Pablo Bernasconi y su imaginario artístico exploran en la ciencia

La sutil mirada del escritor e ilustrador barilochense se expone en todo su esplendor a lo largo de la muestra “El infinito”, que se presenta en el Centro Cultural de la Ciencia. “Es un experimento poético”, define

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Pablo Bernasconi (Franco Fafasuli)
Pablo Bernasconi (Franco Fafasuli)

“Cuando el intelecto intenta describir el infinito, los números no alcanzan, las fórmulas se despedazan, surgen las paradojas, y sobreviene la angustia. La poesía, en cambio, propone un acercamiento a escala humana; nos aleja de la soberbia y resuelve de modo amable una pregunta inasible”, afirma Pablo Bernasconi en el texto curatorial que puede leerse en las paredes de la planta baja del Centro Cultural de la Ciencia, sobre la calle Godoy Cruz, en el barrio porteño de Palermo.

La sala recién montada, aún deja registro del boceto que supo ser, del mapa conceptual, del estudio y del tiempo que implicó armar semejante puesta performática, lumínica e interactiva. La ansiedad de quien está de estreno se escurre por el aire entre asistentes, ruido, gente que va hacia un lado y al otro, cámaras de televisión, luces y elementos de montaje. Sin embargo, el bullicio no imposibilita la concentración de Pablo, quien con un café en una mano y su libro en la otra, detalla la fascinación que tiene con el infinito, un tema que lo convoca desde su infancia. “Todo se inició como una exploración experimental desde la poesía que tenía como contrapartida este desafío de involucrar a la ciencia”, afirma en diálogo con Infobae Cultura.

(Franco Fafasuli)
(Franco Fafasuli)

Esta exhibición es una ampliación interactiva de su libro publicado en el 2018, que a través de poemas e ilustraciones de su autoría, aborda de forma metafórica diversas definiciones sobre el concepto del infinito. “El infinito es el ojo de un artista justo antes de empezar a dibujar”, dice en uno de sus pasajes. Además de exhibir las 30 obras originales y los textos que lo componen, construye lo que él mismo llama “artefactos metafóricos”, es decir, piezas escultóricas e instalaciones performáticas en las que se cruzan datos científicos con experiencias artísticas lúdicas e interactivas.

Se trata de una propuesta completa que aborda temas complejos desde una simplicidad única. En el recorrido, es posible encontrar la propia lectura, trazar un camino y construir un propio mapa de respuestas sobre el infinito. “La idea es que cada visitante pueda encontrar respuestas y salir con sus propias preguntas”, afirma. Y en relación a eso, la muestra funciona como un portal al que se accede de un modo, pero con la garantía de que al salir, algo cambia.

La muestra "El infinito" de Pablo Bernasconi en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) exhibe 30 obras originales, entre piezas escultóricas e instalaciones performáticas en las que se cruzan datos científicos con experiencias artísticas lúdicas e interactivas
La muestra "El infinito" de Pablo Bernasconi en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) exhibe 30 obras originales, entre piezas escultóricas e instalaciones performáticas en las que se cruzan datos científicos con experiencias artísticas lúdicas e interactivas

-¿Cómo se conectan el libro y la muestra?

-El libro era un libro-álbum, vinculado a la poesía y a la literatura, desde ese universo visual que yo intento explorar dentro de lo que son los libros álbumes. Pero luego, entendí que el concepto de “Lo infinito” por supuesto abarcaba muchísimo más y era extensible a otros universos que me interesaba explorar a mí personalmente. El Infinito fue como un acercamiento acotado desde mi propio oficio, como ilustrador, como escritor. Pero proviniendo de una familia que trabaja en la ciencia -tanto mi madre como mi padre son científicos-, yo ya tenía conocimiento de un montón de cosas que me pareció que podía explorar y hacer un experimento cruzando arte y ciencia. Cruzando la poesía con la ciencia dura, con la ciencia que habla de la astrofísica o de la matemática, de la física. Y ahí, empecé a involucrarme en otras áreas: la mitología, la filosofía, la antropología, las artes, la música. Entonces, empecé a ver cuáles eran las áreas que tenían cosas para decir sobre el infinito. Todo se inició como una exploración experimental desde la poesía que tenía como contrapartida este desafío de involucrar a la ciencia. Y para eso me tuve que poner a estudiar e investigar.

