Jeff Bezos y Elon Musk, los dos hombres más ricos del mundo, ante un desafío común, los sindicatos

Amazon, la empresa de Bezos, buscó desalentar la sindicalización en una planta de Alabama. Tesla, de Elon Musk, resiste los intentos de IG Metall, el poderoso sindicato metalúrgico alemán, para entrar en negociaciones colectivas a raíz de la megafábrica que la automotriz construye cerca de Berlín

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Jeff Bezos y Elon Musk se alternan en las posiciones de persona más rica del mundo, según les vaya a la cotización de sus principales activos: Amazon, la catedral virtual del consumo, fundada en 1998 por Bezos, y Tesla, el chiche de Musk, uno de los cofundadores, en 2003, de la que es hoy la automotriz más valiosa del mundo, gracias a su primado en la producción de vehículos eléctricos.

Ambas empresas tienen competidores de peso. La de Bezos debe lidiar con Walmart, el mayor “retailer” de EEUU, que apuesta fuerte a la robotización y las ventas online para evitar que Amazon coma parte de su negocio, y líderes en ciertas regiones, como Alibaba en Asia o Mercado Libre en Sudamérica. La de Musk enfrenta el desafío de competidores de larga historia, como Volkswagen, y proyectos técnicos audaces, que hasta surgen de sus propias entrañas.

Ahora, sin embargo, Bezos y Musk, o mejor dicho Amazon y Tesla, enfrentan un desafío común: intentos de sindicalización contrarios a sus modelos de negocio.

El caso de Amazon es más conocido: el lunes 26 se cerró una publicitada votación sobre la formación o no de un sindicato en su planta de procesamiento de pedidos en Bessemer, Alabama, en la que estaban habilitados para votar casi 6.000 empleados y cuyo resultado tardará hasta un mes en difundirse y aún más en definirse los efectos del resultado. En la disputa se involucraron no sólo los sindicatos, sino también el presidente de EEUU, Joseph Biden, que criticó los esfuerzos de la empresa por desalentar la sindicalización, el senador demócrata-socialista Bernie Sanders y hasta el senador republicano Marco Rubio, uno de los más cercanos a Donald Trump.

Hasta ahora Amazon logró prevalecer en los intentos en sus plantas en EEUU, pues en ninguna la votación a favor de la sindicalización rozó siquiera el 50% más uno de votos requeridos. En buena medida, eso se debe a que paga un salario mínimo por hora de USD 15 dólares, más del doble del mínimo legal de USD 7,25 vigente desde 2009 en el país del norte. Más aún, Bezos en persona hizo campaña para que el Congreso de EEUU aumente el salario mínimo legal a 15 dólares, cifra que supera el mínimo que paga Walmart, su principal competidor.

La principal razón por la que Amazon resiste la sindicalización de su personal es porque reduciría su capacidad de adaptar rápidamente su nómina de empleados, tanto para aumentarla como para disminuirla, ante cambios en la demanda, flexibilidad que está detrás de la rápida respuesta del mercado laboral de EEUU al nivel de actividad económica

Manifestación a favor de la sindicalización frente a la planta de Amazon en Alabama . REUTERS/Lucy Nicholson/File Photo
Manifestación a favor de la sindicalización frente a la planta de Amazon en Alabama . REUTERS/Lucy Nicholson/File Photo

Tesla vs IG Metall

Tesla tiene por delante un desafío similar, pero jugando de visitante. Está construyendo una Megafábrica en la localidad de Gruenheide, cerca de Berlín, e IG Metall, el principal sindicato alemán, con 2,2 millones de afiliados, le reclama adherir a los convenios colectivos del sector automotor.

