Descuartizados: las historias de los crímenes macabros que shockearon a la sociedad

Desde el asesinato del francés Francois Farbos en 1894, pasando por la teoría argentina de Jack “El Destripador” hasta la actualidad, un recorrido por los casos policiales que acapararon los medios, inspiraron canciones, dichos, libros y estudios especializados

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Jorge Burgos, preso por el descuartizamiento de Alcira Methyer en 1955
Jorge Burgos, preso por el descuartizamiento de Alcira Methyer en 1955

Los asesinatos, las estafas, los robos, las violaciones, componen el menú habitual de la crónica policial, ese compendio de malas noticias que, decía Roberto Arlt, hace más llevadera la vida a los lectores "por los crímenes que la enrojecen". Entre tantas tragedias, la atención del público ha sido particularmente sensible a través de la historia ante un suceso extraordinario que asegura los ingredientes macabros: el descuartizamiento.

Desde Raúl Tremblié, el primer gran caso que registra la crónica argentina, hasta el pai umbanda Juan Carlos Garro, uno de los últimos, los descuartizadores inspiraron canciones, dichos, libros y estudios especializados. Y hasta alcanzaron a recibir amplias muestras de apoyo y convertirse en figuras populares, como ocurrió en 1955 con Jorge Eduardo Burgos, el descuartizador de Alcira Methyger.

Si bien los anales del crimen registran un antecedente en 1845, el punto de partida de esa sangrienta saga podría ubicarse el 22 de abril de 1894. Ese día, cerca del cruce de las actuales calles Montevideo y Sarmiento, un vigilante encontró un torso humano envuelto en una funda de sofá, con sal gruesa y aserrín en las extremidades para evitar las hemorragias. La noche siguiente aparecieron las piernas y los brazos que le correspondían, en una bolsa también con sal gruesa, y el 15 de mayo, en la Dársena Sur, la cabeza.

infobae

La policía lo identificó como Francois Farbos, un comerciante francés que había llegado el 20 de abril a Buenos Aires, y acusó por el crimen a su compatriota y socio Raúl Tremblié, que se había embarcado rumbo a Dunkerque el 2 de mayo, tan pronto como se deshizo del cadáver.
El asesino fue apresado al llegar a destino, el 28 de mayo. Según cuenta el historiador Diego Galeano en su libro Escritores, detectives y archivistas, "Tremblié confesó formar parte de una red de contrabando de monedas de cobre, favorecida por la alta cotización del oro en el Río de la Plata, pero negó insistentemente ser el autor del crimen".

El reparto del contrabando, o más bien la ambición de Tremblié por quedarse con los beneficios, fue el motivo del crimen. Juzgado en Francia, el descuartizador fue condenado primero a muerte y después a reclusión perpetua, y murió en prisión.

El mismo año de 1894 se publicó en Buenos Aires el libro El descuartizador. Historia íntima de un asesino, que recreaba el caso Farbos entre la crónica y la ficción, con la autoría de "Un antiguo comisario de policía". Además se popularizó una canción, sobre la base de la zarzuela La verbena de la Paloma (también estrenada en 1894): "-¿Dónde vas con catorce baúles?/ ¿Dónde vas, asesino Tremblié?/ -A la cárcel por toda la vida,/ por el hombre que descuarticé".

La demora en identificar los restos de la víctima, los roces entre la justicia, la policía y la prensa y la comparación con la saga de Jack el Destripador, el misterioso criminal que había asesinado a cuatro prostitutas en Londres apenas seis años antes, potenciaron el interés por la historia. "En el hogar como en el teatro, en las confiterías, en las calles, en los tramways, en todo lugar donde se reunieran más de dos personas, el tema obligado de la conversación, era el asesinato del hombre descuartizado", recordó a Infobae el anónimo autor de El descuartizador.

