Corrían 9 minutos del segundo tiempo en el estadio Juan Carmelo Zerillo. Gimnasia acababa de anotar el 1-1 ante Central Córdoba de Santiago del Estero y buscaba el segundo tanto. En ese contexto, el uruguayo Braian Alemán habilitó con sutileza a Erik Ramírez, quien cara a cara con el arquero definió de zurda y su intento salió desviado. Enseguida, las cámaras de la transmisión del partido fueron con la imagen de Maradona, que se lamentó, se agarró la cabeza... Y perdió el equilibrio. Y se dio un golpe que asustó a todos sus compañeros de banco de suplentes.
Diego, de 59 años, vivió el juego con la efervescencia habitual. Y en el momento de enojarse por la chance dilapidada, se trastabilló en el paso atrás, no llegó a poner las manos para amortiguar la caída y se golpeó la cabeza contra el escalón sobre el cual está ubicado el banco. Enseguida se acercaron Sebastián Méndez y Adrián González, sus ayudantes de campo, para ayudarlo a pararse y confirmar que estaba bien de salud.
A los 39 minutos del segundo tiempo, el Diez dispuso que Comba ingresara en lugar de Ramírez, pero no sancionó al colombiano por provocar su tropiezo: por el contrario, le dio un abrazo sentido de agradecimiento. Fue una jornada especial para el astro; no sólo porque su equipo logró su primera victoria como local en la era Maradona (Contín, tras una excelsa jugada de Paradela, marcó el 2-1). En la previa recibió el saludo de Mauricio Pochettino, ex entrenador del Tottenham finalista de la última Champions League, que se acercó al Boque para visitarlo. También ingresó al campo de juego con Benjamím, su nieto, hijo de Gianinna y Sergio Agüero.
Antes del encuentro (utilizó una gorra promocionando la candidatura del presidente Gabriel Pellegrino, que busca su reelección), habló de “Maradona 2020”, confirmando sus conversaciones para reforzar el equipo y darle forma al plantel con el que aspira a mantener al Lobo en la Superliga. Y en el 2-1 explotó: se abrazó con el cuerpo técnico, miró hacia la tribuna, hizo el gesto subrayando que sus dirigidos tienen agallas y se quedó cantando con los hinchas, desentendiéndose del juego.
Al final volvió a aflorarle la emoción. “Les dije a los muchachos que lo iban a dar vuelta. Yo me prendí un habano, estaba tranquilo; no vinimos a conocer la Plata, vinimos a Estancia Chica y a Gimnasia a trabajar. Gimnasia tiene que ser grande, grande, grande. Rompimos el maleficio de esta hija de puta de cancha”, dijo, en alusión a la racha de 8 meses sin victorias que acarreaba el Tripero en el Bosque.
Después, abrazó uno a uno a sus futbolistas (“Jugadorazo”, piropeó a Paradela) y se arrodilló en el césped para agradecerles a los fanáticos. Una montaña rusa al mejor estilo Maradona.
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