
El reciente lanzamiento de “Gabriela Austral. Su vida en la Patagonia chilena. Revisión histórica 1918-1920” (Libros del Cardo) puso el foco en el legado de Gabriela Mistral en Magallanes, una etapa que, según el autor Dusan Martinovic Andrade, representó un “autoexilio mistraliano” y marcó el inicio de su proyección internacional.
Martinovic Andrade, actual director del Museo Gabriela Mistral de Vicuña, abordó en profundidad los motivos que llevaron a la poeta a trasladarse a Punta Arenas en 1918. El investigador explicó que Mistral “se encontraba en búsqueda de una estabilidad laboral y emocional, y debió viajar donde termina el mundo, para comenzar su camino definitivo a la excelencia”. El autor definió la tarea de reorganizar el Liceo de Niñas de Punta Arenas como “una tarea institucional compleja”, pero también como la oportunidad para que, “a través de la lejanía, le permitirá revisar su obra, dispersa y fragmentada, para con un entorno prístino cuajar su primer poemario, punto inicial de su internacionalización definitiva”.
El libro reconstruyó el contexto de la llegada de una joven Lucila Godoy Alcayaga, de 28 años, a la región austral. Martinovic Andrade detalló que la designación como directora del liceo respondió a una decisión del entonces Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Pedro Aguirre Cerda, quien se convirtió en un “gran amigo y compañero de toda la vida”, según la correspondencia de la propia Mistral. El traslado también estuvo influido por el salubrista Luis Aguirre Cerda, hermano del ministro, quien insistió en la urgencia de contar con una nueva directora en un liceo que el Ministerio de Educación calificaba como el peor del país.

Durante su gestión, Mistral implementó una serie de reformas que, en palabras de Martinovic Andrade, resultaron “grandes e impactantes”. Entre ellas, el autor enumeró “la creación del nivel de 4º de humanidades, la biblioteca popular, el incremento exponencial de la matrícula del establecimiento, el planteamiento institucional de la idea de las vacaciones de invierno, la redistribución espacial del establecimiento —por lo cual ella fue a vivir a una pensión— y el mejoramiento de las condiciones de infraestructura del mismo”.
La participación de Mistral en la creación de la revista Mireya también ocupó un lugar destacado en la investigación. El libro consignó que la publicación, dirigida por el poeta Julio Munizaga y con diseño de Laura Rodig, reunió poemas, citas de grandes pensadores y contenidos editoriales en seis números, consolidando un espacio de sociología y arte en la ciudad.
Martinovic Andrade subrayó el impacto de la geografía y la distancia en la obra de Mistral durante su estancia en el extremo sur. El investigador afirmó que “esto se evidencia en, por ejemplo, la presencia de este imaginario en al menos 25 poemas del libro Desolación, siguiendo a Roque Esteban Scarpa”.

La editora de Libros del Cardo, Gladys González, destacó la importancia de rescatar este periodo. González sostuvo que incluir esta dimensión de la vida de Mistral permitió “conocer más sobre su tránsito en Magallanes, las reformas educativas trascendentales, pero aún no conocidas del todo en el ámbito pedagógico, en una ciudad que la recibió con cariño y los brazos abiertos”.
El volumen, nutrido de fotografías, documentos, cartas y decretos, se integró a la Colección Mistral de la editorial, que ya incluye títulos como Cuentos inéditos y autobiografías, Herbario mistraliano. Diarios y cuadernos de jardín, Textos sobre naturaleza, Mistral editora. La Revista Mireya en Punta Arenas, y Pedagogía Mistraliana.
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