De jugar en Boca y en la Selección con Maradona a ser ídolo en Grecia, convivir con 45 perros y hablar a diario con Bielsa: el diario de Juan Ramón Rocha

Surgido de Newell’s, donde se hizo amigo de Valdano y de Bielsa, construyó una carrera de película y desde hace más de 40 años vive en Grecia. Sus aventuras con Diego, qué le dice el Loco sobre su futuro en Leeds y los particulares nombres de sus mascotas

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Vive en Parga Sivota, sobre el Mar Jónico, y dirige un equipo de la liga local
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“Me dicen el embajador argentino en Grecia porque soy el más conocido y llevó 42 años viviendo en este bendito país”. De esta manera, se presenta Juan Ramon Rocha, ex futbolista de Newell’s, Junior de Barranquilla, selección argentina y Boca, que se convirtió en uno de los máximos ídolos de la historia del Panathinaikos, al punto tal que disputó dos semifinales de la Champions League, una como jugador y otra como entrenador.

Rocha es una eminencia en el fútbol griego. No existe otro argentino que pueda competir con el carisma y el respeto que le tienen en ese país. Íntimo amigo de Marcelo Bielsa y de Jorge Valdano, el correntino es un personaje especial, basta con decir que tuvo 45 perros en su casa cuando vivía en Atenas: “A todos los castramos. Algunos los regalamos, otros se fueron muriendo. Hoy, conservo a cuatro: Perón, Batistuta, Pelé, que es un gran danés negro, y Maradona, que tiene muchos rulos. Tengo una locura por los animales”, recalcó el oriundo de Santo Tomé, de 66 años.

El ex delantero se inició futbolísticamente en las divisiones juveniles de Newell’s, siendo compañero de Valdano y donde forjó una gran amistad con el Loco Bielsa que mantiene hasta el día de hoy. “Soy un colaborador de alma de Marcelo. Hablamos todos los días y está muy feliz en el Leeds United. Es el lugar exacto para él y el momento justo para quedarse. Hace tres años que está ahí y se va a quedar más tiempo, porque su trabajo es increíble”, reveló.

Tras sus comienzos en el conjunto rosarino, en 1975 se fue durante seis meses al Panathinaikos. Volvió a Newell’s hasta 1978, para recalar luego en el Junior de Barranquilla. En la temporada siguiente, retornó a tierras argentinas para jugar 11 meses en Boca bajo el mando de Juan Carlos Lorenzo, a quien convenció de que se iba a ganar un lugar entre los titulares. Terminó siendo el capitán, relegando a Hugo Gatti, Francisco Sá, Ernesto Mastrángelo, Roberto Mouzo y el Chapa Suñé. En diciembre de 1979, regresó al Panathinaikos, donde se destacó durante diez años, hasta 1989, año en el que colgó los botines. Rocha repasó su historia con Infobae desde su casa en Parga Sivota, sobre el Mar Jónico.

-Está radicado hace 42 años en Grecia. ¿Como es la vida allá?

-Soy un afortunado, un tocado por la varita mágica. Vivo en un país extraordinario, uno de los más hermosos del mundo. Estoy con mi señora y mi hijo más grande. En tanto, mi hija Giovanna reside en Buenos Aires. Estoy dirigiendo en un equipo de la liga local que se formó hace dos años y estamos al noroeste del país, en Igumenitsa, que es un paraíso. Estoy trabajando de lo que me gusta, a cargo de todo el proyecto deportivo del club y tengo un contrato por cinco años. La institución es una sociedad anónima y el que tiene la mayoría de las acciones es un griego que vive en Holanda. Trabajo con gente joven y con un proyecto muy lindo, estoy muy feliz.

-Llegaste con 22 años a ese país. ¿Te costó adaptarte a otra cultura?

-No, nunca me costó adaptarme a ningún lado. Llegué el 21 de diciembre de 1979 a Grecia y dos días después, debuté. Jugué casi 300 partidos en el Panathinaikos. Como futbolista gané tres ligas y siete copas locales; como entrenador, dos ligas, una supercopa y tres torneos. Soy de los pocos argentinos que disputó dos semifinales de la Champions League, ambas con el Panathinaikos, una como jugador en 1984 frente al Liverpool y otra como director técnico en el 96 frente al Ajax de Louis Van Gaal, al que casi le ganamos.

