Qué pena lo de Maravilla, ya nunca lo verán como lo vieron

Fue digno, ofreció un espectáculo honesto contra un adversario de inferiores condiciones, se sintió cómodo y contento con su actuación. Pero la observación objetiva deja algunas incógnitas

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Maravilla Martínez el día que colmó el estadio de Vélez en el 2013 (Foto: Reuters)
Maravilla Martínez el día que colmó el estadio de Vélez en el 2013 (Foto: Reuters)

Hizo todo cuanto debía hacer.

El triunfo KOT en el séptimo asalto fue la consecuencia de un trabajo prolijo, armonioso y efectivo, y aunque Fandiño resultó un rival demasiado simple y previsible, lo que estaba en juego no era ver a Fandiño sino a Maravilla.

Por cierto que este regreso es el paso inicial de un sueño y que su proyección choca con una lógica pocas veces doblegada en la historia del boxeo. Los tres factores determinantes de la observación fueron:

1) Desplazamientos lentos

2) Descargas anunciadas

3) Carencia de sorpresa en posición de ataque

Dominó la pelea física e intelectualmente y allí estuvieron sus principales virtudes. El remate llegó por la vía menos imaginada: un directo al plexo solar, que interrumpió la respiración del novato Fandiño obligándolo a resignar su vertical al tiempo que la toalla se apiadaba de él. Este Martínez de 45 años que ha regresado al ring tras seis años de ausencia tiene la misma actitud del que se fue agónicamente frente a Cotto en el Madison Square Garden, pero claramente le resultará imposible alcanzar el nivel de los encumbrados de la categoría. Tal como lo anunció, podrá realizar combates de este tipo, de la menor exigencia, antes de acceder a una pelea ya acordada con el presidente de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) Gilbertico Mendoza para enfrentar en Tokio a Ryota Murata.

Por cierto que para llegar a tan preciado objetivo deberá continuar en esta línea de entrenamiento científico cuanto menos un año más. Osea que al momento de volver a disputar una corona del mundo, si su sueño se hace realidad, tendrá cuarenta rounds de pelea, cuatrocientos de entrenamiento y un año más. Y esta suma de factores elementales que parecen acercarlo a la concreción de su quimera, en realidad lo alejan de que tal hazaña pudiera llegar a consumarse.

Lo que Martínez conserva es su actitud y su moral. Lo que Martínez ha perdido es su potencia y su velocidad. Si la faena más brillante y apoteótica hubo de haberse realizado hace ocho años frente a Julio César Chávez Jr., no existe la posibilidad humana de ver el 10% de lo que quedó de aquel boxeador estoico y brillante que fue dejando parte de su potencial contra Murray en Buenos Aires y frente a Cotto en New York.

Maravilla venció por nocaut en el séptimo round (EFE)
Maravilla venció por nocaut en el séptimo round (EFE)

Quien descendió del ring tenía el mismo nombre pero no era igual… El convocante a esta cita para 1.000 personas que las precauciones por el Covid-19 permitieron, fue el protagonista de aquel memorable combate celebrado en Las Vegas el 15 de septiembre de 2012. Ahora con igual sonrisa pero con los huesos y las articulaciones cansadas, crujientes cual sombra del pasado. Aquella, la de Las Vegas, quedará para siempre como una de las batallas mas intensas que ofrecieran dos pugilistas en procura de una corona mundial. Especialmente en el último asalto cuyo nivel de dramatismo, valentía, coraje, destreza y entrega por parte de ambos impulsaron a que el público no pudiera hacer otra cosa que vivir de pie tal frenesí, especialmente tras la caída de Maravilla y su decisión de atacar tomando todos los riesgos que un boxeador muy con pronunciadas ventajas en las tarjetas pudiese aceptar. Pero Fandiño no fue Chávez, ni Torrelavega de Cantabria el Thomas and Mack Center de Las Vegas. La épica pocas veces se repite.

Después –vale la pena recordarlo– se cruzó Martin Murray en la vida de Martínez. Fue aquella lluviosa noche en Vélez Sarsfield (27 de abril de 2013) cuando no alcanzó su nivel, aunque reafirmó su tremendo corazón al ponerse de pie tras la cuenta por caída y luego de ello avasallar a Murray corriéndolo por todo el cuadrilátero. No obstante fue poco lo que exhibió ante tamaña expectativa. Y la mayoría de los asistentes se sintieron defraudados.

Y finalmente una pelea que nunca debió hacerse: la realizada en el Madison Square Garden de Nueva York (7 de Junio del 2014) ante Miguel Cotto toda vez que Maravilla no reunía las condiciones físicas elementales para pelear. Podría decirse hoy a la distancia que en condiciones normales aquel Cotto casi en el final de su destacado recorrido hubiese resultado una cita estadística en la vida de Maravilla Martínez quien hasta podría haberse lucido. En cambio con el otorgamiento de semejantes ventajas como la de una rodilla sin flexión, su imagen fue penosa y el combate le resultó una pesadilla. Puede pensarse que fue por aquella imagen de impotencia que Maravilla se propuso este objetivo de regresar a la fuente que lo impulsó a la fama, la popularidad, la admiración y la gloria.