Lagos de sangre

La canción dedicada a Tremblié se actualizó a partir del 12 de noviembre de 1915, cuando el comerciante alemán Miguel Ernst asesinó a su socio Augusto Conrado Schneider, descuartizó el cadáver en pequeños trozos y arrojó los más grandes en los lagos de Palermo.

"¿A dónde vas con el bulto apurado?/ -A los lagos lo voy a tirar/ es el cuerpo de Augusto Conrado/ al que acabo de descuartizar", decía la nueva letra de la canción. Ernst, apodado Serruchito por la herramienta que utilizó para su carnicería, fue condenado a prisión perpetua y encerrado en la cárcel de Ushuaia.

Julio Bonini
Julio Bonini

Ernst escapó de la prisión en 1925, pero fue recapturado. En 1933 el escritor y periodista Juan José Soiza Reilly lo entrevistó en Ushuaia junto a otros criminales célebres, como Cayetano Santos Godino, el Petiso Orejudo, e insistió en los argumentos que había desechado la justicia: "Maté en defensa propia, porque mi socio me atacó con un cuchillo. Iba a matarme. Yo corrí a la cocina y tomé un hacha para defenderme. (…) ¿Qué hacer con el cadáver? Si lo llevaba al hombre hasta mi coche, iban a descubrirme. Lo mejor era cortarlo en pedacitos".

Los lagos de Palermo fueron el escenario de otro descuartizamiento el 2 de agosto de 1929, cuando comenzó a develarse el asesinato de Virginia Donatelli, de 23 años. Fue un crimen contado por entregas: primero apareció el torso, después la cabeza, a continuación las piernas y finalmente los brazos. El 7 de agosto, un chofer llamado Julio Bonini se confesó culpable.

Virginia Donatelli y una de las cómplices de Julio Bonini
Virginia Donatelli y una de las cómplices de Julio Bonini

Bonini sostenía un noviazgo público con una joven llamada María Luisa Moneta y otro clandestino con Virginia Donatelli. Según su descargo, mató a la amante porque ella no quería interrumpir la relación y trozó el cuerpo con la ayuda de su hermano y de su cuñada. Lo condenaron a 25 años de prisión y recuperó la libertad al cumplir la mitad de la pena.

"Por aquellos días del descuartizamiento –recordó Gustavo Germán González, periodista de policiales del diario Crítica- estaba en boga en Buenos Aires un tango de Francisco Canaro. No recuerdo si en el título o en los versos se empleaba la frase 'sos bueno vos también'. La gente la remedó y decía 'sos Bonini Bustamante'. Lo de Bustamante iba por la calle donde estaba la casa en que vivía la pareja del episodio que conmovió hondamente a todo el país y lo de Bonini, por el apellido del homicida a su pesar".

Bonini se confiesa en el diario La Nación
Bonini se confiesa en el diario La Nación

Un destripador de incógnito en Buenos Aires

El mismo año del crimen de Donatelli un periodista del Buenos Aires Herald, Ernest Matters, publicó el libro The Mystery of Jack the Ripper. Según su hipótesis, el célebre descuartizador era un médico que odiaba a las prostitutas porque su hijo había muerto a causa de una sífilis. El asesino se hacía llamar Doctor Stanley y una vez concluida su saga de venganzas se había refugiado en Buenos Aires.

Matters tenía fuentes inverificables -una supuesta confesión del médico en su lecho de muerte- y su hipótesis fue pronto descartada como un simple invento, o una broma. Pero la historia de que Jack el Destripador terminó sus días en la Argentina retornó posteriormente, sobre todo a partir del escritor y criminólogo Juan Jacobo Bajarlía, quien la recicló en al menos cuatro artículos publicados entre 1977 y 1997.

Según Bajarlía, el descuartizador del barrio de Whitechapel habría sido un tal Alonso Maroni, un "agente financiero" argentino que pasó un tiempo en Londres y habría confiado a sus íntimos el odio que sentía hacia las prostitutas. Las sospechas sobre el personaje procederían de uno de sus contactos, Griffith S. Salway, quien descubrió que ocultaba en su equipaje instrumentos de cirugía, como los supuestamente utilizados por el destripador.