-Te ganaste el respeto de todos los griegos, no sólo de los hinchas del Panathinaikos, sino también de los de su archirrival, el Olympiacos. ¿Como lo lograste?

-Soy el único que puede ir a la cancha del Oyimpiacos sin ningún problema. Nunca hice declaraciones contra los rivales, de esta manera me gané el respeto de todos los simpatizantes. Recuerdo que durante un clásico Panathinaikos-Olympiacos, en 1986 jugábamos ante 80.000 personas. Me sacaron la segunda tarjeta amarilla, y entonces caminé hacia el árbitro, que se asustó pensando que algo le iba a hacer. Lo felicité y le dije que tenía razón. Le di la mano y mis deseos de que terminara de la mejor manera el partido. El estadio se quedó mudo, y a la noche el ministro de Cultura me mandó un telegrama de felicitación.

-En Argentina es difícil que eso pase. ¿Cuál es la diferencia entre el fútbol griego y el argentino?

-El argentino está estancado porque depende muchos de los resultados, es muy resultadista. Se pierde un partido y echan al técnico, así no se pueden formar jugadores y menos un equipo. Además, hay muchos futbolistas de 38 años que están jugando en la Primera, con una trayectoria enorme en el exterior, con fama y dinero, y ocupan el lugar de un joven que recién se está formando, eso no le hace bien al deporte. Ahí es donde se equivocan, porque deberían utilizar más a los juveniles para que se vayan formando como profesionales. Hace años, Argentina era un país que exportaba muchos futbolistas y hoy no lo hace; en eso estamos muy mal. En cambio, Brasil nos está ganando en todo sentido, especialmente en la venta de jugadores buenos y jóvenes al exterior.

-Entonces, ¿dónde está el problema?

-En la formación de jugadores, que va por mal camino. Hoy no se exportan futbolistas de calidad a los grandes clubes europeos. Sin embargo, los brasileños sí pueden y existen muchos en Inglaterra, en España e Italia. El fútbol argentino no está en un buen nivel de futbolistas. La rompen Maxi Rodríguez, José Sand o Carlos Tevez. Entonces, habría que preguntarse: ¿por qué estos deportistas experimentados son las figuras y no los más chicos, que deberían estar mejor físicamente? Yo pasé por esa etapa y cuando me inicié lo que más anhelaba era destacarme en mi país para pegar el salto a Europa. Yo me vine a una liga chica, pero podía haber esperado un tiempo más para pasar a una más grande. El destino quiso que jugara en Grecia.

Rocha con Maradona, en un encuentro que mantuvieron en París
Rocha con Maradona, en un encuentro que mantuvieron en París

-¿Por qué el Panathinaikos te inventó un segundo apellido?

-Fue en 1975, cuando estuve seis meses en el club y no se hizo la transferencia desde Newell’s. Es esa época, el fútbol griego era amateur y no profesional; recién pasó hacerlo en 1979. En la era amateur no estaban permitidos extranjeros. Por ende, el club me agregó un segundo apellido griego, Boublis. Es más, me hicieron el pasaporte y la cédula a nombre de Juan Ramon Rocha Boublis. Después me salió la nacionalidad griega. En la década del 80 comencé a jugar hasta que el Olympiacos hizo la denuncia de que tenía un apellido falso y me suspendieron. Fuimos a juicio.

-¿Y qué pasó?

-Me sacaron la nacionalidad griega y seguí jugando como extranjero. Se armó un lío político en todo el país. Hubo 15 mil hinchas del Olympiacos protestando en la puerta del Congreso por mi apellido agregado. A raíz de esto, el ministro de Deportes me suspendió por nueve meses y perdimos el campeonato. Lo más gracioso es que cuatro años después el gobierno griego me dio la nacionalidad por buena conducta y persona de bien. En el 88, un año antes de mi retiro, hice el servicio militar en Grecia. Estuve seis meses cumpliendo con mi deber de ciudadano.

-¿En Grecia es obligatorio hacer el servicio militar?

-Sí, lo tuve que hacer a los 36 años, en una isla frente a Turquía, al mismo tiempo que jugaba el último año en el Panathinaikos. Iba los viernes y volvía a mi casa los lunes, así me manejé durante seis meses. Acá no te salvas, no hay sorteo. Podés tener una prórroga por estudios, pero debes hacerlo sí o sí. Un año después, dejé el futbol profesional.

-¿Te tocó hacer la colimba en Argentina?

