Prisionero en el propio cuerpo: la experiencia de sufrir parálisis del sueño

Por Jennifer Hassan

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La primera vez que sufrí de parálisis del sueño fue durante el invierno de 2012.

Mi abuelo había muerto recientemente y yo estaba pasando un tiempo en la casa de mi abuela. Después de sesenta años de matrimonio, ella no estaba acostumbrada a estar sola ni a la tristeza de permanecer en un lugar vacío.

Estaba dispuesta a ayudarla como fuera, así que me mudé al dormitorio de invitados que había en su casa. Cuando llegó la noche, la metí en la cama y apagué la luz, algo que ella había hecho por mí en innumerables ocasiones cuando yo era pequeña. La inversión de los papeles me entristeció pero, a la vez, me dio un abrumador impulso para proteger a una de las mujeres más importantes de mi vida. Mientras me acostaba en la habitación contigua no dejaba de escuchar sus sollozos ahogados.

Me desperté unas horas más tarde, sintiendo frío en mi cuerpo. Cuando fui a buscar unas mantas para la cama, me di cuenta de que no podía moverme. Empecé a entrar en pánico. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué mi cuerpo estaba paralizado? Traté de levantar los brazos. Nada. Mi cabeza estaba apoyada en la almohada como si fuera un bloque de cemento y mi cuerpo incrustado en la cama, congelado.

Luego tuve una especie de presión contra mi pecho. A medida que entraba más en pánico, más difícil era para mí respirar. Como si estuviera viviendo una auténtica película de terror, traté de gritar, pero no salían las palabras. Incapaz de poder mover los ojos, no tuve más remedio que mirar hacia arriba en medio de la oscuridad. No pude ver a nadie más, pero por alguna razón, sentía que tenía compañía. Había una presencia oculta y me estaba atormentando. Esa presencia se negaba a irse. Después de unos minutos, que para mí fueron como horas, pude moverme de nuevo. Temblando pude encender la luz del dormitorio y me senté en la cama hasta que amaneció.

"Me fui a dormir como siempre, pero me desperté como si tuviera a Lord Voldermort en cuclillas sobre mi pecho", le conté a una amiga al día siguiente. Ella se rió. "Mmmmm, Jen… ¿Estás segura de que esto no fue solo una pesadilla?", me contestó. Pensé su pregunta. Lo cierto es que había tenido pesadillas antes, ¿pero esto? Esto fue diferente. Esto realmente sucedió mientras estaba despierta.

"No lo creo", respondí. En el fondo estaba segura de haber estado consciente, completamente presente, solo inmovilizada durante una eternidad.

Otros amigos y compañeros con los que hablé sugirieron que tal vez el dolor jugaba en mi contra. "Cariño, estás pasando por un momento estresante", dijo mi madre, haciendo todo lo posible, como siempre, para tranquilizarme.

No quería concertar una cita con el médico. Parecía innecesario pasar un tiempo valioso en el Servicio Nacional de Salud de Londres. Así que recurrí a Google.

"Despierta sin poderse mover", escribí en el campo de búsqueda.

Al cabo de un rato estaba leyendo historias de personas que sabían exactamente de lo que estaba hablando. "Mira esto", le dije a mi madre. "Muchas personas en Internet también han tenido esto", agregué. Un poco más aliviada, me di cuenta de que no éramos todos unos inestables ni que tampoco soñábamos o bromeábamos: sufríamos una parálisis del sueño.

La parálisis del sueño ocurre cuando la mente se despierta pero el cuerpo permanece dormido. Esto causa inmovilidad temporal y, en muchos casos, alucinaciones intensas. Para algunas personas, la parálisis dura unos segundos, para otros, varios minutos.

Adrian Williams, profesor de medicina del sueño en King's College London y miembro del equipo médico del London Sleep Center, dice que la parálisis del sueño es un "fenómeno normal que no es peligroso, aunque sí angustiante".

Mientras dormimos, nuestros cuerpos alternan el sueño REM (movimiento ocular rápido) con el sueño NREM (movimiento ocular no rápido). Durante la etapa REM, nuestros cerebros permanecen muy activos y producen unos sueños mucho más elaborados.

"Durante el sueño, el cuerpo está paralizado para evitar que actuemos. Ocasionalmente, el cuerpo se confunde y el cerebro se despierta, pero la parálisis persiste", relata Williams.

