
Cada 25 de julio, en Italia, la celebración conocida como pastasciutta antifascista recuerda la caída del régimen de Benito Mussolini en 1943. La fecha responde a un gesto particular: el consumo público de platos de pasta, que el propio régimen había intentado desalentar por considerarlos ajenos al ideal nacionalista que promovía, incompatible con el ideal nacionalista y ruralista impulsado por el fascismo, que defendía una dieta distinta para el “hombre nuevo italiano”.
La cultura popular italiana mantuvo viva la imagen de la pasta como símbolo de identidad, reflejada en escenas reconocidas, como la de la película Un americano en Roma (Steno, 1954), en la que el personaje interpretado por Alberto Sordi termina rindiéndose ante un generoso plato de macarrones, en contraste con los intentos previos del fascismo de imponer otros hábitos alimenticios.
En la década de 1940, el régimen fascista promovía una dieta alineada con el modelo ruralista y aspiraba a reducir el consumo de productos considerados extranjeros, como la pasta, para promover alimentos como el arroz. El gobierno argumentaba que esta preferencia respondía a la necesidad de fortalecer la economía nacional y consolidar una identidad rural, aunque las campañas oficiales no lograron modificar de manera sustancial las costumbres alimentarias de la población.
El 25 de julio de 1943, tras la detención de Mussolini y el anuncio de la caída del régimen, diversas familias italianas celebraron el acontecimiento comiendo platos de pasta en las calles en abierto desafío a la cultura impuesta durante la dictadura. Un ejemplo emblemático surge de la provincia de Reggio Emilia, donde la familia Cervi distribuyó macarrones en la plaza del pueblo como símbolo de solidaridad y resistencia.

Alcide Cervi y sus siete hijos formaron parte del movimiento antifascista, y la memoria de su acción fue recuperada décadas después como motor de una nueva tradición.
Durante muchos años, la pastasciutta antifascista permaneció como una tradición local. En la década de 1990, el Instituto Alcide Cervi rescató y promovió la celebración, que en la actualidad, cerca de 300 eventos reúnen a diferentes organizaciones, asociaciones, museos y ciudadanos. La preparación y el consumo compartido de pasta funciona como recordatorio de valores democráticos ligados al antifascismo. La tradición no exige replicar la receta original: cualquier tipo de pasta, con la preparación preferida, resulta válida como símbolo.
El coordinador cultural del Instituto Alcide Cervi de Gattatico, un centro de investigación sobre el fascismo y la resistencia, Mirco Zanoni, señala que este acto funcionó en su origen tanto como expresión de solidaridad en tiempos de guerra y racionamiento como un desafío político. El evento adquirió el carácter de celebración colectiva y recordatorio de la ruptura con el orden autoritario.
El profesor Alberto Grandi, autor de La cocina italiana no existe, por su parte, sostiene que la costumbre de compartir pastasciutta en esa fecha constituye más una celebración popular que una revuelta formal, aunque eligió un producto que el fascismo identificaba como ajeno al ideal patrio.

El vínculo histórico entre la pasta y la cultura italiana atravesó distintas etapas. En 1938, durante una visita oficial de Adolf Hitler a Italia, el Duce optó por pollo durante una comida protocolar, mientras que el líder alemán pidió pasta, que el chef cocinó en exceso para, a su criterio, adaptarla al gusto extranjero. Según Grandi, solo después de la Segunda Guerra Mundial la pasta se consolidó en todo el país como alimento nacional.
El fascismo consideró los macarrones una moda proveniente de América e impulsó campañas para reducir la importación de trigo y promover el consumo de arroz producido localmente. El consumo de pasta en Italia entre ambas guerras rondaba los 20 kilos por persona al año, frente a los 45 kilos actuales. La retórica oficial enfatizaba otros alimentos tradicionales como verduras, polenta y sopas y, en círculos futuristas, se llegó a culpar a la pasta de fomentar el pacifismo y el neutralismo, debido a su supuesta dificultad para la digestión y el impacto en la lucidez mental. Sin embargo, los intentos del régimen para instalar una nueva dieta fracasaron y no lograron desplazar la pasta del centro de la cultura alimentaria italiana.
La pastasciutta antifascista permanece como un recordatorio de ese cruce entre política, costumbres y comida, y funciona actualmente como símbolo de memoria y cohesión social en Italia.
Fotos: Reuters TV e Infobae.
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