-Sí, también. Al final, hice dos veces el servicio militar: uno en mi país de origen y el otro en el que me adoptó. En Argentina me tocó por sorteo en 1976 y me di de baja en octubre de ese año porque mi señora estaba embarazada. Fui del 22 de marzo al 22 de octubre, y dos días después, comenzó el último golpe militar.

-Viviste 22 años en suelo argentino. ¿Qué recuerdos tenés?

-Yo comencé de muy grande a jugar al fútbol. A principios del 71 arranqué en Newell’s y en abril del 73 debuté en la selección argentina. En dos años, pasé de jugar en Santo Tomé a estar en el seleccionado. Todo fue muy rápido, hasta que finalmente vine a jugar a Grecia, donde me siento como en mi casa.

-De tu paso por el seleccionado, ¿qué balance hacés?

-Fue la mayor decepción de mi carrera. Me convocó César Luis Menotti por primera vez para un partido contra el Palmeiras en la cancha de Racing, que terminó 1 a 1. Era parte del plantel donde había figuras como Miguel Brindisi, Roque Avallay, Quique Wolf, Claudio Carnevali, Héctor Chazarreta, René Houseman y el Oveja Telch. Tuve el honor de formar parte de la Selección fantasma, la única en el mundo que se formó para ganarle a Bolivia en La Paz. Compartí vestuario con Mario Kempes y Marcelo Trobbiani, entre otros. Luego, integré el seleccionado mayor hasta meses antes del Mundial 78, cuando fui desafiliado.

-¿Te dolió no haber sido parte del Mundial 78?

-Sí, anímicamente me mató, me destruyó mucho, me dolió bastante. Fue tan así que vuelvo a Newell’s y me desagarré uno de los aductores y un isquiotibial al mismo tiempo. Tuve que alimentarme bien y hacer ejercicios especiales para recuperarme, porque estaba muy decepcionado, dolido y repercutió en mi carrera al punto de lesionarme. Cuando me rehabilité, el club rosarino pensó que mi carrera estaba terminada producto del bajón anímico que me agarró por no ser parte del seleccionado argentino. Iba a abandonar, pero justo me compra el pase el Junior de Barranquilla siendo muy joven.

-¿Cuánto tuvo que ver Menotti en tu bajón anímico por haber sido el entrenador que te dejó afuera de la convocatoria?

-Mucho, porque en esa etapa me costó bastante recuperarme anímicamente. Era el mejor momento de la Selección y yo estaba en mi mejor nivel, pero había una frialdad del técnico conmigo. En un momento dado nos dejó de llamar, y me costó mucho recuperarme, sumado a una lesión que por poco no terminó con mi carrera. Te digo más, estaba con tanta confianza que tuve que haber jugado tres Mundiales consecutivos: 78, 82 y 86. Era titular en un equipo grande de Europa como el Panathinaikos, llegando a las semifinales de la Champions League en el 86. Nadie me vino a ver ni me llamaron para la Selección, fue algo muy extraño. Estuve 10 años jugando a un alto nivel y, sin embargo, ningún técnico del seleccionado nacional puso los ojos en mí. Llegaban a Italia a ver jugadores y no fueron a Grecia, que es una hora más de viaje.

Juan Ramón, con la casaca de Boca, el club de sus amores, en el que llegó a ser capitán
Juan Ramón, con la casaca de Boca, el club de sus amores, en el que llegó a ser capitán

-¿Cómo fue tu llegada a Boca?

-Me quedo hasta diciembre del 78 en Junior jugando todos los partidos y me vuelvo a la Argentina. Voy a Santo Tomé a pasar las Fiestas. Un día me llama Alberto Poletti (mi ex manager) al negocio de mi papá y me pregunta: “¿Querés jugar en Boca?”. Y le respondo: “Sí, claro, salgo corriendo para allá”. Yo soy hincha de Boca de chiquito y muero por el club. Entonces, mi representante me dice: “Venite a Buenos Aires que vamos a ir a charlar con Juan Carlos Lorenzo”. Cuando fui a la casa del entrenador, su señora me pidió que lo dejáramos dormir la siesta y no habláramos fuerte porque si se levantaba chinchudo, de mal humor, era complicado hablarle. Esperamos dos horas, se despertó, lo conocí y me cambió la vida, personal y futbolísticamente.

-¿Qué fue lo que te dijo Lorenzo?

