El auto anfibio no sólo fue una fantasía que hizo realidad, al menos para la pantalla grande, la saga del agente James Bond en “La espía que me amó”, una película de 1977. Fue también una ambiciosa iniciativa de un diseñador alemán que consiguió su propósito: poner a navegar un auto convencional. Por supuesto, el éxito de aquel proyecto se fue hundiendo a medida que empezaban a desnudarse las falencias del famoso Amphicar, como se lo denominó.
El Amphicar es una de las grandes extravagancias que guarda la historia del automóvil. Partió de la iniciativa del alemán, Hans Trippel, que buscaba construir un vehículo de doble propósito como los que usaba el ejército, pero para el uso cotidiano. Por aquella época, década del 50, el ejército alemán disponía de un modelo anfibio desarrollado por Volkswagen que se llamaba Schwimmwagens. Como alternativa civil, entonces, Trippel diseñó su modelo, que no sólo fue un prototipo, sino que hizo su debut estelar en los Estados Unidos y llegó a fabricarse en serie.
“El auto que más corre en el agua y el barco que mejor navega en tierra firme”. Bajo aquel eslogan de campaña apareció el Amphicar en 1961 durante el Salón del Automóvil de Nueva York. Si bien se construía en Alemania, se comercializó en Norteamérica, con un reporte de 3.878 unidades vendidas hasta 1967.
El revolucionario modelo, de aspecto rústico y espartano, medía 4,34 metros de largo y 1,55 metro de ancho. El motor, un Triumph Herald 1200 de cuatro cilindros, catalogado como súper confiable para la época, estaba ubicado en la parte trasera, y ofrecía una potencia de 43 caballos de fuerza. En ruta llegaba a los 110 km/h y en el agua alcanzaba los 7 nudos (70 mph). La transmisión era manual de cuatro marchas.
Como el motor estaba atrás, en el frente no tenía parrilla: su trompa había sido diseñada para “romper” el agua al sumergirse. Sí mantenía un pequeño paragolpes para poder cumplir con las normas de circulación en ruta. Atrás, en la parte baja podían verse las dos hélices que lo hacían desplazar por el agua. En general, era un fiel producto del estilo alemán.
Con limitadísima performance en tierra, la diversión llegaba al entrar al agua. Allí el conductor, transformado en capitán, sólo debía poner la caja en punto muerto y accionar una segunda transmisión de dos marchas fabricada por Hermes (proveedora de Porsche) y entonces empezaba a navegar. El sistema permitía que las ruedas y las dos hélices funcionaran a la vez, característica que facilitaba la entrada y salida del agua. Las ruedas delanteras, por su parte, cumplían la función de timones.
Lyndon Johnson, quien asumió el cargo de presidente de los Estados Unidos en 1963 luego de que John F. Kennedy fuera asesinado, fue célebre e inesperado usuario del Amphicar. Johnson había elegido un modelo color Lagoon Blue y lo tenía en su rancho de Stonewall, Texas. Allí el modelo alemán fue protagonista de una broma del mandatario hacia sus asesores, según recordó luego uno de sus asistentes.
"El presidente, con la secretaria de la Casa Blanca Vicky McCammon en el asiento junto a él y yo en la parte de atrás, conducía en un pequeño automóvil azul con la capota baja. Llegamos a una pendiente empinada en el borde del lago y el automóvil comenzó a rodar rápidamente hacia el agua. El presidente gritó: “¡Los frenos no funcionan! ¡Los frenos no aguantan! ¡Vamos a entrar! ¡Nos hundimos!” El coche se hundió en el agua. Empecé a salir. En ese momento, el coche se niveló y me di cuenta de que estábamos en un Amphicar. El presidente se rió. Mientras navegábamos junto al lago en ese momento, él se burló de mí. Vicky, ¿viste lo que hizo Joe? No le importaba un carajo su presidente. Solo quería salvar su propio pellejo y salir del coche", relató el asistente presidencial la anécdota que, además, cuenta con una foto testimonial que la respalda.
No parecía desentonar en el agua el auto anfibio; de hecho, dos unidades cruzaron en septiembre de 1965 el Canal de La Mancha, una aventura para nada menor por las olas y los vientos que suelen castigar a la zona. El problema, sin embargo, aparecía al volver a tierra firme: con el Amphicar ya seco debían engrasarse 13 puntos del auto. El modelo doble propósito no era totalmente infalible.
El Amphicar sólo se vendió en los Estados Unidos y en Gran Bretaña. Muchos de ellos fueron utilizados en el departamento de policía de Berlín y en la actualidad algunos permanecen en los lagos de los parques de Disney. El pequeño convertible alemán nunca logró imponerse: a pesar de la curiosidad que generaba, su doble propósito se desdibujaba rápidamente. “No era realmente práctico en la tierra ni en el agua”, lo calificaron luego algunas crónicas de la época. Por si fuera poco, un cambio de reglamentación en los Estados Unidos, en 1968, lo sacó definitivamente de escena. Aquel invento ambicioso fue perdiendo rápidamente el poco prestigio cosechado y, signado por el fracaso comercial, empezó a ganar posiciones entre los peores autos de la historia. El atrevimiento desmedido suele pagarse caro.
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