La noticia cayó como una bomba.
Era abril de 2023 cuando Jake Paul y Jutta Leerdam decidieron dar el paso. Como suelen hacer las parejas modernas, lo anunciaron sin palabras, con una imagen. Jake publicó una foto donde le sostenía la mano a Jutta, la estrella del patinaje de velocidad. La frase que acompañaba la imagen era simple, pero directa: “Ahora soy holandés”. Una declaración audaz, en su estilo provocador, como si el boxeador y youtuber no estuviera solo sosteniendo la mano de una mujer, sino adentrándose en un mundo completamente nuevo, dispuesto a compartir hasta su nacionalidad.
Del otro lado, Jutta respondió. Publicó una imagen donde ambos aparecían mirándose, como si el mundo no importara. Ella agregó dos palabras: “Eso es todo”. Casi un susurro, un código secreto que parecía decirlo todo y a la vez no decir nada. Como si todo fuera tan simple como esa mirada.
La sorpresa no duró. En cuestión de minutos, sus seguidores, que sumaban millones, convirtieron esas fotos en tema del día. Miles de comentarios llenaron las publicaciones, especulando sobre el romance. Jake y Jutta sabían lo que hacían; ambos manejaban el juego de las redes como dos veteranos. Pero nadie imaginaba cómo aquella conexión virtual inicial, en la plataforma de Instagram, se convertiría en una relación que parecía genuina, incluso real. Entre ambos sumaban un imperio de seguidores —26 millones Jake, 4 millones Jutta—, un ejército que respondía a cada publicación como una llamada.
Los titulares no tardaron en llegar. La prensa recogió la historia como si se tratara de una nueva pelea de Jake, solo que esta vez, era la batalla de su vida personal.
La relación no era ningún secreto. Para mayo, Jake Paul y Jutta Leerdam se habían convertido en una pareja de redes, de esas que exponen lo justo y necesario, calculando cada publicación para emocionar y mantener al mundo al borde del abismo de la curiosidad.
La primera escena llegó en forma de historia de Instagram. Jake y Jutta estaban en una playa, abrazados. La arena se extendía infinita, y el mar, salpicado de espuma, rompía con fuerza detrás de ellos, como un telón de fondo perfecto. La cámara capturaba el momento exacto en que Jake envolvía a Jutta en sus brazos, y ella inclinaba su cabeza hacia él, con esa sonrisa que solo muestran las personas que se saben observadas pero aun así se sienten en un refugio.
Después, otro video: ahora ambos iban a bordo de un avión privado. El ambiente, íntimo y sofisticado, rebosaba de lujos que parecían apenas accesorios al momento. Jake, relajado, le susurraba algo mientras Jutta lo miraba, a veces con un destello de incredulidad en la mirada. Ese tipo de mirada que solo surge cuando alguien se pregunta si realmente está viviendo lo que vive. Desde esa altura, a kilómetros sobre el mundo, todo se veía perfecto. Para los seguidores, no era solo una relación; era una aventura, una vida que solo existía en la esfera brillante de las redes.
Cada imagen, cada video generaba una tormenta de comentarios y miles de “likes”. Sus seguidores se convertían en cronistas del romance, descifrando los gestos, analizando cada palabra que ambos dejaban escapar.
El fenómeno en redes no era solo Jake; el youtuber devenido boxeador, el rival de Mike Tyson en su regreso al ring a los 58 años (la pelea se desarrollará el viernes 15 en Texas con transmisión de Netflix). Leerdam, medallista olímpica y ahora influencer, había convertido su vida en un escaparate digital que muchos jóvenes admiraban. Con más de cuatro millones de seguidores en Instagram, sus publicaciones no solo eran imágenes de su vida deportiva, sino retratos de una vida envidiable, idealizada. Jutta era el sueño de la atleta que triunfa, que rompe récords, pero que también tiene la vida de ensueño, con el toque justo de espontaneidad.
Jutta Leerdam: 25 años, campeona sobre hielo y orgullo de los Países Bajos. Dicen que cuando patina, se adueña del frío, se convierte en parte de esa velocidad feroz que corta el aire y deja tras de sí un eco de aplausos. Es una imagen perfecta: Jutta, con sus medallas olímpicas y esa determinación que la llevó a la plata en Beijing 2022. Sus piernas, su fuerza, su voluntad forjadas a base de sacrificio y años de entrenamiento.