-¿Cómo fue ese pasaje del arte a la ciencia?

-Empecé a estudiar y a contactar a físicos del Instituto Balseiro y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), la Universidad Nacional de Comahue y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para que me ayudaran a comprender esto. Empecé a tomar clases con ellos en el Balseiro. Fue también muy lindo y ahí también agrandé el equipo. Gente que trabaja conmigo, que me ayuda a veces a hacer estas cosas, las llevaba a tomar estas clases en el Balseiro sobre los multiversos, sobre los agujeros negros, o sobre el principio de Heisenberg. Todo eso empezó a darme material que luego se tuvo que poner sobre la mesa y decir, bueno de cada una de estas teorías voy a construir un artefacto metafórico. Fue un proceso que llevó tres años.

Los "artefactos metafóricos" de la muestra son el resultado de años de exploración en torno a las teorías de la ciencia (Franco Fafasuli)
Los "artefactos metafóricos" de la muestra son el resultado de años de exploración en torno a las teorías de la ciencia (Franco Fafasuli)

-¿Y cómo se llega de un concepto académico científico a un artefacto metafórico?

-Hubo que traducirlo. Ahí se empezó a complicar porque también se trata de esculturas. Una cosa es trabajar desde la imagen o la ilustración, que es mi campo, aunque yo trabajo con objetos en realidad pero bueno, en este caso, la idea de traducir la muestra tenía que ver con que iba a ser parte de una exhibición sí o sí. Era algo que la gente y el lector iba a tener que entender. O por lo menos lo iba a tener que conmover desde algún punto. Y ese es un desafío grande también, cómo traducir.

-Y en ese sentido, hacerla amigable para todos los públicos…

-Yo creo que lo importante también de la muestra es que tal como es el libro, no tiene edad. Funciona en la niñez y funciona en la adultez. Entonces, creo que ese es un desafío que tenemos los autores, y a mi me interesa particularmente: poder correr esa barrera y que sea genuino el interés. Que no sea sólo que el libro lo leas porque se lo tenés que leer a tu hijo sino porque te pica este bicho, esta curiosidad, y esa lectura está completando algo en vos. Eso para mí es importante y la muestra trabaja sobre eso también. Es multietaria.

-¿Qué temas científicos aborda?

-Hay muchos que tienen que ver con la astrofísica. Toda la composición de lo que son los agujeros negros, qué hay por detrás, qué hay por delante, qué sucede dentro de un agujero negro. Y sobre todo, hay una gran parte de la muestra que habla de la génesis del universo, y cuáles son (si es que tiene) los límites del universo. Hay un big bang, hay muchas teorías alrededor de si fue un big bang o un big crunch, que es otra teoría que es al revés, o más bien es un big bang que se repite de forma indefinida. Pero todas esas teorías yo las fui explorando, las fui estudiando justamente para traducirlas a estos artefactos. Entonces, desde la astrofísica hay una gran parte de la muestra. Pero también desde lo infinitesimal, desde el interior de los átomos y los electrones, y el campo cuántico. Hay un montón de puntos de la muestra que explora esto del campo cuántico. Por ejemplo, el principio de Heisenberg. Hay varios artefactos que se condicen con la idea de hacer un experimento poético. Porque todo termina en esto: es un experimento poético.

(Franco Fafasuli)
(Franco Fafasuli)

-En tu texto curatorial terminás con la frase “Y así está el mundo”. ¿Hay allí una dimensión política? ¿Funciona como un manifiesto?

-Claro. La frase completa es “Lo que sabemos, que siempre es poco, depende de lo que creemos, que nunca es mucho. Y así está el mundo”. Tiene que ver con la aspiración del humano de saber, de entender. Por eso la traducción desde la poesía es un recurso para entender también y para no perderse en el intento. Porque el infinito es un concepto en el que inmediatamente te perdés en el intento. Antes de empezar ya te perdiste. Y la poesía, el arte, funcionan como un bálsamo para eso, para animarse a entrar cada vez más profundo, a generar algún tipo de entendimiento sobre esto que es inasible, que de todos modos no lo vamos a entender pero que por lo menos, como dice Poe, “avanzamos en una proyección de ese entendimiento”. El libro opera sobre ese mismo logaritmo porque son diferentes miradas de diferentes infinitos ante diferentes propuestas. Así que sí, tiene una dimensión política que es aspiracional, como todo.

