“Lo primero que tengo para decir de mi historia que es más interesante leerla que escucharla”, dijo César González. Oriundo de la Villa Carlos Gardel -en el oeste del Gran Buenos Aires, cerca del Hospital Posadas-, nació en 1989 y su infancia, que trascurrió en la vulnerabilidad, derivó en la delincuencia. Cayó preso, baleado, y en la cárcel se encontró con un objeto raro, complejo, brillante, adictivo, edificador, sagrado: la literatura. “Así empecé desmentir el rol que tenía asignado, el de pibe chorro”, contó en una entrevista realizada este miércoles en el streaming de Infobae.
Su historia la empezó a contar con El niño resentido, el primer libro de su saga autobiográfica, y la siguió con el segundo, Rengo yeta, que acaba de salir. Pero antes hubo varios: los poemas que escribía con su seudónimo, Camilo Blajaquis, y el ensayo El fetichismo de la marginalidad. Además, González construyó una imponente carrera de cineasta: Lluvia de jaulas, Diciembre, Al borde y Fobia son algunas de sus películas. “El cine es un arte elitista y burgués. Hasta la cámara más barata es carísima”, cuenta.

González señaló con mucha dureza “lo absurdo que es el sistema judicial y el régimen moral con el que creemos que se rige esta sociedad”: “Un pobre se roba un celular y va a parar al peor calabozo del peor penal, previamente es muy posible que sea torturado por el servicio penitenciario, y tenemos una clase política que le roba a los discapacitados, y seguramente ninguno va a terminar ni una noche en los calabazos que pasan los pobres que cometen errores”.
“Salir de la cárcel es mucho más difícil que entrar, porque cuando salís te dicen que sos libre y para cualquier trabajo te piden antecedentes penales. Sí, soy libre pero para morirte de hambre, para cargar con un estigma tremendo en la frente, y uno termina pensando si no sería mejor que Argentina tenga pena capital, porque si te van a dejar vivo y vas a ser un espectro, yo prefería que me maten. Conozco muchos pibes con mucha inteligencia y sensibilidad que han quedado en el camino”, agregó.

Mientras estuvo privado de su libertad, leyó de todo: Borges, Bioy Casares, Marx, Foucault, Rodolfo Walsh, Sartre, Jean Genet. Al salir, consiguió trabajo de cadete en la Municipalidad de Morón, empezó a estudiar Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y comenzó a hacer una revista llamada Todo Piola, que vendía en la facultad y en el tren. “La experiencia por sí misma no genera literatura”, aseguró. Hizo muchas películas, publicó varios libros. Su obra es enorme, pero recién empieza: César González apenas tiene 36 años.
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