Quién es el ecuatoriano Nelson Serrano, el preso más longevo del corredor de la muerte de Estados Unidos

Fue condenado por un cuadruple crimen ocurrido en la Florida en 1997. Pero él jura que estaba a cientos de kilómetros de donde ocurrieron sus asesinatos y hoy, con 82 años, sigue reclamando un nuevo juicio

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En la fotografía, Nelson Serrano de 82 años, el detenido más longevo entre los que aguardan su ejecución en Estados Unidos.
En la fotografía, Nelson Serrano de 82 años, el detenido más longevo entre los que aguardan su ejecución en Estados Unidos.

En el 2006, Nelson Serrano, un empresario, conocido como hombre de familia y nacido en Ecuador, fue condenado en Estados Unidos a cuatro penas de muerte por el crimen de cuatro personas. El jurado estadounidense lo encontró culpable en un juicio que, según los familiares y abogados de Serrano, estuvo cargado de irregularidades.

En el pasillo donde se encuentran las celdas de los reclusos que esperan la ejecución de la Union Correctional Institution, al norte de la Florida, pasa sus días Serrano. El hombre, nacido en Quito, capital de Ecuador, sueña con ver nuevamente el Cotopaxi, el segundo volcán más alto del país, con caminar despacio a través de un trigal y con conocer personalmente a cuatro de sus nietos, según le ha contado a través de cartas al escritor Oscar Vela, que ha narrado la historia de Serrano en el libro Los Crímenes de Bartow. Vela también es abogado y forma parte de la defensa de Serrano que busca agotar todos los recursos para evitar que al hombre se le dé una fecha para su ejecución. Serrano, que ahora tiene 82 años, es el hombre con más edad que forma parte del corredor de la muerte de Estados Unidos.

Serrano fue condenado por asesinar a cuatro personas: en primer término a sus socios Frank Dosso y George Gonsalves. Y un rato más tarde a George Patisso y su esposa Diane. La pareja había llegado a la fábrica de Erie, en Bartow, a recoger a Frank (hermano de Diane) y habría sido asesinada para impedir que identifiquen al Serrano.

Nelson Serrano, ecuatoriano de nacimiento y naturalizado estadounidense, trabajaba en 1971 en la planta de procesamiento de Erie Manufacturing en Bartow, una ciudad de Florida, Estados Unidos. Según testigos del caso, la relación entre Serrano y las víctimas nunca fue la mejor. Sin embargo, esta se agravó cuando USD 1 millón desaparecieron de las cuentas de la empresa. Francisco Serrano, hijo de Nelson, planteó el tema a Dosso y Gonsalves, mientras su padre, Nelson, directamente demandó a sus socios en el verano de 1997. Ellos respondieron con una acusación de corrupción y de hurto.

Fue entonces que Serrano fue expulsado de la presidencia de Erie Manufacturing por el voto de sus socios, que cambiaron las cerraduras del edificio en julio de 1997, cinco meses antes de los asesinatos. Poco antes, también habían despedido a su hijo Francisco.

La tensa relación entre Serrano y sus socios fue el punto clave para que los fiscales estadounidenses armaran el caso. Los fiscales aseguraron que Serrano estaba furioso con Gonsalves y Felice “Phil” Dosso. Durante el juicio, varios empleados de Erie testificaron acerca de las difíciles relaciones entre Serrano y sus socios, en particular con Gonsalves.

En diciembre de 1997, los cuerpos sin vida de los ex socios de Serrano fueron encontrados en la planta de procesamiento Erie. Los exámenes forenses confirmaron que habían sido asesinados con armas de fuego. El sospechoso desde un primer momento fue Serrano, apuntado por los familiares de las víctimas. Otro empleado de la planta, que habría dicho que quería asesinar a Gonsalves nunca fue investigado.

La atención de la justicia se mantuvo enfocada en Serrano. Sin embargo, este tenía una coartada comprobada sobre su paradero a la hora en que los crímenes fueron cometidos. Cuando sucedieron los asesinatos, Serrano jura que estaba en Atlanta (Georgia), en un viaje de negocios, sufriendo los efectos de una fuerte migraña, por lo que se habría recluido por más de 12 horas en su cuarto de hotel. Esta coartada sería desestimada por las autoridades judiciales a cargo del caso, porque los fiscales presentaron como prueba una media huella del pulgar derecho de Serrano en un boleto de estacionamiento en el Aeropuerto de Orlando, apenas unas dos horas antes de que se llevaran a cabo los asesinatos.

Nelson Serrano durante su juicio en Estados Unidos.
Nelson Serrano durante su juicio en Estados Unidos.

Al jurado se le formuló la teoría de que Serrano se las habría arreglado para salir de su cuarto de hotel en Atlanta sin ser captado por las cámaras de seguridad, volar hasta Bartow (Florida) y regresar a su cuarto de hotel para ser captado de nuevo por las cámaras del establecimiento. En nueve horas y cincuenta y siete minutos, Serrano habría hecho un periplo de Atlanta a Orlando, de allí a Bartow, luego a Tampa y otra vez a Atlanta. A pesar de la falta de lógica y de no poder presentar pruebas de la presencia de Serrano en un vuelo de Atlanta a Orlando, se dijo que el acusado habría usado un pseudónimo para la comprar el ticket de vuelo, es decir que habría volado con una identidad falsa. La periodista ecuatoriana Janeth Hinostroza hizo el mismo recorrido que se le acusa a Serrano de haber realizado y comprobó que era imposible hacer esos viajes y tener tiempo para asesinar a cuatro personas.

Una vez determinada la “culpabilidad” de Serrano, quien habría regresado a Ecuador durante el proceso de recolección de evidencia, este fue capturado por ex agentes de policía estadounidenses, quienes lo llevaron de vuelta a Estados Unidos para cumplir su sentencia.

A Serrano solo le quedan dos recursos legales para escapar de la pena de muerte: pedir una nueva sentencia ante la Corte Suprema de Estados Unidos o pedir que se realice un habeas corpus federal que le permita acceder a un nuevo juicio para que se tomen a consideración las pruebas que se omitieron en el primer proceso.

De comprobarse su inocencia, el caso de Serrano sería otro más con una sentencia equivocada que mantiene a una persona encarcelada por error. Según el Registro Nacional de Exoneraciones de Estados Unidos, entre 1989 y 2019, más de 2.500 personas han recuperado su libertad tras haber sido comprobada su inocencia luego de pasar largos períodos –cerca de nueve años en promedio– en prisión.

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