirtió en un símbolo de éxito en Wall Street y en Hollywood.
El inicio de una historia de amor con el cine
El primer gran impacto de Armani en la pantalla grande se dio con Gigolo americano (Paul Schrader, 1980).

Richard Gere, en la piel de Julian Kay, lució un vestuario completo diseñado por el italiano. Sus trajes de corte relajado, ligeros y precisos marcaron el comienzo de una nueva era en la moda masculina.
Gere se convirtió en el modelo perfecto para ese vestuario; coincidiendo con el ascenso de Armani como referente global.
Ese mismo éxito se trasladó a su manera de relacionarse con la industria: Armani fue el primer creador en vestir gratuitamente a actores y actrices en la alfombra roja para obtener visibilidad, una práctica que hoy resulta habitual en Hollywood.
Entre gánsteres, héroes y divas
En los años ochenta y noventa, Armani expandió su repertorio a géneros diversos. En Phenomena (Dario Argento, 1985), vistió a una joven Jennifer Connelly con camisas blancas y blusas holgadas que contrastaban con la violencia visual del giallo.
Poco después, en Los intocables (Brian De Palma, 1987), diseñó el vestuario de Kevin Costner, eligiendo hombros anchos propios de la estética de los ochenta en lugar de la fidelidad histórica a los años treinta. El resultado fue una estilización del héroe que realzaba la tensión entre justicia y criminalidad.

Su colaboración con Martin Scorsese llegó en Goodfellas (Buenos muchachos, 1990), donde los trajes de Armani ayudaron a narrar la evolución de los gánsteres, con un estilo que oscilaba entre la elegancia y el exceso.
También en Para los hombres (For the Boys), Bette Midler lució un vestuario diseñado por el italiano que recorría décadas de historia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta los años sesenta, demostrando la versatilidad del creador.
Otro proyecto de la época fue El guardaespaldas (1992). Kevin Costner vestía tonos sobrios de gris, azul marino y carbón, en contraste con los brillos y colores que caracterizaban a Whitney Houston, un elemento para realzar el contraste entre la estrella del pop y su protector.

Futuro y sofisticación
El cine futurista también encontró en Armani un aliado. En Gattaca (Andrew Niccol, 1997), Uma Thurman y Ethan Hawke portaban trajes de corte minimalista inspirados en los años treinta, una elección que subrayaba el elitismo genético de la historia.
Por otro lado, en De-Lovely (Irwin Winkler, 2004), el diseñador realizó uno de sus trabajos más exhaustivos: creó 38 trajes para Kevin Kline en su interpretación de Cole Porter, además de gran parte del vestuario de Ashley Judd. Una lección de elegancia que abarcaba desde los años veinte hasta mediados de los sesenta.

A finales de los 2000, Armani dejó su sello en el cine de superhéroes. En Batman: el caballero de la noche (2008) y El caballero de la noche asciende (2012), Christian Bale lució trajes hechos a medida que reflejaban la riqueza y la oscuridad de Bruce Wayne. Armani se preguntó qué vestiría un millonario capaz de comprarlo todo, y la respuesta fue evidente: lo mejor, confeccionado a medida.
En el terreno del espionaje, Duplicity (Tony Gilroy, 2009) contó con un vestuario diseñado junto al afamado Albert Wolsky. Clive Owen lució trajes que mezclaban dinamismo y sofisticación, el uniforme perfecto para un hombre de acción elegante.
Ese mismo año, en Bastardos sin gloria (Quentin Tarantino, 2009), Armani aportó el esmoquin blanco que Brad Pitt lucía en una de sus escenas más recordadas.

Poder en Wall Street y más allá
En los años siguientes, Armani volvió a ser sinónimo de poder en la pantalla. En Elysium (2013), Jodie Foster, amiga cercana del diseñador, interpretaba a una líder autoritaria vestida con trajes minimalistas en tonos neutros, símbolos de control y supremacía.
Ese mismo año, en El lobo de Wall Street de Martin Scorsese, Leonardo DiCaprio dio vida a Jordan Belfort con trajes de doble botonadura, hombros anchos y cintura ceñida, un look que recuperaba el espíritu ambicioso y ostentoso de los noventa.

Finalmente, en El año más violento (J.C. Chandor, 2014), Jessica Chastain se convirtió en el epítome de la ambición vestida por Armani. Su abrigo blanco, que abre y cierra la película, simbolizaba el deseo de ascender socialmente sin “ensuciarse”, como explicó el propio director.

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