-Y dentro de todo ese gran infinito, ¿cómo fue hacer el recorte para la muestra?

-Esto tiene que ver con mi interés en particular, que a veces es compatible con otros y a veces no. A mi me interesan ciertas cosas y a veces encuentro ciertos socios en eso. Mis lectores son socios de las cosas con las que yo comulgo o me interesan. Y por suerte son muchos. Y hay un nivel emocional también en lo que hacemos. Apelamos al nivel emocional. Hacemos contenido que podemos compartir con otros y que nos conmueve de forma recíproca. Eso es algo con lo que siempre estamos jugando. Yo siempre voy y vuelvo con el guiño: “yo sé que vos sabés que yo sé”. Y eso para mí, es algo que rescato continuamente. Todo el juego poético en cualquiera de mis libros y en cualquiera de mis muestras o retratos está alrededor de esa operatoria, de ese mecanismo.

(Franco Fafasuli)
(Franco Fafasuli)

-¿El infinito tiene algún interés en particular en tu vida?

-Se inicia con un trauma. Pero es un trauma de niño. Hay muchas lecturas en cuanto a cuándo se asoman las personas al infinito y en qué momento de la vida. Hay personas que lo hacen desde muy niños, desde la niñez más temprana. A mí me tocó a los seis años. Pero hay personas que lo patean y capaz que entran en la pregunta por el infinito a los veinte o veinticinco años. Hay gente que no se hace esa pregunta porque es aterradora. Entonces, esta propuesta funciona como un bálsamo ante eso, promueve animarse a hacerse la pregunta.

-¿Cómo es esa historia?

-En primer grado, una compañera le preguntó a mi maestra qué era el infinito y mi maestra en ese momento en Bariloche, en una escuela pública, le dio una respuesta que a mi me traumó muchísimos años. Era una maestra que evidentemente tenía algún rollo con la religión y a mí me quedó siempre dando vueltas esa respuesta como una espina que la tuve por muchos años hasta que empecé a sanarla, explorándola desde la poesía. Su respuesta tenía que ver con el limbo, que para un niño de seis años es horrendamente tortuoso. Vine arrastrando eso muchísimos años y de forma inconsciente por supuesto, pero la pregunta que uno se hace sobre el infinito es una pregunta definitiva en la vida de uno. Nada vuelve a ser lo mismo que cuando te hiciste esa pregunta. Todo cambia. Hay uno de los artefactos de la muestra que tiene que ver con el limbo, y está un poco planteado esto que me pasó en la infancia.

"Hay personas que entran en la pregunta por el infinito a los veinte o veinticinco años, a mí me toco a los seis años", dice Bernasconi (Franco Fafasuli)
"Hay personas que entran en la pregunta por el infinito a los veinte o veinticinco años, a mí me toco a los seis años", dice Bernasconi (Franco Fafasuli)

-Ante esa incertidumbre, ¿la respuesta está en el arte?

-Yo creo que sí, por lo menos mi intento es ese: hacer algo desde el arte. El concepto de infinito es tan inmanejable e inasible que es una pregunta fallida desde el inicio. No vamos a llegar nunca. Nadie va a llegar nunca. No hay forma de llegar. Sin embargo, desde el arte podemos aproximarnos. Es un camino que lo exploro aunque ya sé que no voy a llegar a la respuesta. Pero puedo explorarlo y llegar lo más allá que pueda. Y eso ya es mucho. De hecho, muchas personas se han animado, y ahí está la gran frase de Kafka, que dice: “Si te involucras conmigo, te lanzarás al abismo”. Cuanto más te metés, con menos respuestas te quedás. Es un viaje que yo promuevo porque es un viaje de conocimiento pleno, mucho más allá de lo emocional y lo humano, y de absoluta desproporción. Por eso, a los que vengan a la muestra les digo que se animen, que atraviesen el portal que hemos generado acá en el Centro Cultural de la Ciencia, porque para mí, vale la pena animarse a eso.

*La muestra “El infinito” de Pablo Bernasconi permanecerá abierta hasta el 9 de octubre en el Centro Cultural de la Ciencia (Godoy Cruz 2270). Durante las vacaciones de invierno se puede visitar de miércoles a domingos, de 12 a 19. La entrada es libre y gratuita. Más información, aquí.

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