
La figura de Luis Gregorio Ramírez Maestre quedó grabada en la historia criminal de Colombia por la brutalidad y el método con el que ejecutó a más de 30 mototaxistas en distintos departamentos del país.
Apodado ‘el Monstruo de Tenerife’, este hombre nacido en Valledupar el 30 de septiembre de 1980, confesó que para él “era normal asesinar”, una declaración que revela la frialdad con la que actuó durante más de una década.
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Entre los años 2000 y 2012, Ramírez Maestre fue identificado como el responsable de al menos 36 homicidios, aunque las autoridades solo lograron confirmar su participación en 30 asesinatos.
Sus crímenes se extendieron por regiones como Tenerife (Magdalena), Sabanalarga (Atlántico), Aguachica (Cesar), Santa Marta (Magdalena), Valledupar (Cesar) y Puerto Wilches (Santander).

Las víctimas, en su mayoría jóvenes mototaxistas de entre 19 y 30 años, con una estatura inferior a 1,70 metros, eran seleccionadas tras un proceso de observación minuciosa. Ramírez se ganaba su confianza, solicitaba sus servicios y los conducía a zonas apartadas, donde los asesinaba.
El método empleado por Ramírez Maestre era tan meticuloso como despiadado. Primero, asfixiaba a sus víctimas sobre la motocicleta; después, las ataba de manos y pies utilizando un nudo complejo, característico de los trabajadores rurales.
Este nudo, al ser jalado por la víctima en un intento de liberarse, apretaba aún más la soga en el cuello, provocando la asfixia mecánica. Ramírez permanecía en el lugar hasta asegurarse de la muerte, a menudo sentado junto a un árbol, mientras comía o bebía algo.

Los cuerpos quedaban expuestos, sin ser enterrados, y en los alrededores la policía solía encontrar restos de comida. Además, el asesino conservaba objetos personales de las víctimas, como billeteras, documentos de identidad, teléfonos móviles y cascos.
La captura de Ramírez Maestre en 2012 se produjo tras un operativo en Medellín, donde las autoridades lograron rastrearlo gracias al teléfono móvil de una de sus víctimas. Aunque en el pasado ya había sido detenido por robo de motocicletas, su habilidad para no dejar rastros dificultó durante años su localización. Tras su arresto, fue condenado a 57 años de prisión por homicidio agravado, tortura y hurto, aunque la pena se redujo a 34 años tras aceptar los cargos.
En el plano personal, Ramírez estaba casado y tenía tres hijos al momento de su detención. En entrevistas, relató haber sufrido maltratos en su infancia, aunque nunca manifestó remordimiento ni culpa por sus actos. Al contrario, solía mostrar una leve sonrisa al hablar de los crímenes, una actitud que los expertos asocian con la ausencia total de empatía.

El perfilador criminal mexicano Brian Escobar analizó el caso y concluyó: “Cuando vi por primera vez las fotografías, me di cuenta que había una fuerte rabia para el tipo de víctimas que considera. El modo en el que asesina me indica que desea que sean sus víctimas, quienes al rendirse por agotamiento, decidan cuando terminará su vida. Le integra un poder el hecho de la desesperación de una persona al saber que morirá, luche lo que luche”, reveló Luis Gregorio Ramírez Maestre en declaraciones publicadas por Vanguardia.
A pesar de que Ramírez Maestre solo admitió el asesinato de John Jairo Amador de la Rosa, las pruebas recolectadas por las autoridades confirmaron su responsabilidad en decenas de homicidios. La violencia y el método sistemático con el que actuó lo convirtieron en uno de los asesinos seriales más temidos de Colombia.
Luis Gregorio Ramírez, también es conocido como el “monstruo de la soga”, cumple 12 años de prisión tras ser condenado por el asesinato de al menos 36 personas en el departamento del Cesar entre 2006 y 2012, según relató en una entrevista al pódcast Más allá del silencio.
Durante la conversación, Ramírez reconoció que su número real de víctimas podría ser mayor, y que algunos testigos han estimado que la cifra llegaría a 60 homicidios. El propio Ramírez detalló que su método consistía en atar a las víctimas con sogas, realizando tres nudos en manos, pies y cuello, y que utilizaba un árbol cercano como soporte para los amarres.
El primer asesinato ocurrió en 2006 en Valledupar, cuando llevó a un joven de 19 años hasta una finca en la vía a Bosconia. Ramírez afirmó que, con el tiempo, dejó de experimentar emociones frente a los crímenes: “Ya para mí era normal, no me importaba”, expresó desde prisión.
En sus declaraciones, justificó parte de sus acciones bajo el discurso de la “limpieza social”, señalando que algunas víctimas habían sido acusadas de hurtos en Valledupar, aunque admitió que también mató a inocentes y que, en ocasiones, elegía a las personas de manera arbitraria.
El último crimen confesado por Ramírez tuvo lugar en mayo de 2012 en Barrancabermeja.
Fue capturado semanas después y quedó privado de la libertad el 12 de diciembre de 2012. Actualmente, calcula que podría acceder a la libertad en ocho años si cumple las tres quintas partes de su condena. Durante la entrevista, mencionó que su esposa y sus tres hijos lo han acompañado durante su reclusión.
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