La historia del primer 'pogrom' en Argentina, el episodio oculto de la Semana Trágica

La reedición de 'Koshmar', del escritor de origen polaco Pinie Wald, busca recuperar uno de los hechos históricos que involucraron a la comunidad judía de nuestro país más silenciados de la historia reciente

Compartir
Compartir articulo
El cortejo fúnebre por los obreros muertos en la fábrica Vasena, que marca el comienzo de la Semana Trágica de enero de 1919
El cortejo fúnebre por los obreros muertos en la fábrica Vasena, que marca el comienzo de la Semana Trágica de enero de 1919

-¿A qué nación pertenece?

-A la judía.

-¿Cuánto tiempo hace ya que vive en el país?

-Trece años. 

-¿Religión?

-Socialismo. 

El diálogo entre el polaco Pinie Wald y su interrogador, en medio del encierro y las sesiones de torturas a las que fue sometido durante los primeros días de ese enero de 1919, habla de lo indisociable que era su causa. Y explica en parte por qué también para sus enemigos se trataba de un mismo perfil.

Es que anarquistas, socialistas, judíos, o el extendido y peyorativo rusos -que perdura hasta nuestros días- en las cabezas de las clases acomodadas porteñas funcionaban como sinónimos para nombrar de forma indistinta a los enemigos de la patria. "¡Mueran los judíos! ¡mueran los maximalistas!", era el grito de guerra y, entre sus víctimas, Wald era uno de los que reunía todos los atributos. Por eso fue detenido el 7 de enero de 1919, bajo la impresionante acusación de "presidente del soviet argentino", en medio de lo que fue el primer pogrom local -y también el primero de América Latina-, desarrollado en el contexto de la Semana Trágica. 

La historia de su cautiverio, en medio de esa convulsiva semana que pasó a la posteridad con el epíteto de "trágica", fue volcada al papel y vio la luz diez años después de los hechos bajo el título de Koshmar (Astier Libros, 2019) o Pesadilla. Hubo que esperar otros casi sesenta años, hasta 1987, para que la AMIA publicase la versión que había sido traducida del ídish original al español por Simja Sneh en el viejo edificio de la mutual en el barrio de Once. Y hubo que esperar aún más, hasta el centenario de aquellas jornadas, en enero de 2019, para que ese libro tan inconseguible como ineludible e infinitamente citado en la bibliografía sobre el tema volviera a ver los estantes de las librerías de nuestro país.

Koshmar (Pesadilla), de Pinie Wald (Astier Libros)
Koshmar (Pesadilla), de Pinie Wald (Astier Libros)

"Lo que me llevó a publicar Koshmar es que la memoria judía merece el reconocimiento de una serie de episodios relativamente olvidados o silenciados con mucha más apertura y sensibilidad de la que viene teniendo", explicó a Infobae Gabriel D. Lerman, escritor, docente, gestor cultural y responsable de la actual edición.

Los hechos conocidos y los no tanto

Cae la noche. No hay luz. Los negocios permanecen cerrados; las cortinas, bajas. Los tranvías no funcionan. Los teatros han suspendido sus espectáculos. Todo movimiento callejero ha muerto. La mayor parte de los faroles están rotos. La luz eléctrica está cortada. 

Lo que parece el comienzo de un cuento de terror que transcurre en una ciudad vacía, sitiada, no es nada menos que una descripción bastante fiel de Pinie Wald de lo que sucedía en las calles porteñas durante las primeras jornadas de aquella semana en la que un coletazo del fantasma que recorría el mundo llegó hasta nuestras latitudes. La Primera Guerra Mundial había causado una estrepitosa caída del salario y recrudecido los conflictos entre empresas y sindicatos, incomodando al Gobierno de Hipólito Yrigoyen.

El 7 de enero de 1919 un largo conflicto en la empresa Sociedad Hierros y Aceros Limitada de Vasena e Hijos, en Cochabamba y La Rioja, recrudeció cuando cuatro obreros murieron en enfrentamientos con un grupo de matones. Al día siguiente, en el medio de un paro general convocado por las centrales sindicales, el cortejo fúnebre que se dirigía al cementerio de la Chacarita fue atacado por la policía y más trabajadores murieron. Desde ese punto en adelante, la vida en la ciudad se alteró por completo: una insurrección urbana "desordenada y ubicua", en palabras de Christian Ferrer, tomó los días y las noches y fue ferozmente reprimida por la policía. Más tarde, ante el desborde, llegó el Ejército. Al final, ante el pánico reinante, llegaron las brigadas nacionalistas de las que nació la Liga Patriótica: un grupo de jóvenes de las clases altas que contaban con el aval de las autoridades, los revólveres marca Colt de la policía y la impunidad necesaria para emprender una cacería, cuya principal víctima fue la comunidad judía del barrio de Once, también llamado "Pequeña Rusia".

