En tiempos en que todo indicaría que la música se ha liberado de los formatos físicos, tanto los CDs como los resucitados vinilos –y aunque parezca mentira, según los últimos dictámenes de la moda, también los cassettes– continúan nutriendo los catálogos y, en muchas ciudades del hemisferio norte –tal como puede comprobarlo cualquiera que haya estado en el último año en Londres, París, Berlín, Amsterdam o Barcelona–, las muchas y nuevas disquerías que contradicen la muerte de los discos.
Sin embargo, en la Argentina, casi no se edita nada porque, incluso antes de la actual crisis económica, las discográficas, a fuerza de estar en manos de gente que nada tiene que ver con los discos y mucho menos con la música, ya no se ocupan de eso. Y si los discos siguen existiendo en las ya pocas disquerías de Buenos Aires es porque sus propietarios se arriesgan a importarlos o porque, cada muerte de obispo, alguna distribuidora –por cierto, también cada vez menos interesadas en el negocio de los discos– realizan alguna importación y la consiguiente y odiosa "venta cerrada".
Ahora bien, fuera del ámbito de las multinacionales, existen pequeños sellos discográficos locales que, empecinadamente, hacen lo posible por mantener la antorcha. A ellos van a parar los músicos argentinos que, después de financiar la grabación, el master y las otras cuestiones que hacen a la postproducción de un disco, lo entregan con la ilusión de que alguien, que no sea el propio interesado, se ocupe de los aspectos comerciales. Así, cada cual en su medida y con su propio perfil de artistas, sellos como Lantower, Club del Disco, UMI (Unión de Músicos Independientes), Trident Music, ZZK Records, S´Jazz, ACQUA Records, Analogikko Records, Azione Artigianale, Cíncope, etc. hacen lo que pueden, y el resto vuelven a hacerlo los músicos mismos.
En el caso del jazz –que como el de la música clásica es acaso más dramático que en el de otros géneros–, siguiendo el ejemplo de los desaparecidos BAU Records y más recientemente de Rivo Records (acaso el sello que mejor editó jazz en el país), Kuai Music, Blue Art, TVL Rec y 20 Misas, luchan empecinadamente por dejar testimonio de lo que se hace aquí, en un momento en que una buena cantidad de gente predica a los cuatro vientos que el jazz local goza de una envidiable salud, algo quizás comprobable en razón del número de alumnos en la tecnicatura del Conservatorio "Manuel de Falla" (dirigida por el pianista Ernesto Jodos), los ya muchos años del Buenos Aires Jazz (festival anual dirigido por el pianista Adrián Iaies, quien, dicho sea de paso, también está al frente de la Usina del Arte, adonde invita a prestigiosos músicos internacionales a que realicen residencias con jóvenes músicos argentinos), los muchos músicos internacionales que permanentemente pasan por Buenos Aires y establecen vínculos duraderos con sus pares locales (entre otros, los saxofonistas estadounidenses George Garzone, Tony Malaby y Antonio Hart, o los argentinos Guillermo Klein y Leo Genovese, fuertemente anclados en la escena jazzística neoyorkina, y Valentín Garvie, estrella en Europa), la gran variedad de lugares públicos y privados donde se multiplican los ciclos y donde casi diariamente se puede escuchar esta música. En la mayoría de esos ámbitos se venden informalmente discos. No muchos, claro, pero se venden al fin.
Los discos de los últimos meses
Hace unos años, le pregunté a la muy activa Paula Shocrón por qué, considerando todo el esfuerzo y el dinero que ello implicaba, sacaba discos. Me dijo algo que podría extrapolarse a casi todo el resto de los músicos: los discos le permitían dejar un testimonio de lo que había hecho en un momento determinado de su carrera, generalmente antes de pasar al próximo paso. Los costos, sin embargo, son muy altos. Ahora, Shocrón no disminuyó su actividad, pero elige ilustrar las distintas alternativas de su música alternando los formatos físicos con los estrictamente digitales, como ocurre con Geograficciones, Los vínculos y Statements, todos de 2018, que llevan la impronta de su sello Nendo Dango Records.
Desafiando la lógica del mercado, Adrián Iaies –tal vez el músico de jazz argentino que más claramente sabe lo que es tener una carrera musical– ha grabado sistemáticamente cada uno de sus recorridos, llegando al extremo de editar hasta dos discos anuales. El último de ellos, La paciencia está en nuestros corazones, aparecido a fines de 2018. Ilustra su trabajo con el Colegiales Trio, que completan Diana Arias en contrabajo y Facundo Guevara en percusión. Iaies, quien en el pasado ya se había acercado a los tangos tradicionales y a algunos momentos de la música pop argentina otorgándoles tratamiento de standards como en el jazz, trabaja aquí sobre el registro folklórico. No se trata de música tradicional, sino de música compuesta por él mismo, que ofrece un relente a folklore, manteniendo, claro, el principio de improvisación propio del jazz.
También en los últimos meses del año pasado, fiel a su perfil bajo, Hernán Mandelman, compositor y baterista, editó un nuevo disco. Como en los casos de Detrás de esa puerta (2011) y Reflexiones en verano (2015), sus registros anteriores, Memoria –en el que participan Natalio Sued en saxo tenor, Rodrigo Domínguez en saxo alto, Juan Cruz de Urquiza en trompeta, Francisco Lo Vuolo en piano y Sebastián de Urquiza en contrabajo– está destinado a ser uno de los discos más importantes de la temporada. "Pretende –señala Mandelman– ser un humilde homenaje a todos los que creyeron en ideas superadoras y en el cambio social, aun perdiendo la propia vida en esa lucha".
