La belleza del día: “A Bigger Splash”, de David Hockney

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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"A Bigger Splash" (1967), de David Hockney
"A Bigger Splash" (1967), de David Hockney

“El clima es soleado, la gente es menos tensa que en Nueva York... Cuando llegué no tenía idea de si había alguna clase de vida artística ahí y eso era la menor de mis preocupaciones”, dijo el inglés David Hockey (1937), uno de los referentes del pop art y un mito viviente cuando decidió radicarse en California, un lugar por el que se sintió atraído desde que lo conoció en 1963. El encanto del lugar estaba dado por el clima en términos meteorológicos pero también por el clima social y cultural: la homofobia no era allí un problema mientras que en el Reino Unidos la homosexualidad aún era ilegal. California fue un imán para Hockney.

Allí descubrió que todos tenían una piscina en casa, algo inusual en su país, y por el el tipo de clima además la usaban todo el año. Así se obsesionó con el motivo. Nuestra belleza del día fue pintada entre abril y junio de 1967, cuando daba clases en la Universidad de California en Berkeley y tuvo como modelo original una fotografía que Hockney encontró en un libro de construcción de piscinas.

El tema se convertiría en uno de sus clásicos: entre 1964 y 1971 pintaría una larga serie de obras con piscinas como protagonistas. A Bigger Splash (que pertenece a la colección de la Tate Modern de Londres) es la más grande de una trilogía compuesta además por The Splash y A Little Splash (estas últimas, en manos privadas). Todas representan una vista sobre una piscina hacia un área de baja altura.

La obra mide 2,42 metros x 2,44 centímetros, representa una piscina junto a una casa moderna, con ventanales de vidrio y la escena se ve apenas estremecida por una gran salpicadura de agua creada por una figura invisible que aparentemente acaba de saltar de un trampolín. No se ve quién es, pero se sabe que hay alguien allí que acaba de sumergirse.

Hockney dejó el borde de la tela sin pintar. Los colores son plenos y brillantes, sin gradaciones tonales. Para conseguir este efecto tan uniforme tuvo que aplicar la pintura con un rodillo y luego pintar el resto de detalles a pincel: los reflejos de otros edificios en las ventanas, la silla, las palmeras, los arbustos y la salpicadura del agua, que es el elemento más realista de la composición. El propio Hockney lo explicó así: “Me llevó dos meses pintar un evento que dura dos segundos”.

Casi escuchamos el sonido del chapuzón al ver el cuadro.

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