En el Seminario sobre Educación, Trabajo y Futuro Productivo que Ticmas y la OEI organizaron en el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Agustín Agraz, vicepresidente de Asuntos Corporativos de Axion energy, mantuvo un diálogo con Patricio Zunini en el que habló del rol estratégico del sector privado en la educación, la necesidad de reducir la deserción escolar y el valor de garantizar acceso a conectividad y herramientas tecnológicas.
En un escenario atravesado por la necesidad de articular innovación, formación continua y empleabilidad, Agraz expuso con claridad la responsabilidad que las empresas deben asumir en relación con la educación. “El sector privado no puede ser solo un usuario del sistema educativo”, afirmó. “Tiene que involucrarse, aportar experiencias, recursos y visión”.
Entre la urgencia y el compromiso
Con datos duros y ejemplos concretos, Agraz dejó en claro que el rol empresarial no se limita a financiar becas o acompañar iniciativas externas: “Cinco de cada diez chicos que inician la escolaridad no la terminan. Frente a eso, el sector privado tiene que trabajar con el Estado. El privado no puede suplantarlo, pero sí complementarlo”. Desde Axion energy —empresa que opera más de 650 estaciones de servicio en el país y cuenta con una de las refinerías más importantes de Latinoamérica, ubicada en la localidad bonaerense de Campana— desarrollan un programa de responsabilidad social empresarial cuyo eje principal es la educación.
Uno de los pilares es el otorgamiento de becas a más de cien estudiantes por año. Pero, según aclaró Agraz, la clave no está sólo en el respaldo económico: “Una beca sin acompañamiento no alcanza. El 85% de los chicos que terminan el ciclo escolar en Argentina no lo hacen en tiempo y forma. Entonces desarrollamos un sistema de tutorías y exigencias que les permita llegar hasta el final con las materias aprobadas”.
Educación con sentido profesional
En la refinería de Campana, la compañía implementa un programa de prácticas profesionalizantes destinado a estudiantes del último año del secundario. “Es el primer contacto con el mundo del trabajo”, explicó Agraz. “Este año vamos a llegar, si todo sale bien, al estudiante número 1500”. Para muchos de los alumnos que participan, se trata de una experiencia inédita. “No quiero exagerar —dijo Agraz— pero para ellos es como ir a la NASA, por el nivel de tecnología con el que se encuentran”. El impacto no es sólo en quienes visitan la planta, sino también en quienes trabajan en ella: “Los empleados valoran ese ida y vuelta. Las preguntas que hacen los chicos sorprenden. Hablan del medio ambiente, del futuro, de cómo prepararse para trabajar ahí”.
A la dimensión técnica se suma la formación en habilidades blandas: liderazgo, comunicación, pensamiento crítico. “Trabajamos con los directivos y los tutores de las escuelas para detectar dónde hay que poner más foco, dónde hace falta acompañar más. Y les transmitimos a los chicos cuáles son las exigencias reales del mundo laboral”.
Un modelo replicable en la Puna
Uno de los casos más significativos que compartió Agraz fue el de una comunidad aborigen en la Puna jujeña, a más de 3.800 metros de altura, donde la compañía articuló una intervención educativa junto con el gobierno provincial y Ticmas. La situación era crítica por el nivel de deserción escolar y con la escuela secundaria directamente cerrada para los jóvenes.
“Primero tuvimos que garantizar la conectividad contratando un servicio de internet satelital. Luego, entregamos una computadora a cada alumno y también a los docentes. Gracias a eso, y con el contenido y el acompañamiento de Ticmas, no solo la escuela primaria amplió su matriculación sino que reabrió la escuela secundaria de la comunidad”, relató. La experiencia tuvo tanto impacto que, según Agraz, el gobierno jujeño está evaluando su extensión a otras zonas.
La articulación como política de Estado
Consultado sobre cómo deben diseñarse las políticas públicas para articular con el sector privado, Agraz insistió en la necesidad de crear espacios de diálogo: “Hay que sentarse a una mesa donde estén todos los actores. Escuchar. Saber qué necesita el privado para formar a los profesionales del futuro. Y trabajar juntos para que esos chicos puedan competir, entre ellos y en el mundo”.
Uno de los puntos que remarcó con mayor énfasis fue la urgencia de reducir la deserción escolar: “No puede ser que un 50% de los chicos deje la escuela. Muchos lo hacen porque tienen que trabajar. Hay que enfocarse en eso, y también en la carencia digital. Sin conectividad, sin dispositivos, están en desventaja. No hay peor pecado que no contar con las herramientas necesarias”.
El futuro de la educación pasa por la inversión
Antes de cerrar la conversación, Agraz se refirió a los desafíos que visualiza para los próximos años: “La educación es la mejor inversión que puede hacer una empresa. Le sirve al chico, le sirve al país, le sirve a la compañía. Hay que bajar la brecha, seguir invirtiendo, lograr que todos los estudiantes tengan acceso a la tecnología”.
Y propuso una comparación reveladora: “Hace unos años, para tener una reunión internacional tenía que subirme a un avión, dormir en un hotel y volver. Hoy, con una computadora, lo resuelvo en una hora. Ojalá podamos hacer lo mismo con la educación. Ese es el camino”.
Agustín Agraz no se presenta como un especialista. Pero en cada ejemplo que ofreció, en cada respuesta, trazó una línea clara entre las intenciones y los hechos. En su visión, el futuro educativo de la Argentina no se construye desde el diagnóstico, sino desde la decisión concreta de involucrarse.
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