Un embarazo deseado, un diagnóstico durísimo y la película de terror de un aborto tardío: entrevista con Anna Starobinets, autora de “Tienes que mirar”

La periodista y escritora rusa cuenta en un libro su experiencia luego de que en 2012, estando embarazada, le detectaran al feto una malformación fatal que no le permitiría sobrevivir. Ella debió convivir con ese diagnóstico y, a la vez, con un sistema poco humanitario y sin empatía con las mujeres abrumadas por la interrupción de un embarazo avanzado y el posterior duelo

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Anna Starobinets es una periodista y autora de ciencia ficción y de libros para niños y algunos la consideran la Stephen King rusa. A los 34 años, en un momento en el que su vida navegaba plácida entre sus libros, su vida profesional y familiar, vivió una pesadilla. Casada con el también escritor Aleksandr Garros, y con una hija de 8 años, en 2012 quedó nuevamente embarazada. La felicidad se evaporó cuando le diagnosticaron al feto una enfermedad que no le permitiría sobrevivir, en caso de que el embarazo llegara a término.

Como tantas otras mujeres en el mundo, Anna Starobinets debió atravesar el dramático momento de convivir con un diagnóstico durísimo y, a la vez, con un sistema que, lejos de ser amigable con quienes pasan por una situación tan dramática, se ensaña en hacérselo más difícil. “La ventaja de la embarazada periodista frente a la embarazada no periodista radica en que la primera es capaz de recopilar información rápidamente, incluso cuando está por completo desesperada y bañada en lágrimas”, escribe.

Starobinets necesitaba no estar sola con su angustia. Lo primero que hizo fue buscar algún libro en ruso para conocer la experiencia de otras mujeres que hubieran pasado por un momento similar. Entonces advirtió con sorpresa que no había nada escrito en su idioma y fue por eso que decidió contar su experiencia desde el momento del diagnóstico, su decisión de viajar a Alemania para tener un aborto terapéutico por inviabilidad, y la respuesta institucional y profesional que obtuvo en cada momento. También quiso contar el impacto del episodio en la vida de su hija (a quien llama “la tejoncita”) y lo importante que fue el acompañamiento de su marido, quien la llevó a pensar todo lo que acompaña la frase Tienes que mirar, que le da título a su libro.

“Nunca vaya a sitios así sola. Lleve a su marido, a su amiga, al marido de su amiga, a su madre, a su tío, a su hermana, a quien sea, incluso a la vecina de al lado. Llévese a cualquiera que la ayude a encontrar la salida. No la salida definitiva, simplemente la salida del edificio”, escribe en un momento.

Anna Starobinets es periodista y escritora, sus libros han recibido varios premios.
Anna Starobinets es periodista y escritora, sus libros han recibido varios premios.

Anna Starobinets nació en Moscú el 25 de octubre de 1978. Estudió Filología en la Universidad de esa ciudad. Es autora de novelas y cuentos distópicos y de ciencia ficción y es también guionista y autora de la serie de detectives para niños. Recibió numerosas distinciones internacionales por sus textos, entre ellas: el National Bestseller Prize, por La glándula de Ícaro (Rusia, 2012), el Premio NOCTE a Mejor Relato Extranjero, por Una edad difícil (España, 2012), el Utopiales European Prize, por El Vivo (Francia, 2016), el Premio de la Sociedad Europea de Ciencia Ficción (ESFS) como mejor autora de ciencia ficción (2018).

Tienes que mirar (Impedimenta), es un libro de autoficción que rompió el tabú del aborto tardío por razones médicas en Rusia e inauguró una discusión masiva sobre este tema. Es el relato de una pesadilla pero también es una historia de amor. Lo que finalmente termina salvando a la autora, la diferencia entre el pantano y la posibilidad de salir adelante, es el amor de su pareja, de su hija, pero también el afecto de los foros, los mensajes de desconocidos y las instituciones fuera de Rusia que pusieron algo de humanidad al drama que ella estaba viviendo.

Lo que sigue es la transcripción de una entrevista con Starobinets realizada via mail.

-¿Por qué decidiste contar su experiencia?

-Cuando escribí este libro, el tema del que hablaba, este tema tan traumático para las mujeres de la interrupción tardía del embarazo, era completamente tabú en Rusia. Decidí escribir honestamente sobre lo que me había sucedido, mencionando de modo expreso los nombres reales de las clínicas y los nombres de los médicos. Creía que constituía algo así como mi deber social. Cuando estaba buscando algo de literatura que me ayudara en la situación en la que estaba, y que hablara sobre cómo gestionar la interrupción de un embarazo (fuera un aborto involuntario, uno inducido o uno espontáneo), no encontré ni un solo libro en ruso. Y pensé: soy escritora, he experimentado en mi carne lo que es perder un hijo, así que mi obligación es escribir un libro sobre ello. En cierto modo, buscaba cambiar el mundo a mi alrededor gracias al poder de las palabras.