IG Metall representa a los trabajadores del metal en la industria del automóvil y otros sectores y negocia colectivamente los contratos laborales de toda la industria con la agrupación patronal y empresaria del sector, no con cada firma por separado, como se hace en EEUU. El sistema brinda gran poder a los sindicatos. Pero la legislación alemana no obliga a las empresas a integrar ninguna patronal, y Tesla no tiene ningún interés en formar parte de ese hábito asociativo de las empresas alemanas y tener que negociar salarios sentada a un mismo lado de la mesa, por ejemplo, con Volkswagen.

Por eso, hasta ahora ignoró las invitaciones al diálogo que le hizo IG Metall y desactivó una huelga del sindicato en Tesla Grohman Automation, una empresa de ingeniería que compró en 2016, pero en la que logró evitar los convenios colectivos mediante mejoras salariales y opciones de compra de acciones (también Amazon ha resistido hasta ahora intentos de sindicalización en sus plantas en Alemania, pese a los insistentes convites de Verdi, el sindicato alemán del sector de servicios).

La puja entre Tesla e IG Metall es decisiva para ambas partes. Si no logra torcerle el brazo a la empresa de Musk, el sindicato perderá influencia en un momento en que las automotrices se están volcando a la producción de vehículos eléctricos, que requiere cerca de 30% menos de trabajadores que la producción tradicional de vehículos a combustión interna, explicó Arthur Wheaton, experto en la industria automovilística y en relaciones industriales y laborales de la Universidad de Cornell (EEUU), a Business Insider España.

Si no logra torcerle el brazo a la empresa de Musk, el sindicato perderá influencia en un momento en que las automotrices se están volcando a la producción de vehículos eléctricos, que requiere cerca de 30% menos de trabajadores que la producción tradicional

Según Wheaton, la principal arma de IG Metall para presionar a la firma de Musk es bloquear y demorar la construcción de la megafábrica de Tesla en las cercanías de Berlín, que ya acumula retrasos por cuestiones ambientales y burocráticas, aliándose con grupos ecologistas. Para Tesla es clave aumentar el número de vehículos fabricados anualmente: pretende llegar a 500.000 solo en Europa (esto es, lo que fabricó en todo el mundo el año pasado) y producir allí sus nuevas baterías, objetivos clave para mantener su liderazgo a salvo del asedio de Volkswagen, que apunta a fabricar hasta 1,5 millones de vehículos eléctricos en 2024.

Una imagen de la etapa inicial de la construcción de la megafábrica de Tesla en Gruenheide, cerca de Berlín  
REUTERS/Hannibal Hanschke/File Photo
Una imagen de la etapa inicial de la construcción de la megafábrica de Tesla en Gruenheide, cerca de Berlín REUTERS/Hannibal Hanschke/File Photo

Local y visitante

Amazon, en tanto, aun jugando de local, la tiene cada vez más difícil. En la semana que pasó pidió disculpas por su respuesta a la crítica de que algunos de sus empleados no tenían tiempo ni para ir al baño y debían orinar en botellas en sus puestos de trabajo, debido a la intensidad de las tareas.

Ante esas acusaciones, la empresa había chuceado a un legislador demócrata, Mark Pocan, que les había hecho ese cargo, diciendo que si fuera cierto, nadie querría trabajar para Amazon, que tiene 950.000 empleados sólo en EEUU. Pero debió retroceder después de que varios repartidores, contratados a través de terceros y que no son en verdad empleados de Amazon, dijeron que, efectivamente, debían orinar en botellas porque los recorridos para entregar los pedidos eran muy ajustados, con hasta 198 entregas en distintos lugares en un mismo día, que no les daba tiempo para detenerse en algún lugar a ir al baño. Amazon explicó que el fenómeno se debía en parte a que muchas estaciones y bares en EEUU habían restringido sus servicios, por los protocolos de cuidado debido a la pandemia de coronavirus. Pero finalmente pidió disculpa por su irónica respuesta a Pocan que, dijo, había sido “un gol en contra”.

En definitiva, de local o visitante, Amazon y Tesla se las ven cada vez más difíciles. Como dicen los técnicos de fútbol, lo más difícil no es llegar arriba, sino mantenerse.

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