Jack “el destripador”
Jack “el destripador”

Como en la fábula de Matters, la historia fue mantenida en secreto hasta que Salway decidió revelarla en sus últimas horas. Jack el Destripador "murió en Buenos Aires, a los 75 años, en un hotel de la calle Leandro N. Alem, frente a la plaza Mazzini, hoy Roma, una mañana lluviosa de octubre de 1929", aseguró Bajarlía. En otra atribución polémica, el escritor afirmó que El enigma de la calle Arcos (1932), la novela publicada por entregas en el diario Crítica y firmada con el seudónimo Sauli Lostal, había sido escrita por Jorge Luis Borges, aunque en este caso tropezó con las objeciones de especialistas.

No fue la última palabra sobre la cuestión. El sacerdote irlandés Alfred Mac Conastair, capellán del Hospital Británico de Buenos Aires, retomó la versión de Matters -o una historia muy parecida- y se la transmitió en 1989 al escritor Juan José Delaney.

Mac Conastair, conocido también por denuncias de abuso sexual contra alumnos del colegio Cardenal Newman, habría escuchado la historia de un capellán que dio la extremaunción al supuesto doctor Stanley antes de su inhumación en el cementerio de la Chacarita. Delaney indagó exhaustivamente la versión en un artículo publicado por la revista Todo es Historia.

Lecturas sospechosas

En la cárcel, Julio Bonini atravesó un período de fervor religioso. Monseñor Miguel de Andrea lo bautizó, y recibió muestras de simpatía y de apoyo popular cuando se casó con María Luisa Moneta. Estas reacciones llegaron a su culminación con el caso de Jorge Burgos, de gran repercusión en la prensa y con proyecciones en la literatura argentina, como la novela Restos humanos, de Alvaro Abós.

Los restos de Alcira Methyger, la víctima de Burgos, fueron encontrados entre el 20 y el 25 de febrero de 1955 en Martín Coronado, Villa Soldati y el Riachuelo. El descuartizador había cortado el pulpejo de los dedos y de las palmas para evitar la identificación del cadáver, al punto de que los huesos de la mano estaban a la vista.

Jorge Burgos, descuartizador de Alcira Methyger
Jorge Burgos, descuartizador de Alcira Methyger

Burgos, un corredor de seguros de 30 años, vivía en Montes de Oca 280, 2do. E. Cuando lo detuvieron, en un tren que viajaba a Mar del Plata, estaba leyendo El ministerio del miedo, de Graham Greene. En su casa, los policías se encontraron además con una biblioteca con muchos títulos en inglés y novelas policiales. En Meneses contra el hampa, sus memorias, el comisario Evaristo Meneses recordó que "la mayoría se referían a crímenes de mujeres", como si eso lo incriminara, e incluían también clásicos como El asesinato considerado como una de las bellas artes, de Thomas de Quincey, y tratados de criminología donde Burgos había subrayado la tesis de que el descuartizamiento no podía ser considerado agravante en la pena de homicidio.

El público quiso linchar a Burgos, cuando lo trajeron a Buenos Aires, pero pronto las simpatías se dividieron. El perfil de los protagonistas, un joven de clase media y una provinciana, "cabecita negra", planteó una oposición que sería asimilada a la del peronismo y el antiperonismo en un año que terminó con la llamada revolución libertadora.

Noticias Gráficas. Descuartizamiento de Alcira Methyger
Noticias Gráficas. Descuartizamiento de Alcira Methyger

En un contexto de naturalización de la violencia de género, los roles se invirtieron en las crónicas periodísticas: la víctima, caracterizada como una mujer ambiciosa que aparentaba sumisión pero pretendía dominar a los hombres, pasó a ser una especie de victiminario; el descuartizador, un inocente objeto de sus manejos y una víctima del amor.