-¿Por qué creés que un sentimiento tan básico como la empatía hacia quien está enfrentando algo tan doloroso como la noticia de que el bebé deseado que está esperando no va a sobrevivir está ausente como regla en las instituciones médicas?

- No conozco las instituciones médicas de otros países lo suficiente como para juzgarlas. En Rusia, sin embargo, considero que esta falta de empatía se debe a diferentes razones. La primera es que nuestra sociedad ha heredado la ideología espartana de la URSS mediante la cual solo los más fuertes merecen respeto, mientras que el débil es despreciado. Según esta forma de pensar, una persona “fuerte” nunca se quedaría embarazada de un bebé que no tiene posibilidades de vivir, y en caso de que esto pasara, se tendrá que comportar “como un espartano”, es decir, no solo no puedes quejarte, sino que además has de sufrir en silencio. El débil que lloriquea no merece respeto y mucho menos simpatía o compasión. La segunda razón por la que vemos este comportamiento viene de antes de la formación de la Unión Soviética, cuando se consideraba que los “asuntos de mujeres”, como los abortos —deseados o no— eran actos indecentes e impuros.

"La ventaja de la embarazada periodista frente a la embarazada no periodista radica en que la primera es capaz de recopilar información rápidamente, incluso cuando está por completo desesperada y bañada en lágrimas”, escribe Starobinets en "Tienes que mirar" (Impedimenta)
"La ventaja de la embarazada periodista frente a la embarazada no periodista radica en que la primera es capaz de recopilar información rápidamente, incluso cuando está por completo desesperada y bañada en lágrimas”, escribe Starobinets en "Tienes que mirar" (Impedimenta)

-La parte más dura del libro, cuando describís la carita del bebé, es a la vez la que destaca el predominio del amor para resistir y la importancia de que el hombre también mire para poder acompañar. ¿Conociste casos en los que la historia de la pareja cambió abruptamente por ese “no mirar”?

-Sí, conozco casos similares ya que tras la publicación de Tienes que mirar muchas mujeres —e incluso hombres— se pusieron en contacto conmigo, para contarme lo arrepentidos que estaban de no haber mirado a sus hijos para despedirse. Hay muchos casos de parejas y familias que después de un suceso así se separan.

- Leyendo Tienes que mirar es la primera vez que encuentro con claridad la forma de no caer en la trampa de quienes están en contra del aborto legal, cuando llamás bebé al feto que está en desarrollo. Para vos es un bebé. Pero no es excusa para no dar lugar al aborto legal, porque ese bebé no llegará a vivir. ¿Por qué creés que esa cuestión semántica logró en tantos países ser una trampa para frenar el acceso al aborto legal por cuestiones de salud del bebé y de la madre?

-En Rusia no hay problemas para abortar si el embarazo no es viable —e incluso si lo es—. En la URSS el aborto era un método anticonceptivo más, de larga tradición y realizarlo era tan normal como ir al dentista para hacerse una limpieza de boca. Sin embargo, en las sociedades patriarcales, tradicionales e insensibles, donde la religión todavía juega un papel fundamental, realizar un aborto no es una tarea sencilla. Por lo tanto, Tienes que mirar resultó ser una especie de detonante en Rusia, pero también en países de habla hispana, por razones extremadamente opuestas.

- Impresiona mucho cuando relatás que en los foros de mujeres que atravesaron por casos similares de habla no inglesa está lleno de frases hirientes como “madres asesinas”, sumo a ese grupo los foros de Argentina y de Latinoamérica. En cambio, en inglés acompañan cada respuesta con un I am sorry for your loss (Lamento su pérdida). ¿Le encontraste alguna razón a ese tratamiento diferenciado?

-Como ya he mencionado anteriormente, se debe a esa educación espartana que hay aquí, solo que en los foros se ve multiplicada por el sadismo y la impunidad que conlleva el anonimato en Internet.

La publicación de "Tienes que mirar" fue recibida con agradecimiento pero también con hostilidad en Rusia, aunque sirvió para iniciar un debate sobre las formas poco humanitarias de los tratamientos médicos en el país
La publicación de "Tienes que mirar" fue recibida con agradecimiento pero también con hostilidad en Rusia, aunque sirvió para iniciar un debate sobre las formas poco humanitarias de los tratamientos médicos en el país

-¿Qué respuesta recibiste por parte de tus lectores tradicionales, acostumbrados más al terror y a lo fantástico de tus ficciones? ¿Y de tus nuevos lectores y lectoras? ¿Creés que valió la pena contar tu historia personal?