Por su parte, el contrabajista Juan Bayón grabó Vidas simples para el sello estadounidense Ears&Eyes. Lo hizo con Lucas Goicoechea en saxo alto, Diego Urbano en vibráfono, Santiago Leibson en piano y Sergio Verdinelli en batería. Se trata de composiciones de Bayón, acaso influidas por la música de Andrew Hill en virtud de su angularidad y del mucho espacio existente para cada instrumento.
Entre los debutantes, se menciona a la muy buena cantante Julia Moscardini, quien, con Stablemates, reunió un verdadero seleccionado argentino: Sebastián Loiácono en saxo tenor y arreglos, Ernesto Jodos en piano, Jerónimo Cardona en contrabajo y Carto Brandan en batería. A ellos se les agrega, como músico invitado, Mariano Loiácono en trompeta y flughelhorn. El resultado es un disco de standards, algo que hay que resaltar, ya que permiten un mejor contraste con otras versiones de los mismos temas y, por lo tanto, una manera de corroborar cuánto hay de personal en el disco de Moscardini –quien, por cierto, podría ya considerarse como una de las mejores cantantes del género en la Argentina– y en los excelentes arreglos de Sebastián Loiácono.
El guitarrista Martin Iaies es otro de los que editó un primer disco más que promisorio el año pasado. Se trata de Rewind & FF, con Andrés Tarditti en saxos alto y soprano, Andrés Chirulnicoff en contrabajo y Mauricio Cardona en batería. Se trata de composiciones propias que revelan una singular madurez y transmiten una frescura que realmente se agradece.
El contrabajista Hernán Cassibba editó en 2019 un disco homónimo. Es una gratísima sorpresa comprobar su claridad compositiva y las muchas posibilidades que tiene por delante. Alumno del pianista y arreglador Guillermo Klein y del gran contrabajista Juan Pablo Navarro, ha grabado un disco a contramano de la moda, que incluye, además, un tema compuesto para cuarteto de cuerdas, contrabajo –a cargo de Navarro– y voz. Lo acompañan Lucas Goicoechea en saxo alto, Gonzalo Rodríguez Vicente en saxo tenor, Nahuel Bracchitta en guitarra, Leonel Duck en piano y Rhodes y Axel Filip en batería.
Tres apuestas riesgosas cierran este rápido pantallazo por los últimos discos de jazz argentino. El grupo Mingunos, con muy buenos arreglos de Juan Klas y Patricio Bottcher, ha editado Opus II, un registro íntegramente dedicado a la música de Charles Mingus. Participan Lucía Boffo en voz –quien si bien canta muy bien es tal vez demasiado omnipresente a lo largo de todo el disco–, Fidel Bravo en saxo alto y clarinete, Andrés Ollari en trompeta, flughelhorn y trombón, Axel Filip en batería, Camila Nebia en saxo tenor, Juan Klas en saxo tenor y flauta y, como invitados especiales, Patrico Bottcher en saxo barítono y clarinete bajo, Francisco Lo Vuolo en piano y Francisco Nava en contrabajo, además de Demián Sieleck en dirección en la pista 5.
Sobre Ginastera y algunos planetas del guitarrista y compositor Francisco Slepoy, es otro trabajo cuyo mérito innegable debe medirse en relación con el riesgo asumido. Precede a este disco el que con una impronta similar grabó el trompetista Richard Nant & Argentos, en 2011, con el sello de la Biblioteca Nacional/EPSA, dentro de la serie "Partituras encontradas". Allí se planteaba una lectura de la obra para piano de Alberto Ginastera así como de fragmentos del ballet Estancia y del Concierto para Arpa desde el jazz. Slepoy en cambio trabaja sobre algunas de las composiciones que integran los 12 preludios americanos intercalando composiciones propias que podrían escucharse como ampliaciones de lo compuesto por Ginastera. Así, a la música de tradición folklórica tamizada por la música de tradición escrita se la somete a una nueva distorsión de índole jazzística, cuyo resultado sorprende en más de una ocasión. El grupo está integrado por Lucas Goicoechea en saxo alto, Emmanuel Famin en flauta y saxo alto, Juan Bayón en contrabajo, Francisco Cossavella en bombo legüero y canto con armónicos, y Andrés Elstein en batería.
Dejé para el final Vibrations, del trompetista Mariano Loiácono porque se trata de un caso del todo excepcional en muchos sentidos: el suyo es un disco estilísticamente hablando muy definido que, a diferencia de otros discos de músicos de jazz argentinos grabados en los Estados Unidos, no acepta ubicarse en el nicho algo ortopédico de "lo latino" ni recurre al tango o al folklore. Participan en él George Garzone, Anthony Wonsey, David Williams y Rudy Royston, todos grandes músicos y líderes por derecho propio, quienes alternan composiciones de Loiácono –generalmente orientadas a una versión aggiornada del hard bop–, con otras debidas al trompetista Freddie Hubbard y a George Garzone, más "You don't know what love is", un magnífico standard escrito en 1941 por Gene de Paul. En síntesis, un disco pensado con un criterio muy poco local y acaso uno de los mejores que van a escucharse este año en estas latitudes.
Por supuesto que este panorama es muy parcial y no incluye la totalidad de los discos de jazz argentinos editados en los últimos meses, sino a aquéllos que me llegaron o que pude escuchar. Sirve, no obstante, para demostrar la mucha y variada actividad local, la importancia de la imaginación en tiempos de crisis y también para desmentir una vez más a los agoreros: los discos no han muerto, son cultura y gozan de buena salud.
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