"Ante mi conciencia no me siento culpable de la muerte de Alcira, y creo que yo no la maté. Puede decirse que se trató de un accidente", dijo Burgos en su libro, Yo no maté a Alcira (1955). Según su relato, el despedazamiento del cuerpo le llevó ocho horas, en la bañera de su casa. Fue condenado a 14 años de prisión y recuperó la libertad el 31 de octubre de 1964, convertido al evangelismo.

Por entonces otro descuartizador ocupaba la atención periodística. Juan Haharlis, un inmigrante griego, había asesinado a su cuñado Andrés Suculia, de 31 años, en La Plata y en su intento de borrar las huellas del crimen no solo trozó el cuerpo en varias partes sino que lo descarnó y trituró los huesos.

Comisario Evaristo Meneses
Comisario Evaristo Meneses

El crimen, ocurrido el 16 de enero de 1963, cerró una disputa en torno a la propiedad de la casa familiar. Haharlis fue delatado ante la policía por un compatriota y murió proclamándose inocente en la cárcel de Olmos, el 25 de septiembre de 1965. Como atendía un bar y pizzería, en diagonal 88 y 40, surgió la versión de que había preparado empanadas con la carne de su víctima, una leyenda que reapareció con Emilia Basil, la descuartizadora que llegó a la televisión con el ciclo Mujeres asesinas.

Inmigrante libanesa radicada en Buenos Aires en 1940, Basil atendía el restaurante Yamile en la esquina de Pasco y Garay. Su salto a las memorias del crimen ocurrió el 24 de marzo de 1973 cuando asesinó a José Petriella, un italiano que vivía en la misma propiedad y con el que estaba enredada en una oscura trama de deudas, extorsiones y sexo.

En su juventud, Basil había trabajado como depostadora en el frigorífico Wilson, de Avellaneda. La experiencia le sirvió para trozar prolijamente el cadáver, que puso a hervir por partes en las ollas del restaurante. Cristina Banegas la interpretó en la ficción.

Demoníaco

En su blog, el médico forense Osvaldo Raffo analiza los casos de Susana Tramacera (3 de diciembre de 2002) y de Vanesa Giunta (hallada en el Riachuelo el 22 de agosto de 2007) y los clasifica como "crímenes satánicos" al cabo de una reflexión sobre los aspectos criminológicos de la "demonología".

El cadáver de Susana Tramacera fue encontrado en el 8º A del edificio de Maure 2487, seccionado y colocado en bolsas. El mismo día de su hallazgo fue detenido el pai Juan Carlos Garro, quien también vivía en el departamento.

Vanesa Giunta
Vanesa Giunta

La justicia condenó a Garro a prisión perpetua por homicidio calificado por alevosía, ya que Tramacera fue seccionada cuando estaba con vida, y sostuvo que el móvil surgió de cuatro propiedades que la víctima acababa de heredar. El pai fue considerado sospechoso por otro crimen, el de la geóloga Patricia Galán de Moi, una amiga de Tramacera que trabajaba en la Secretaría de Medio Ambiente y apareció muerta en su casa de Vicente López en junio de 2002.

Raffo intervino en el caso como perito. "En el lugar del hecho, donde el autor permaneció ocho días junto al cadáver descompuesto, se hallaron objetos esotéricos, muñecos, cartas de Tarot, velas y utensilios amarrados con cinta de color rojo", cuenta en su blog.

Vanesa Giunta habría sido asesinada en una mezcla de ritual y sesión de tortura, por la cual hubo tres condenados a prisión perpetua, entre ellos su pareja. En la casa, agrega Raffo, "la división Homicidios de la Policía Federal y halló un altar, en el que había estampitas, pelos y cartas. Una de esas cartas había sido escrita por la propia Vanesa Giunta, se trataba de un decálogo de obediencia a Lucifer titulado 'Leyes de la oscurida' (sic)". Género negro al pie de la letra.

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