Los autos manejados por glorias del automovilismo tienen un plus que aumenta no solo su valor simbólico, sino también económico. Más todavía si ganó carreras y mucho más aún si salió campeón del mundo en la lujosa categoría Fórmula Uno. En ese caso, su precio no tiene techo.
Es lo que ocurre con el Williams FW14B de 1992 con el que Nigel Mansell, el brillante piloto inglés, se quedó con el título de la máxima categoría mundial. Será subastado en julio por la casa Bonhams, durante el festival de la velocidad de Goodwood, en el Reino Unido. Esperan que la venta arranque en 3.500.000 euros.
Además de ganador, ese monoplaza fue uno de los más avanzados técnicamente para su tiempo. Ese año Mansell logró nueve triunfos: logro que le significó batir el récord del tricampeón Ayrton Senna, de ocho triunfos en una misma temporada.
Diseñado por el ingeniero Adrian Newey, la aerodinámica del Williams era de referencia, además de poseer un sistema de suspensión hidráulica activa y ser un pionero de las levas detrás del volante para pasar cambios. Marcó un antes y un después en el desarrollo de los monoplazas.
El corazón del auto es un motor Renault V10 de 3,5 litros, una configuración que los más nostálgicos extrañan hoy en día en la Fórmula Uno. Especialmente por el impresionante sonido que emite la decena de cilindros cuando son acelerados a fondo.
El campeonato de Nigel Mansell en 1992 fue histórico por varios motivos. Entre ellos, porque un piloto británico volvió a lo más alto de la F1, desde que James Hunt había logrado su título del mundo en 1976.
La supremacía de Mansell ese año fue total. Sin embargo, se dio algo insólito en la categoría: en 1993 abandonó no solo el equipo, sino la F1. ¿El motivo? Williams contrató al piloto francés Alain Prost, con quien Mansell había tenido una mala relación durante su paso por Ferrari.