— ¿Es que Maravilla sentía su ego insatisfecho? ¿Es que la aclamación de los estadios no es comparable al sonido de los teatros? Ni el éxito del stand up, ni las charlas motivacionales para empresarios, ni el rodaje de películas, ni la función de comentarista, se igualan a esto: el boxeador lleva en el alma pelear para imponerse al rival y satisfacerse a si mismo, verse con los brazos en alto, inscribir un nuevo capítulo en su historia, estimular su ego Y es por ello que lo incentivan mucho más el dolor y la sangre que el aplauso ferviente de un auditorio teatral.

Arbitrariamente vinculé entonces éste caso con el de Leonard. Podríamos decir que Sugar Ray tuvo cuatro retornos: el primero fue luego de su desprendimiento de retina en 1982. Volvió en el 84′ ante el desconocido Kevin Howard –tan desconocido como Fandiño– ganándole por KO y estrenando el uso de los guantes con pulgar adherido para evitar los “dedazos” en los ojos. No obstante y sin un motivo declarado volvió a alejarse del boxeo. Pero retornó en 1987 con una enorme motivación: enfrentar a Marvin Hagler, fue aquel día que me encontré con Foreman en el sauna del Caesar’s Palace y me confesó que también él retornaría al boxeo para redimirse de todos sus errores, de su prepotencia, de su trato bestial hacia los demás, de su soberbia, pues el camino religioso le daría la oportunidad de convertirse en un hombre bueno y dejar en su pasado al hombre malo que había sido. Y lo consiguió a los 45 años recuperando la corona de los pesados ante Michael Moorer.

Leonard, el protagonista de aquella noche se impuso ajustadamente a Hagler consumando una dramática pelea. Y siguió boxeando con pronunciada infrecuencia hasta 1989 cuando derrotó a Roberto Mano de Piedra Durán en el tercer enfrentamiento del “clásico”. Salió nuevamente del retiro en el 91′ para perder por paliza ante Terry Norris. Fue entonces cuando afirmó que se retiraba definitivamente.

Sin embargo tuvo un nuevo retorno –otro más– en 1997. Resultó una dolorosa afrenta para la historia del boxeo que Sugar Ray Leonard, uno de los cinco mejores boxeadores de todos los tiempos, recibiera semejante paliza por parte de Macho Camacho. A aquellos golpes los sentimos todos… La pregunta subyacente pasó a ser: ¿por qué vuelven los boxeadores? Y además, ¿cuál es la razón de hacerlo en la mayor edad? Algunos como Joe Louis (39 años), Ray Sugar Robinson ( 44 ), Mano de Piedra Duran (a los 49 años ganó un campeonato norteamericano de peso Crucero a Pat Lawlor), Evander Holyfield (46 años), George Foreman (45), Larry Holmes (53), entre otros, fue por la necesidad del dinero. No es el caso ni de Manny Pacquiao (actual campeón mundial, 41 años), ni Bernard Hopkins (quien sostuvo la corona hasta los 47). Tampoco fue la situación de Muhammad Alí, sancionado entre 1967 y 1970, ni de Mike Tyson quien estuvo en la cárcel tres años y pudo regresar en el 96′. Ellos nunca se habían retirado, no pelearon porque estaban prohibidos.

Un ejemplo de la actualidad: Pacquio es campeón con 41 años (Foto: AP)
Un ejemplo de la actualidad: Pacquio es campeón con 41 años (Foto: AP)

No resulta ninguno de los casos mencionados como simples referencias –pues hay muchos más ejemplos– lo que ha movilizado a Maravilla Martinez para que volviese a subir a un cuadrilátero a los 45 años y habiendo transcurrido seis años y dos meses desde que cayó tristemente ante Miguel Cotto, su último rival.

Maravilla fue impulsado buscando en su interior a un hombre imposible, el hombre del pasado. Ya no están a su lado ni los Lou Duva –el manejador de los Estados Unidos–, ni Gabriel Sarmiento –su creador–, ni su entrenador español Sánchez Atocha, ni su manager por un tiempito Sampson Lewkowicz, ni Pablo Sarmiento, su esquina de las ultimas peleas... Quedó Miguel De Pablos, su administrador y amigo. Y en la esquina estuvieron Tinín Rodríguez, Jaime Lera y Raquel Bordons. Esta vez la organización no fue de Bob Arum en el glamour de Las Vegas; Maravilla debió programarse a sí mismo en esa hermosura que es el Malecón de Torrelavega, en la Cantabria, muy cerca del país Vasco y muy lejos de la historia del boxeo.

Su discurso sobre el ring después del combate fue seductor y hasta despierta adhesión. Sabemos que el deseo y la realidad generalmente marchan por diferentes senderos. Es una pena, pues semejante sueño ameritaría concretarse. Pero eso sería un milagro y no hay milagros sobre el ring cuando se tiene 45 años y se les lleva veinte a unos rivales con más fuerza, más hambre de gloria y más camino por recorrer.

El almanaque no se noquea...

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