OPINIÓN: Chivas-Atlas, el verdadero clásico

Un Chivas-Atlas paraliza la ciudad de Guadalajara. Para los nativos es el “verdadero clásico” porque es auténtico, nació en el barrio y no en la publicidad de una televisora

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Afición de las Chivas Rayadas del Guadalajara  (Foto: Facebook/Chivas)
Afición de las Chivas Rayadas del Guadalajara (Foto: Facebook/Chivas)

Hablar de fútbol es hablar de identidad. Y un clásico de fútbol es el ritual más sagrado de una afición. Gilberto Giménez decía que “la identidad de un actor social emerge y se afirma sólo en la confrontación con otras identidades en el proceso de interacción social”. En este sentido, el fútbol produce una interacción donde se puede observar con nitidez esta construcción de la distinción social.

Juan Villoro, otro aficionado al fútbol, decía que “Si queremos saber realmente cómo fue el imperio romano o el mundo de los incas, tenemos que saber cómo se divertían, y nada explica mejor la industria del entretenimiento en nuestros tiempos como el fútbol, que es el deporte mejor organizado, repartido y explotado en el planeta. Es una forma de conocer lo que somos.”

En el clásico Tapatío, el más antiguo de México, encontramos estos componentes. Un Chivas-Atlas paraliza la ciudad. Para los nativos, es el “verdadero clásico” porque es auténtico, nació en el barrio y no en la publicidad de una televisora. Es el pretexto para convivir con la familia, los amigos, los vecinos, al estilo pueblerino, clasista, apasionado y mojigato, distintivos de los tapatíos. Es parte de nosotros y la reafirmación de lo que somos.

La academia contra el rebaño sagrado; académicos contra chivas locas. Motes que se ganaron a pulso. Encuentros que se remontan a 1916, apenas unos días después del nacimiento del equipo de “los ricos”; contra el equipo más popular de México, con el que se identifican las clases populares. Un cántico refleja esta distinción clasista: “mezcla, cajón y cuchara ¡Arriba el Guadalajara!”, el equipo de los albañiles.

De alguna manera, el clásico reforzó la simbólica división de la ciudad en la Calzada, justo donde está el estadio que compartieron por décadas, testigo de la mayoría y los más memorables partidos que marcaron a millones; por los goles, los triunfos, las riñas, los jugadores emblemáticos de todas las épocas (Jesús del Muro, “Pistache” Torres, Daniel Osorno, Berna García, “Tubo” Gómez, Chava Reyes, Ramón Ramírez, Benjamín Galindo, por mencionar algunos). Protagonistas y pedacitos de historia que alimentaron esta gran rivalidad.

El día del clásico, se puede salir a la calle y confirmar que la mayoría, no sólo el ala masculina -e incluso los escépticos-, están concentrados en sus casas, en bares, en viejos talleres mecánicos; con una comida simple pero especial, mucho alcohol y, en ocasiones y como signo de nuestros tiempos, con violencia.

Se ha dicho que el fútbol es un instrumento para distraer y controlar a las masas. Pero también se ha dicho que se trata de un espectáculo que refuerza el sentido de pertenencia. El fútbol puede ser un instrumento de enajenación, pero es también un espacio que alimenta el espíritu; o dicho a la manera de Jorge Valdano: “Es lo más importante entre las cosas menos importantes”.

No importa que equipo se apoye, el clásico Tapatío es un espectáculo que involucra a toda una ciudad. Incluso más allá del fútbol, Guadalajara no se podría entender y no sería la misma sin el Atlas-Chivas.

*Profesor de la Universidad de Guadalajara

Lo aquí publicado es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio