“Klara y el Sol”: Kazuo Ishiguro explora qué significa ser humano desde los ojos de un androide

En su primera novela post Nobel, el autor británico vuelve a sumergirse en la ciencia ficción para narrar, a través de la mirada de una Amiga Artificial, una historia universal sobre la inevitabilidad de la naturaleza humana

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"Klara y el Sol" es la octava novela de Kazuo Ishiguro, y la primera que publica desde ganar el Nobel de Literatura en el 2017 (AFP) (AP Photo/Alastair Grant)
"Klara y el Sol" es la octava novela de Kazuo Ishiguro, y la primera que publica desde ganar el Nobel de Literatura en el 2017 (AFP) (AP Photo/Alastair Grant)

A Kazuo Ishiguro su contador le manda continuamente archivos que no puede abrir. No sabe si tiene deudas y no se atreve a preguntar. Sabe que si dice algo, su poca competencia en cuestiones tecnológicas será el foco que impregne la conversación, pero en el fondo sospecha que algo extraño está ocurriendo.

El comediante y autor inglés Adam Buxton lo invitó en diciembre a su podcast, uno de los más populares del Reino Unido, y se sorprendió cuando Ishiguro le contó sus embrollos tecnológicos: “Supongo que la gente asume que usted tiene una afinidad por la tecnología, especialmente ahora que lanzó un libro que técnicamente es ciencia ficción, ¿no? Klara y el Sol”. “Podría decirse que sí”, respondió el autor. “Supongo que podés llamarlo ciencia ficción. Nadie viaja al espacio ni nada parecido. Pero creo que estas categorías se han desdibujado un poco últimamente”.

Es que en el mundo que creó esta vez el Nobel de Literatura -cuyos paisajes de casas y graneros aislados, cielos y campos infinitos evocan un Estados Unidos imaginado por Ralston Crawford, Charles Sheeler o Grant Wood- no importan mucho los mecanismos. Como él mismo reconoce, no tiene ni el conocimiento ni las ganas de indagar en la ciencia detrás. Lo que le interesa es lo metafórico, y las posibilidades que se abren cuando se integran componentes propios de la narrativa de la ciencia ficción a un tiempo y un lugar que bien podría ser el nuestro.

Cuando recibió el Premio Nobel en 2017, la Academia Sueca elogió el trabajo del autor británico nacido en Nagasaki por desenterrar “el abismo debajo de nuestro ilusorio sentido de conexión con el mundo”.

En Nunca me abandones, publicado en el 2005, Ishiguro explora la existencia de un grupo de jóvenes clonados, no porque estuviera especialmente interesado en la clonación, sino que al narrar la experiencia de personas que sabían que iban a morir antes de los 30, creó un paradigma interesante y exagerado de la condición humana. En Klara y el Sol (Anagrama), su octava novela y primera que publica desde ganar el Nobel, Ishiguro otra vez indaga en qué significa ser humano, y en el inevitable futuro obsoleto que nos depara a todos al final de nuestra vida útil.

"Klara y el Sol", el último título de Kazuo Ishiguro (Prensa Editorial Anagrama)
"Klara y el Sol", el último título de Kazuo Ishiguro (Prensa Editorial Anagrama)

En esta historia, los trabajadores de alta categoría han sido reemplazados por robots y los niños y niñas son “mejorados” a un alto costo -no sólo económico, sino físico y ético- para ser merecedores de mayores oportunidades. También se venden Amigos Artificiales (AA) de compañía que se nutren de energía solar. Pero, en realidad, poco interesa cómo funcionan, cómo fueron creados, por quién y por qué. Lo que importa en esta obra es, paradójicamente, el aspecto humano.

No precisamente porque los personajes del libro traten a estos AA como a una persona. Cuando la madre de Josie adquiere a la AA Klara para su hija enferma, ya le da a entender que se espera algo de ella. Luego, en la dinámica hogareña, se pueden ir descartando roles: no es una sirvienta, pero tampoco parte de la familia. Una amiga tampoco, porque acata órdenes y siempre está en una posición relegada. ¿Una mascota? Como apunta una vecina sin filtro:

“Uno nunca sabe cómo saludar a un huésped como tú”, confiesa. “Después de todo, ¿de verdad eres un huésped? ¿O debería tratarte como a una aspiradora?”.

“Lo que intento decir es que, en nuestra relación con el poder, la mayoría de nosotros somos como sirvientes”, explicaba Kazuo Ishiguro durante una rueda de prensa para América Latina. “La mayoría de nosotros trabaja para alguien más y no sabemos cómo nuestra contribución se va a utilizar en un marco más amplio; lo único que podemos hacer es esperar a que se utilice de manera correcta. Pero las decisiones más poderosas se toman desde arriba y si nosotros hemos contribuido a algo bueno o malo se nos escapa de las manos. Todos estamos ante una situación dramática, que es la propia mortalidad, y tenemos que transformarla en algo que sea positivo, en una decencia y en cosas que nos den orgullo”.

Klara es una AA especial. Y todos parecen entenderlo, como la gerenta de la tienda desde donde observa al mundo y espera pacientemente el momento en el que la elijan, o como Capaldi, un artista al que le encargan un retrato de Josie que se convierte en un elemento central de la trama. Klara es extremadamente curiosa. Aprende continuamente, y a través de este proceso de aprendizaje parece atravesar muy rápidamente las etapas de la vida, desde la primera infancia, pasando por la adolescencia, la madurez y la vejez.

En Klara y el Sol, Ishiguro nuevamente crea un mundo perturbadoramente cercano al nuestro (Prensa Editorial Anagrama)
En Klara y el Sol, Ishiguro nuevamente crea un mundo perturbadoramente cercano al nuestro (Prensa Editorial Anagrama)

Pero nunca pierde su inocencia ni su candidez infantil. Su propósito es hacer feliz a Josie. La vida interior de Klara desde que conoce a su niña pasa por aprender todo de ella en un intento de conocerla en profundidad y ser la mejor AA para Josie. Sin embargo, el aprendizaje de Klara la hace más humana. “Creo que albergo muchos sentimientos, cuanto más observo de más sentimientos dispongo”, dice cuando un personaje cuestiona su habilidad para sentir. ¿Somos humanos porque sentimos? Y si una máquina puede aprender a sentir, ¿es también humana?

Ishiguro toma al lector por sorpresa nuevamente, no al descubrir un plan ligeramente siniestro que se revela luego de la mitad del libro, sino al expresar aspectos fascinantes de la naturaleza humana a través de un ser artificial, como señaló el mismo autor en una entrevista: “Al hacerlo desde un punto diferente como un robot, le bajas la guardia al lector. Al principio cree estar leyendo sobre un androide y siente que está pasando algo extraño y diferente. Pero luego con suerte se fascine al darse cuenta de que en realidad lo que está leyendo es algo universal”.

Hay elementos, como las clases virtuales a través de pantallas que reciben los hijos de los ricos, que se tornan escalofriantes al hacer el paralelo ineludible con lo que ocurre en esta época pandémica de educación a distancia. La ansiedad, la soledad y las claras repercusiones sociales que derivan de esta metodología de aprendizaje son parte de nuestra realidad actual, lo que hace que la sociedad dibujada en la novela no parezca tan lejana, ni tan imposible.

En Klara y el Sol, Ishiguro nuevamente crea un mundo perturbadoramente cercano al nuestro, con inquietantes revelaciones que llegan poco a poco, y con interrogantes sobre desechabilidad, servicio e identidad que permanecen en el lector más allá de la última página.

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