Mis padres se divorciaron pero siguieron viviendo juntos, lo que me hizo ver a las relaciones tóxicas como normales

Por Mekita Rivas

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Los expertos advierten de los traumas que podrían sufrir los hijos de padres divorciados (Archivo)
Los expertos advierten de los traumas que podrían sufrir los hijos de padres divorciados (Archivo)

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía seis años. Vivieron juntos hasta que tuve 16 años. Fue una década extraña y desordenada, llena de emociones: alegría, rabia, tristeza y, sí, amor. Algunos días actuaban como una pareja casada. Podríamos haber ido de vacaciones familiares. Mi papá viajaba mucho por trabajo, nos uníamos a él y fingíamos que todo estaba bien.

Pero por cada día bueno, había docenas de malos. Hubo muchas peleas y dramas, principalmente enraizados en problemas financieros y, en general, por obstinaciones. Su relación era muy tóxica.

¿Qué significa que los padres estén divorciados y que todos permanezcan bajo el mismo techo? No tuve que estar a caballo entre dos casas diferentes. Pero también crecí rodeada de conflictos y pensando que así son las cosas. Me dejó con una comprensión distorsionada de lo que se supone que es la normalidad en una sociedad.

Matt Mutchler, profesor asistente de psicología de consejería en la Universidad del Valle de Delaware, que ha estudiado divorcios con alto conflicto, aprecia la intención de los padres que se separan pero continúan viviendo juntos. Pero, según él, es importante establecer límites. "Los padres tienen que tener muy claro que ellos no volverán a estar juntos", apunta Mutchler. "Esta es una de las fantasías comunes que un niño tiene después de que los padres se divorcian, y este tipo de situación de vida puede exacerbar esa fantasía".

Si mis padres se hubieran separado, hubiera sido más fácil explicárselo a mis amigos. Cuando era una niña, luchaba por clasificar su acuerdo poco convencional. No tenía el idioma para hacerlo, aunque "es complicado" se convirtió en parte de mi vocabulario a una edad bastante temprana. Su relación no tenía sentido, pero era el ejemplo que tenía. Y con el tiempo, empecé a darme cuenta de las cosas.

"Aprendemos cómo actuar en las relaciones a partir de lo que vemos en las relaciones de nuestros padres", comenta Mutchler. "Si aprendemos que la manera de lidiar con el conflicto es luchar con intensidad y con una mentalidad de ganar a toda costa, es probable que esos patrones se repitan en nuestras propias relaciones, y contribuyan a una mayor tasa de malas relaciones, ruptura y divorcio".

No fue hasta que mi ex novio y yo nos empezamos a gritar a las 3 de la madrugada que me di cuenta de lo mucho que me había afectado la relación de mis padres. Tenía 21 años cuando la bombilla finalmente se apagó: la lucha había sido un hecho cotidiano para mis padres, pero no tenía que ser igual para mí y para quien quisiera estar conmigo. Podría reducir la situación. Podría bajar mi voz. O mejor aún, podría alejarme.

"Piensa en un niño que crece con padres que se mantienen casados, pero tienen peleas verbalmente abusivas sobre cualquier pequeño factor estresante y frecuentemente involucran a sus hijos en estas peleas como si fueran un mediador o como un chivo expiatorio", advierte Mutchler. "Compara eso con otro niño cuyos padres están divorciados, pero administran bien su relación de paternidad y trabajan en conjunto para resolver los problemas con los niños. Espero que el segundo niño tenga mejores habilidades de manejo de conflictos que el primero".

Ciertamente tiene un punto. A menudo, estaba en medio de los desacuerdos de mis padres. Simplemente asumí que esta disputa y amargura sin parar eran parte de estar en una relación a largo plazo.

Por supuesto, eso no funcionó tan bien en muchos de mis encuentros románticos. Gravité hacia hombres que no estaban preparados emocionalmente, interpretando su ambivalencia como una invitación a esforzarse más. Esperaba el drama y la lucha, y si no existía, encontraba la forma de crearlo.

Eso le suena a Nathaniel Ivers, profesor asociado de asesoramiento en la Universidad de Wake Forest. En los divorcios de alto conflicto, comenta, los niños pueden estar expuestos a "patrones de comunicación disfuncionales" que pueden incluir insultos y arrebatos.

"Si no se observan o enseñan respuestas alternativas al conflicto, los hijos de padres divorciados pueden adoptar e implementar estos estilos de comunicación y resolución de conflictos en sus propias relaciones íntimas", explica Ivers. "Los hijos adultos de padres divorciados también reportan menos confianza, mayor inseguridad y ansiedad, temor al compromiso y la impotencia en sus relaciones íntimas".

Pero no todo es terrible. Catherine Burnette, profesora asistente en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Tulane, dice que las personas generalmente responden al divorcio y a sus propias habilidades de resolución de conflictos de una forma.

"O bien modelan los estilos de resolución de conflictos de sus padres, o se vuelven conscientes de sí mismos e intencionales acerca de cómo quieren navegar por el conflicto en sus propias relaciones", comenta Burnette. Y a veces, es una mezcla de las dos cosas.

En otras palabras, tener padres divorciados puede mejorar la capacidad de una persona para ser un juez de carácter, reconocer las banderas rojas y elegir parejas sanas. Pero eso no significa que llevarán vidas libres de conflictos.

"Aprenden de los desafíos de sus padres y tratan de no repetir ningún patrón negativo", explica Burnette. "En ocasiones, uno de los padres puede modelar estrategias saludables de resolución de conflictos. Aprender de los padres modelando el comportamiento saludable puede crear adultos que saben cómo enfrentar las cosas cuando las cosas se ponen difíciles, por lo tanto es importante tener al menos un padre que demuestre habilidades de resolución de conflictos sanos, seguros y constructivos".

Ahora llevo más de 12 años sin vivir en el epicentro de la disfunción de mis padres. Estoy comprometida con un hombre que es lo apuesto a todos los demás hombres con los que he estado. Es generoso, paciente y realmente un gran cocinero. Al planear nuestra boda y nuestro futuro juntos, soy muy consciente de lo que no quiero para nuestro matrimonio. Y tengo que culpar a mis padres. Perdón, quiero decir que tengo que darles las gracias por eso.