-Fue sincero conmigo. Lo primero que dijo fue: “Vos sos Rocha, sos un buen jugador, pero te hago una pregunta: ¿cómo creeés que podés jugar en Boca si nosotros venimos de ser campeones de Argentina, de América y del Mundo. ¿En lugar de qué futbolista vas a ingresar? No vas a poder. Si te querés quedar, jugaras el año que viene (1980), no este año”. Entonces, le respondí: “Si me aceptan, yo me quedo. Voy a jugar este año, acuérdese”.

-Lo desafiaste, ¿qué te respondió?

-Me mandó a hablar con el presidente Alberto J. Armando, quien me ofreció 25 mil dólares, un cuarto de lo que ganaba en Colombia. Arreglé la cifra, se hizo la transferencia y arranqué la pretemporada. Me acuerdo de que el Loco Gatti era el mimado de Lorenzo. Rendía en los partidos, pero después en las horas libres hacía lo que quería y el técnico se lo permitía. Por ejemplo, tomaba sol hasta el día del partido. Se ponía una remera en la cabeza para no arruinarse el pelo. Así era él, muy carismático y está dentro de los tres mejores arqueros que vi en mi vida junto a Ubaldo Fillol y Alberto Carrasco, un ex portero uruguayo.

-¿Te costó adaptarte al xeneize?

-No, fue rápido, entendí lo que pretendía el técnico: meter garra en la cancha y poner huevos, así es Boca. Debuté por la Libertadores 79 frente a Independiente en La Bombonera, con victoria por 1 a 0, en la revancha. Mi carta de presentación fue pegarle a propósito una patada dura a Antonio Alzamendi cerca del banco de suplentes para que viera Lorenzo que huevos no me faltaban. A partir de ese momento no salí nunca más. Terminé siendo el capitán del equipo y juegue la final de la Copa frente a Olimpia que perdimos.

-¿Cómo fue tu partida de Boca?

-Mi último encuentro en Argentina fue el 30 de noviembre de 1979 frente a San Lorenzo en el Viejo Gasómetro. Terminó 0 a 0 en el Estadio de avenida La Plata. Después, me vinieron a buscar desde el Panathinaikos y se hizo la transferencia. El mandamás Armando me declaró intransferible, pero se ablandó con los europeos porque me compró en un cifra muy chiquita y me vendió en dos millones y medio de dólares, que para esa época era mucha guita. Aparte, él hizo un acuerdo comercial con los griegos para que le trasladaran desde Japón a la Argentina los autos Mitsubishi que vendía a través de un negocio personal que tenía.

-¿Fuiste compañero de Maradona en el seleccionado de Menotti?

-Sí, entrenábamos juntos y ambos quedamos afuera del Mundial. Diego fue un jugador único. Recuerdo que después me lo cruce en París en 1984, en los alrededores de la Torre Eiffel. Yo estaba con mi familia y de repente la gente corría de un lado para el otro porque estaba Maradona junto a Claudia Villafañe, su amigo de la infancia Adrián Domenech y su mujer, visitando la Torre. Ahí me contó que se iba al Napoli porque estaba de paso en Francia, se había ido a operar del tobillo tras la dura falta que había recibido en el último partido con el Barcelona. Ese día me pidió el teléfono de mi casa de Atenas y se lo di.

-¿Te llamó alguna vez?

-Sí, al otro año, cuando estaba de paso por Grecia. Me pidió que fuera al Aeropuerto de Atenas porque hizo escala antes de partir rumbo a Israel. El avión tuvo un desperfecto y nos pusimos a charlar un rato largo en pleno aeropuerto. En un momento, se fue a comprar una gaseosa y la gente no lo dejaba respirar. Lo saludaba, se sacaba fotos y no lo dejaron comprar. Me dijo: “Pensé que en Grecia no me conocían”. Yo nunca lloro, pero por la muerte de Diego me lloré todo y lo hago cada vez que veo imágenes en la televisión. Lo que provocó y sigue provocando es increíble, nadie en el mundo tiene esa magnitud. Maradona será eterno.

Rocha, con Bielsa, quien le preguntó si, en su lugar, se quedaría en el Leeds
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-¿Le rindieron muchos homenajes en Grecia tras su fallecimiento?