Un trabajador limpia la sangre de la vereda, durante la Semana Trágica de 1919
Un trabajador limpia la sangre de la vereda, durante la Semana Trágica de 1919

En el contexto de la represión de la huelga, de las barricadas, de las manifestaciones y las asambleas y reuniones, una horda de jóvenes nacionalistas armados "saqueó e incendió tanto hogares como locales y bibliotecas de la comunidad, y fueron arrojados por las ventanas de las casas asaltadas enseres, cuadros, libros, ropa, documentos, y con todo ello se encendieron hogueras", añade Ferrer sobre los episodios en su texto titulado La osadía del desborde. La hecatombe de la ciudad de Buenos Aires en enero de 1919, que también integra la presente edición.

La pesadilla judía de esos días también fue detallada por Wald: "Un judío fue detenido y luego de los primeros golpes comenzó a brotar un chorro de sangre de su boca. Acto seguido le ordenaron cantar el Himno Nacional y, como no lo sabía porque recién había llegado al país, lo liquidaron en el acto. No seleccionaban: pegaban y mataban a todos los barbudos que parecían judíos y encontraban a mano. Así pescaron a un transeúnte: 'Gritá que sos un maximalista'. 'No lo soy', suplicó. Un minuto después yacía tendido en el suelo en el charco de su propia sangre".

Según Gabriel D. Lerman, "el episodio descrito en Koshmar consiste en un ensañamiento contra los barrios judíos -fundamentalmente de Once y de Villa Crespo- que si bien está vinculado a la Semana Trágica, tiene autonomía".

Los balances varían, pero se calcula que durante la Semana Trágica murieron entre 300 y 1.300 personas, y 4.000 más resultaron heridas. Mil trescientos cincuenta y seis muertos, de acuerdo con la embajada estadounidense en el país, en base a informes policiales. Del lado de las autoridades, en cambio, se cuentan cuatro bajas policiales. "Se trata de uno de los episodios políticos con más víctimas registrado en la Ciudad de Buenos Aires", añade Lerman, en referencia a su envergadura. Las dudas en torno a la cifra tiene que ver con la impunidad con la que se intervino en ese momento y que reinó varios años después de los hechos.

El ‘pogrom judío’ fue uno de los hechos más olvidados de la Semana Trágica
El ‘pogrom judío’ fue uno de los hechos más olvidados de la Semana Trágica

El autor, la escritura, el oficio, el periodismo

Pinie Wald nació el 15 de julio de 1886 en Tomaszow-Mazovietsk (actual Polonia), región que se encontraba bajo el control del régimen zarista. Llegó a Argentina en 1906, en la primera corriente migratoria de obreros judíos que se aventuró al país. Carpintero y escritor, Wald vivió, leyó, escribió y militó en un contexto lingüístico cultural que, de acuerdo con la escritora Perla Sneh, estuvo marcado por el uso del ídish: en esa lengua se dibujaron los debates -y los combates- culturales, filosóficos y existenciales de la clase trabajadora judía de la época. La de Wald era, en efecto, una generación de obreros ilustrados; eran lectores, escritores y además hablaban tres, cuatro, cinco idiomas.

"Mi escuela fue la vida. En ella aprendí a escribir", explica sobre el oficio que ejerció a lo largo de su vida en los diarios Avangard, Undzer vort, Di Presse, Sotzialistishe Bleter y Argentiner Lebn.

Y es que "todos escribían: sastres, carpinteros, comerciantes, vendedores, talleristas y hasta escritores (…) y la gran arena de difusión de estos escritos eran los periódicos; de allí el tono que caracterizaba la escritura de estos creadores literarios, tono que combina el folletín y la crónica con el periodismo y la novela", explica Sneh sobre el ambiente en el que vio la luz Koshmar.

Pinie Wald
Pinie Wald

Por eso es, también, que no son pocos quienes identifican a Wald como uno de los precursores más claros de Rodolfo Walsh y, en términos generales,  un antecedente para los escritores del género non-fiction. El testimonio en primera persona de los diez días en los que este militante y referente de su comunidad se convierte en protagonista de de la Semana Trágica da como resultado una cruda crónica novelada sobre las jornadas en prisión, las feroces torturas recibidas y la implacable persecución contra su pueblo.

"En la década del 90 trabajé con Pedro Orgambide; fue él quien me regaló libro con la promesa de que me iba a interesar. Y lo primero que detecté cuando lo leí fueron los puntos en común con Rodolfo Walsh y Truman Capote. Koshmar es una pieza excelente, y no es raro que algunos digan que inauguró el género de la crónica periodística", explica Lerman, sobre la vigencia de la obra.

La historia del primer pogrom escrita por Wald, entonces, completa el triángulo de los tres hitos de la historia de la comunidad judía en la Argentina. El primero es la Semana Trágica, el segundo es la dictadura militar —los judíos, pese a no representar más que el 1% de la población argentina estuvieron sobre-representados entre los desaparecidos— y, por último, los atentados contra la Embajada de Israel y contra la AMIA.

"Por un lado sirve para hacer justicia en relación a las ideas políticas de los judíos en el país, es decir, las ideas con las que llegaron nuestros abuelos. Y por el otro, porque siento que este tercer episodio completa el tapiz sobre el que podemos -y debemos- pensar de nuevo el problema del antisemitismo", concluye Lerman.

MÁS SOBRE ESTE TEMA: