“Invisible” o los modos de aproximarnos al dolor

La novela del autor argentino recrea la vida de una mujer que, atravesada por la locura, se cuestiona todo aquello que le parecía real

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Invisible (Ediciones B), de Juan Solá
Invisible (Ediciones B), de Juan Solá

Sé que Pessoa, con ese mismo u otro nombre, intentó afirmar su propia voz cuando habló y anotó sobre esos innumerables otros que nos habitan. De Ricardo Reis a Benedetti (quien supo también transitar públicamente el peligro de esa idea) pensar la mente autoral plantea la necesidad primera de comprender la realidad como una suma de fragmentos a los cuales debemos darles voz, diseñarles identidades cuyas acciones atravesarán la ficción.

Desde la tapa, Andrea me mira. La reconozco parte de mí: yo ya escribí para que la tinta se llevara todo. Andrea es uno de estos fragmentos desde donde me miro para preguntar. El mundo entero, con sus rincones y sus altares, cabe en cada uno de los trozos de un cristal partido en mil pedazos. La mente es un espejo roto; escribimos para juntar los trozos y por eso, a veces nos sangran los dedos.

Andrea escribe para cuestionar su herencia, para desprenderse de ella. Le habla a la Muerte, un poco para espantarla y otro poco para recordar su rostro. Invoca tramposamente la inocencia para descubrir el costado más cruel de lo humano y hacer que todo lo que alguna vez supo ser invisible, se revele. Se rebele.

A través de una secuencia de relatos enmarcados, la autora-protagonista de Invisible traduce a melancólica prosa social el horror que la ha visto crecer y la acompaña, e intenta con desesperación utilizar sus propias ficciones para comprender las estructuras de la ficción ajena, que se le presenta como un par de espejos enfrentados que multiplican al infinito los posibles interpretaciones del mundo.

Juan Solá
Juan Solá

En la voz central del relato son recurrentes los cuestionamientos respecto al destino del suceso literario, el comercio de lo emotivo, la edición de lo onírico, la emotividad espectacularizada, las anécdotas hechas de magia, lágrimas y cocaína, la posibilidad de atravesar el ruido y habitar el caos.

En este universo literario convergen personajes de libros pasados y nuevas urgencias, nuevas dudas. Andrea escribe el camino por el que me aproximo a la locura, quizás como espectador, quizás como potencial cliente. Ella es el fragmento de mí que se hunde en la profundidad que me interpela, la parte de la caña que termina en la boca del pez o atrapada en la basura que se ha acumulado en el fondo del río. Un personaje es un anzuelo para apresar una idea, pero también la posibilidad de quedar atrapados. Sigo decidiendo cuál de esos aspectos se ha manifestado en mí.

Siempre me ha gustado pensar las fronteras como líneas imaginarias que separan a los ignorantes, y sucede que con el tiempo esa idea fue mutando hasta ajustarse también a la delgada línea que separa la cordura socialmente aceptada del siempre verde territorio de la locura. Atormentada por el derrumbamiento de las estructuras que sostenían su mundo, Andrea se cuestiona el uso abusivo de la magia como plan de fuga ante todo aquello que no podemos dejar de hacer doler. La locura como salvoconducto y a la vez, como un territorio inexplorado.

Invisible es una novela que explora los modos de aproximarnos al dolor, pero antes que nada, una forma de entender que la realidad no es otra cosa que un montón de ficción organizada.

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