-La verdad es que no sabría cómo diferenciarlos. En general las reacciones fueron muy polarizadas: ha habido gente que encontraba el libro como un texto sanador y, muy importante también, hubo quien directamente lo detestaba. La publicación fue un escándalo. Algunas personas me decían que yo no tenía derecho moral para hablar públicamente de lo que me había sucedido, que estaba “explotando mi dolor para sacar dinero”, “enseñando mis sábanas ensangrentadas”, “lavando mi ropa sucia en público”, y hasta “deshonrando a mi país” por publicarlo. Me decían que el dolor debe sufrirse en silencio. Yo no me arrepiento de nada. La basura hay que sacarla de casa porque si no acaba apoderándose de ti. Aquí, en vez de hablar de una casa, estamos hablando del propio cuerpo, de tu alma. Es decir, la casa está dentro de ti y tienes que cuidarla, incluso si recibes quejas del vecino.

Algunas personas me decían que yo no tenía derecho moral para hablar públicamente de lo que me había sucedido, que estaba “explotando mi dolor para sacar dinero”, “enseñando mis sábanas ensangrentadas”, “lavando mi ropa sucia en público”, y hasta “deshonrando a mi país” por publicarlo. Me decían que el dolor debe sufrirse en silencio.

-Para algunos de los que escriben ficción es una especie de ofensa que sus libros sean llamados de autoayuda, pero a la vez es una realidad que la literatura ha sido de gran ayuda para las personas. Leer lo que a otra le pasó, vivir otras vidas, aliviana la de una. ¿Cómo tomarías que este libro sea considerado de ayuda desde la autoficción?

-No me gusta la idea del género de “prosa confesional autobiográfica”. Prefiero escribir ficción y leer ficción. Me gusta crear mundos nuevos, no recordar lo que ya conocemos. Los mundos que creo tratan vidas pacíficas, no situaciones catastróficas. No escribí este libro con un fin terapéutico ni como vía de escape. Cuando pasé por todo aquello, busqué desesperadamente una obra de otra persona que contase una experiencia similar con la que poder consolarme.

"Hubo médicos que denunciaron públicamente que la falta de humanidad de la que hablo en el libro es un problema latente en la comunidad", dijo Starobinets en esta entrevista a propósito de su libro, en el que cuenta su drama personal cuando debió interrumpir un embarazo avanzado.
"Hubo médicos que denunciaron públicamente que la falta de humanidad de la que hablo en el libro es un problema latente en la comunidad", dijo Starobinets en esta entrevista a propósito de su libro, en el que cuenta su drama personal cuando debió interrumpir un embarazo avanzado.

-En la Argentina, hace menos de un año que el aborto es legal. Antes de 2018 eran muy pocos los medios que daban cuenta de las muertes y mujeres presas por aborto clandestino y menos de los abortos tardíos por inviabilidad. Cuando se empezó a hablar el camino se allanó. ¿Ha cambiado algo en Rusia desde que publicaste Tienes que mirar?

-En Rusia sucede al revés: a una mujer con un embarazo no viable la obligan a abortar, aunque desee lo contrario. Es cierto que la situación ha cambiado a raíz de la publicación de Tienes que mirar, por ejemplo ya no es un tema tabú y se ha iniciado un debate —aunque feroz— en la sociedad, un debate que antes no existía. También se inauguró lo que llamaron “sala de maternidad” para mujeres con embarazos inviables o casos similares en el hospicio infantil “La Casa del Faro”, donde pueden recibir asistencia médica y no se las obliga a interrumpir el embarazo en contra de su voluntad. En la clínica que menciono en el libro se organizó un curso para médicos sobre “Cómo darle malas noticias a los pacientes” ya que, lamentablemente, en la carrera de medicina no existe una asignatura que trate la parte ético-moral de la profesión. Además, hubo médicos que denunciaron públicamente que la falta de humanidad de la que hablo en el libro es un problema latente en la comunidad.

-¿Por qué elegiste Tienes que mirar como título, entre tantas frases fuertes que el libro contiene?

-Considero que es una frase clave en la historia que cuento. Es una metáfora que describe la esencia del conflicto que atravesé, tanto interno como externo. Tienes que mirar(lo) porque es un ser vivo, es un niño. Tienes que mirar al bebé como tienes que mirar ese problema que escondemos y al que nos enfrentamos como sociedad.

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