-Fue increíble. En la puerta de mi casa, el día de su muerte, había cinco periodistas de diferentes canales de televisión para entrevistarme, por ser argentino y haber jugado con él. Ahora se está organizando un torneo de fútbol 5 que se va a llamar Diego Armando Maradona, ideado por la Universidad de Macedonia en conjunto con la de Atenas. Se llevará a cabo a principios de julio en homenaje al Diez, con la participación de chicos inmigrantes que vienen de la Guerra de Siria, y de otras nacionalidades. Además, hay un mural en la ciudad de Salónica con la cara de Pelusa que es precioso. Cuando falleció, los canales de televisión hicieron programas especiales y nunca tocaron la otra vida de Diego que también fue un ejemplo. Para los griegos, Maradona será eterno.

-En lo personal, ¿qué dedicatoria le hiciste a Diego?

-Canté un tema musical de Manu Chao, “La Vida es un tómbola”, junto a todos los futbolistas argentinos que se destacan en Grecia. Entre ellos, Nicolas Villafañe (ex Boca), Juan Neira (ex Gimnasia), Nazareno Solís (ex Boca), Miguel Mellado (ex Chacarita) e Ismael Blanco, (ex Lanús). Además, sumamos a músicos locales y otros compatriotas. La entonamos en el Teatro de Dionisio, el más importante del país. Se hizo un recital mediante Internet y abrimos con el tema dedicado a Diego. También, tengo un perro que se llama Maradona…

-¿Es cierto que tuviste 45 perros en tu casa?

-Sí, llegamos a tener 45 perros en mi casa de Atenas, tengo una locura por los animales. Hoy sólo conservo cuatro: un boxer llamado Perón, otro Batistuta, Pelé, que es un gran danés negro, y Maradona, que tiene mucho rulos. Tienen nombres latinos y la mayoría de jugadores reconocidos. Nos gusta tener muchos animales, pero cuando tuvimos 45 fue muy complicado alimentarlos.

-¿Cómo llegaste a tener tantos?

-Cuando vivíamos en Atenas habíamos comprado un terreno de dos hectáreas para construir la casa, pero no hicimos un muro, teníamos apenas un alambrado. Entonces, los vecinos sabían que amábamos a los animales y nos tiraban por arriba del alambrado los perritos. Se nos fueron juntando hasta que en un momento llegamos a tener 45. No dábamos más y empezamos a castrarlos. Hicimos jaulas para todos. Darles de comer que era muy complicado. Cocinábamos 15 kilos de fideos por día y lo mezclábamos con las sobras del restaurante argentino “Elias”, ubicado cerca del Lago de Maratón, que nos daba una bolsa llena de comida diaria. Cuando lo haces con cariño, no te importa cuántos perros son. Después, nos mudamos a la isla, donde estamos ahora, y nos trajimos a cuatro mascotas, porque algunos los regalamos y otros se fueron muriendo.

-¿Como nació tu amistad con Valdano?

-Nos conocimos en Newell’s. Vivíamos en una pensión en la calle Rioja y Sarmiento, en Rosario, junto a 36 chicos más, donde estudiábamos y jugábamos en las divisiones inferiores. Cuando el club consideró que estábamos para más, nos separaron a ambos y nos llevaron a vivir a una casa de la familia Carbó. Ahí teníamos nuestra propia habitación donde desayunábamos, merendábamos y cenábamos. Estuvimos dos años conviviendo. Yo tocaba la guitarra y él leía muchos libros, por eso le decíamos “El Poeta”. Me vino a visitar a hace poco y yo fui para Madrid. Tenemos una relación muy buena con Jorge.

-Es amigo personal de Marcelo Bielsa. ¿Qué te cuenta de su presente en el Leeds United?

-Sí, somos un trío muy unido con Valdano y Bielsa, los tres salimos de Newell’s. Con Marcelo mantengo una muy buena relación, de años de amistad. Soy un colaborador de alma de él. Habló todos los días y está muy feliz en el Leeds United. Es el lugar exacto para Marcelo y el momento justo para quedarse. Incluso, él me preguntó a mí: “¿Te quedarías en el Leeds United en mi posición?”. Le respondí: “Yo me quedaría en el lugar donde me quieren y a vos te quieren mucho en el Leeds”. Hace tres años que está ahí y se va a quedar más tiempo, porque su trabajo es increíble. Hoy disputa la Premier League con jugadores que mantiene de la segunda división de Inglaterra. Sin embargo está haciendo una campaña inmensa. Bielsa es muy simple y transparente. Nuestra relación es de confianza y de respeto mutuo.

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