Los episodios casi siempre están acompañados por una sensación de presión intensa en el pecho. Naturalmente, la incapacidad para respirar desemboca en una sensación de pánico y desesperación. "Debido a la parálisis, el único músculo de respiración que está funcionando es el diafragma. A menudo hay una sensación de respiración inadecuada porque los músculos del tórax no funcionan", señala Williams.

Alrededor de la mitad de la población ha experimentado parálisis del sueño. Algunos lo notarán con frecuencia, mientras que otros tan solo lo vivirán una o dos veces en la vida.

Y realmente muy pocas personas buscan tratamiento para eso. El London Sleep Center solo atiende a un paciente al mes con parálisis del sueño. "Cuando una persona visita a un médico es porque, generalmente, ocurre con frecuencia", remarca Williams. "A menudo los pacientes no sabe que están sufriendo de parálisis del sueño", aclara al respecto.

De acuerdo con la información del Servicio Nacional de Salud, la parálisis del sueño puede ser desencadenada por la ansiedad, el estrés y la depresión, lo que puede explicar que mi primer encuentro con la enfermedad se produjo durante un momento de dolor. Aquellos con patrones de sueño irregulares corren más riesgo que otros de experimentar el trastorno mientras caen o se despiertan después de dormir.

"No hay antibióticos para hacer que la parálisis del sueño desaparezca", comenta Williams. "Lo primero que debe hacerse es centrarse en mejorar el sueño de una manera conductual", dice.

Este experto en sueño explica que la condición puede transmitirse de generación en generación, pero no está relacionada con el género. "He visto tres o cuatro familias con este problema", revela.

Muchas culturas han culpado a la parálisis del sueño a elementos procedentes del inframundo y de misteriosos personajes como "la vieja bruja" o "el diablo en la habitación". La pintura de Henry Fuseli de 1871, The Nightmare, se asocia frecuentemente con el desorden: representa a una mujer dormida, tirada, sin poder hacer nada en la cama mientras un ogro se aposenta en su pecho.

En Tailandia, algunos creen que las dificultades para respirar en la noche son causadas por el espíritu Phi Am, un fantasma que se posa sobre el pecho y te aplasta. También se han escuchado leyendas del Taotaomona, un espíritu del vampiro de un bosque que busca proteger la Tierra. Aquellos que no respetan la isla de Guam, dicen las historias, serán estrangulados mientras duermen.

William, que dijo que la parálisis del sueño ocurre más comúnmente cuando duermes boca arriba, sugiere que el problema puede evitarse durmiendo de lado. Los episodios pueden ser interrumpidos por el tacto, por lo que un compañero de cama puede ser capaz de intervenir.

Cuando la parálisis del sueño ocurre con frecuencia y los esfuerzos para corregirlo no han tenido éxito, los antidepresivos se prescriben, no necesariamente porque el paciente esté deprimido sino por un intento por suprimir el sueño REM.

Algunas personas me han dicho que, a veces, incluso parpadean justo después de salir de la parálisis. Otros dicen que mover lentamente los dedos de las manos y los pies ayuda a romper "el hechizo".

Desde esa noche de 2012, he experimentado la parálisis del sueño, por lo menos, 10 veces. Una vez me dio tres veces en una misma noche. Es aterrador y, a la vez, agotador.

Ahora evito la cafeína antes de acostarme y escucho música de relajación mientras duermo. También llevo un diario de sueño en el que escribo descripciones de aquellos episodios. El caso más reciente ocurrió durante las vacaciones de Navidad.

"3:30 am. Estoy en una habitación con un hombre que no conozco. Me pregunta si quiero un trago. Pero cuando se va, apaga las luces y me sumerge en la oscuridad. Al momento me siento incómoda, es hora de irme a casa… pero me detienen otras personas que ahora están, de alguna manera, en la habitación. Emergen de las sombras y comienzan a agarrarme los dedos, me rompen las muñecas y me estiran de los pelos hasta que caen al suelo. Estoy congelada, no puedo escapar. Soy una prisionera. Mis agresores desaparecen y las luces vuelven a encenderse, pero estoy atrapada en esta habitación desconocida. Estoy acostada de espaldas y sin poder gritar. Estoy tratando de gritar pero no sale nada. Comienzo a golpear mi brazo contra un escritorio de madera, desesperada por llamar la atención. Nadie oye. Nadie viene".

Todo se acabó tan rápido como comenzó. Estoy despierta y esto y a salvo en casa. Mis dedos no están rotos y no hay nadie más en la habitación. Reviso mi brazo. Está frío pero no tiene sangre ni moretones. La parálisis del sueño había atacado de nuevo.