Antes de Jake Paul, la neerlandesa era una estrella en su país, una atleta de las que no necesitan palabras. Con cada desliz en la pista helada, ella no solo ganaba títulos; construía un legado. Campeonatos del Mundo y una fanbase masiva que la seguía con una devoción que, para muchos, va más allá de los logros deportivos.
Por su lado, Jake Paul era el otro extremo del espectro. YouTuber antes que boxeador, polémico antes que ícono, había escalado en el mundo digital con esa mezcla de arrojo y provocación que lo había llevado a la fama y, en muchos casos, al desprecio. A los 27 años, con millones de seguidores, había aprendido a sobrevivir en el mundo de los medios a golpe de escándalos, videos virales y peleas que muchos veían como un mero espectáculo. Su salto al boxeo parecía más un truco publicitario que una decisión real. Pero demostró lo contrario: se lanzó al ring, entrenó, sudó, cayó, y se levantó. La envidia y las críticas no le faltaban, pero si algo sabía hacer era ignorar lo que otros pensaban.
El influencer acumula diez victorias y una derrota en su carrera profesional, y probó su poder superando a ex campeones mundiales de UFC como Tyron Woodley, además de boxeadores de renombre como Tommy Fury.
Ambos, a su manera, representaban el éxito. Jutta, desde la disciplina y el sacrificio; Jake, desde la audacia y la rebelión. La combinación era explosiva. Ella, con su elegancia fría y concentrada; él, con su energía desbordante y su habilidad para transformar cualquier situación en un acontecimiento mediático. Y cuando sus caminos se cruzaron, ese universo que ambos dominaban, el de las redes, se volcó hacia ellos como un torrente de admiración y escepticismo.
Eran, a simple vista, opuestos. La atleta olímpica y el peleador que alguna vez fue YouTuber. Pero quizá en eso mismo residía el atractivo, la química que los había unido. Mientras él hablaba de futuros imaginarios con hijos altos y fuertes, ella pensaba en sus próximas competencias, en esa carrera que aún sentía que estaba en su mejor momento.
Jake Paul estaba acostumbrado a los titulares explosivos, a los videos virales, a ser el centro de atención. Pero en su pódcast, “BS w/ Jake Paul”, dejó ver algo distinto. Jutta Leerdam no era solo su novia; era la mujer con la que, según él, quería compartir el futuro. Y Jake no se guardó nada al hablar de lo que imaginaba para ambos.
“Me encantaría tener una familia con Jutta”, confesó entre risas y miradas cómplices al equipo del pódcast. “Imagino que nuestros hijos serán súper atletas, ¡gigantes!”, bromeó. No era una imagen difícil de imaginar: la combinación del linaje atlético de Jutta y la energía de Jake, dos figuras públicas con ese toque casi sobrehumano que los hacía parecer personajes de otro mundo. Jake llegó a soñar, en voz alta, con hijos que podrían medir hasta dos metros, “como auténticos titanes del deporte”. Un quarterback, un basquetbolista, un tenista… O incluso, quién sabe, boxeadores.
La idea de ser padre no es nueva para Jake. Quizá todo empezó cuando su sobrina, Esmé, la hija de su hermano Logan Paul, llegó a la familia. Jake la presentó con orgullo en redes y confesó que amaba ser tío, como si ese pequeño ser le hubiera recordado una parte de sí mismo que antes pasaba desapercibida. Con ella, ríe, inventa juegos y hasta habla de enseñar “cosas divertidas”. Ese afecto espontáneo, ese lado más humano, parece haber despertado en él un deseo genuino de formar su propia familia.
Pero Jutta aún está en la cúspide de su carrera. Con solo 25 años, se encuentra en el pico de sus capacidades, con la mirada fija en el próximo campeonato y los Juegos Olímpicos de Invierno en el horizonte. Ambos comparten los mismos sueños de grandeza y, mientras, se acompañan. En cada gran reto sobre la pista de hielo, surge Paul al lado de Leerdam. En agosto de 2023, ella estubo en el ring side durante la batalla de su amado ante Nate Díaz. Y seguramente lo hará también en poco más de una semana, cuando se mida ante Iron Mike, el ex rey de los pesados, 31 años mayor, pero con una foja temible.
Jake y Jutta continúan mostrando su vida a los millones que los siguen, a veces con planes serios, otras veces con bromas que llevan un toque de verdad.
“Lo que sea que venga”, dicen sin decirlo, “será grande”.