
Por más que su currículum diga que nació en la Aduana, que jugó en Cerrito, que pasó por más de 20 clubes y que hoy defiende a Parque del Plata en la Primera División Amateur, hay un dato que define mejor a Adrián Vitamina Silva: nunca dejó de trabajar. Ni siquiera cuando el fútbol parecía ofrecerle algo más tentador. Ni siquiera cuando los contratos asomaban como una promesa de estabilidad que, en Uruguay, rara vez es tal.
A los 54 años, Silva es el futbolista en actividad más longevo del país oriental. Un récord que llegó casi por decantación, luego de que Robert Carmona —63— quedara sin club este año. Pero la marca no es lo que lo mueve. “Me motiva que estoy pasando por un buen momento futbolístico, físicamente estoy impecable”, dice con naturalidad a Infobae. “Si llegué hasta los 54 años jugando en este nivel, la verdad que me dan ganas de seguir soñando”.
El sueño, en su caso, nunca fue infundado. Empezó a los 16, cuando muchos todavía dudan si el fútbol es un juego o una apuesta de vida. En su recorrido hubo clubes de AUF, de OFI, de Canelones, Maldonado y San José. Hubo ascensos, goleadas históricas —como el 20-0 que sufrió Parque del Plata antes de ficharlo— y también momentos donde el retiro parecía inevitable. Pero hubo, sobre todo, una constante: no poner todos los huevos en la misma canasta.
“Siempre trabajé y siempre jugué al fútbol. Siempre. Toda la vida lo hice”, resume. Y detrás de esa frase hay una filosofía que explica por qué, a diferencia de tantos ex jugadores, Vitamina no mira el futuro con miedo.
En Uruguay, vivir del fútbol es una excepción. “En la B y en la A sí hay contrato. De la C para abajo no”, explica. “Hay equipos que pagan, pero es por afuera. Terminó el partido y te dan unos pesitos”. Él lo vivió de cerca. En City Torque tuvo contrato y salario formal. En el fútbol del interior, muchas veces, cobraba al final del partido. Dinero en mano y a casa. Nada más.
Por eso, cuando aparecieron propuestas de seis meses, nunca se dejó obnubilar. “No iba a dejar un trabajo de más de diez años por un contrato de seis meses que andá a ver si después me lo renovaban”, cuenta. “Yo siempre iba a la segura”, explica.
La seguridad, en su caso, tuvo forma de múltiples oficios: trabajó en panaderías, en fábricas, hoy es técnico en aire acondicionado y limpia vidrios en altura. Trabajos duros, lejos de los flashes, pero que le dieron algo que el fútbol no siempre garantiza: continuidad. “No me gusta quedarme sin trabajo, y menos a la edad que tengo”, dice, sin dramatismo, con una lucidez que escasea en el ambiente.
Ese equilibrio fue clave para estirar una carrera que hoy parece de ciencia ficción. A los 54 juega con chicos de 20. Entrena a la par. Compite. No desentona. “En lo físico estamos todos iguales”, asegura. La diferencia está en otra parte. “El joven quiere resolver todo rápido. A veces no tiene la pausa. Eso te lo da el oficio”.
El oficio también aparece cuando habla de liderazgo. En el vestuario lo consultan. Lo escuchan. “Yo me pongo en la cabeza que si de cinco pases doy cinco bien es porque estoy concentrado”, explica. “Si erro el primero, ya estoy nervioso. Si corrijo rápido, me recupero”. Se ríe. Pero detrás del chiste hay una forma de entender el juego y la vida: la concentración como herramienta para sostenerse.
Hubo un momento, sin embargo, donde pensó seriamente en colgar los botines. Fue a los 37, tras salir campeón con City Torque. “Ahí sí pensé en el retiro”, reconoce. Y fue su padre quien torció la historia. Recuerda que le pidió que jugara diez años más. Le dijo que iba a ser un éxito. Que con edad avanzada iba a ser protagonista. “Nunca se equivocó”, comenta. Fue capitán, siguió jugando y siguió sumando equipos a una lista que ya ronda los veinte.
Hoy, ese consejo paterno parece haber sido también una enseñanza económica: pensar a largo plazo, no dejarse llevar por el impulso, construir algo que dure más que un campeonato.

Silva no romantiza la precariedad ni idealiza el sacrificio. Simplemente lo acepta como parte del contexto. “En mis primeros años hubo alguna propuesta que llamaba la atención”, admite. “Pero nunca perdí de vista la realidad. Sabía que una cosa me sostenía a la otra”. El fútbol alimentaba el alma; el trabajo y, sobre todo, la mesa.
Cuando habla del futuro, no hay vértigo. Hay respeto. “Hoy no pienso mucho en el retiro porque me siento bien”, dice. “Pero soy consciente de que va a llegar”. Y cuando llegue, no será un salto al vacío. Tiene proyectos, profesiones, herramientas. Y, sobre todo, una identidad que no depende exclusivamente de la cancha. “El fútbol es una parte muy grande de lo que soy, pero no es todo”.
Sueña con seguir ligado al deporte desde otro rol. Entrenador. Formador. Referente. “Creo que la experiencia de tantos años puede servir para aportar desde otro lugar”. Al mismo tiempo, cuenta con la tranquilidad que en su casa siempre lo espera y apoya Fabiana, su compañera de vida, y sus hijos Rodrigo y Mariana. “Ellos son mi sostén”, dice. “Siempre me acompañaron y entendieron lo que implica el fútbol, el trabajo y los sacrificios. Para mí, la familia es lo más importante y el motor que me impulsa a seguir adelante cada día”.

La fortaleza física que lo llevó a jugar durante más de 30 años también va de la mano con la fuerza mental, esa que le permite hacer oídos sordos a las críticas o las burlas que llueven desde la tribuna del equipo rival o de los usuarios en las redes sociales. “Claro que existen las cargadas, y más todavía por el tema de la edad, de tener 54 años. Pero la verdad es que ya no me hieren ni me afectan.
“Con los años uno aprende a tomárselo de otra manera. Yo estoy tranquilo con lo que hago, sé el esfuerzo que hay atrás y disfruto mucho poder compartir un plantel con chicos jóvenes, incluso lo tomo como algo positivo, porque también trato de aportar desde la experiencia”, reconoce y agrega: “No le doy demasiada importancia a las redes ni a los comentarios externos. Estoy enfocado en entrenar, competir y seguir adelante, que al final es lo que realmente importa de seguir activo futbol”.
Finalmente, desde la experiencia, Vitamina se permite enviarle un consejo a los chicos que recién empiezan. En su mensaje, sin embargo, no le va a decir que sueñe con Europa ni con contratos millonarios. Le diría algo más incómodo, pero más honesto: "que estudie, que se prepare, que el fútbol no dura para siempre. Que sea disciplinado. Humilde. Que aprenda a ahorrar. Que construya una vida más allá de la pelota. Eso es lo que te sostiene a largo plazo”.
A los 54 años, Adrián Silva sigue corriendo detrás de una pelota por la banda izquierda en las canchas del ascenso uruguayo. Pero su historia más valiosa no está en los goles ni en los récords, sino en esa decisión silenciosa que tomó hace décadas: no hipotecar el futuro por una ilusión efímera. En un ambiente donde muchos llegan tarde a esa conclusión, él llegó temprano. Y por eso, cuando el retiro llegue, no será una caída. Será apenas otro cambio de puesto.
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