
Con el paso del tiempo se conocen cada vez más casos de distintas personas ligadas al deporte que padecieron el coronavirus. Mientras que algunos lo transitaron sin problemas de gravedad como el caso de Paulo Dybala, Novak Djokovic o Nikola Jovic, otros vivieron un auténtico infierno.
Es el caso del fisicoculturista estadounidense Charlie Aragón, que según detalló en una entrevista con la periodista Stephanie Innes para el Azcentral, fue una experiencia aterradora.
Hoy, dos meses después de salir del hospital aseguró que perdió cerca de 27 kilos y sólo se limita a caminar en forma de ejercicio “para poder comenzar nuevamente y regresar a una vida normal”, explicó.
Aragón llevaba una vida estrictamente dedicada al fisicoculturismo hasta que enfermó de COVID-19 con 35 años a principios de marzo. El oriundo de Arizona intercalaba una estricta dieta baja en carbohidratos y a base de proteínas con entrenamientos constantes en los que incluía su actividad favorita, el levantamiento de pesas.

“Fui la última persona que pensé que se enfermaría por esto”, reconoció el culturista debido a ciertos factores como su edad y su condición física. Sin embargo, el virus lo atacó de una forma totalmente agresiva, cuando él solo creía que se trataba de pasar unos días en la cama con un poco de tos y fiebre.
Todo comenzó en marzo, cuando sintió un mal estar general similar a un resfrío. Posteriormente fue a una clínica en donde le indicaron reposo, ibuprofeno y un inhalador, pero con el correr de los días su situación empeoraba. Una semana después se sometió al test de COVID-19 y descubrió que era positivo. Ya había perdido el sentido del gusto y del olfato.
“Una vez que obtuve un resultado positivo, me dijeron que me pusiera en cuarentena y, si empeora, llame al 911. Todavía estaba tomando el ibuprofeno y usando mi inhalador, pero fue extremadamente difícil caminar de la cama al baño. Incluso cepillarme los dientes. Se sentía como si me estuviera quedando sin aliento. ¡Hombre! se sentía como si estuviera haciendo cardio”, afirmó.
Finalmente, el 2 de abril terminó ingresando al University Medical Center Phoenix en donde permaneció durante 20 días, los más difíciles de su vida. Uno de los momentos más críticos del fisicoculturista fue cuando desarrolló sepsis: “Tuvo un episodio de sepsis y eso no es infrecuente. Especialmente cuando el paciente está en el respirador. Su riesgo de neumonía asociada al respirador aumenta. Solo estando en la UCI, con múltiples catéteres en su cuerpo, los pacientes también corren el riesgo de que esos catéteres se infecten”, consideró la doctora que lo atendió Jennifer O’Hea.

El peor día de Aragón dentro del hospital fue el 6 de abril, dos días después de haber sido entubado: “Estuvo muy mal ese día. Estaba en el respirador y recibía oxígeno máximo, por lo que recibía el 100% del respirador, realmente estaba obteniendo tanto apoyo del respirador como podíamos darle”, explicó O’Hea, que como el resto de los profesionales, consideró como una medida invasiva el hecho de colocar un respirador a un pasciente: “Sabemos que existen riesgos de poner a las personas en respiradores y eso incluye nuevas infecciones. Incluso antes de COVID, nunca fue algo que tomáramos a la ligera”.
“En ese momento, sabía que algo andaba mal y algo dentro de mí me decía que tenía que pelear. Luego comencé a orar y esa fue mi experiencia extracorporal. Nunca antes había tenido una experiencia así. Fue aterrador. No sabía lo que estaba pasando pero no me sentía bien”, reveló el fisicoculturista acerca de cómo vivió sus días más decisivos.
Afortunadamente, poco a poco comenzó a mejorar y logró volver a respirar sin ayuda de una máquina: “Una vez que estuve en la sala de recuperación, no pude pararme por más de unos segundos antes de comenzar a quedarme sin aliento. Me temblaban las rodillas y sentía que me iba a caer”
A pesar de que en mayo volvió a realizarse un test y dio positivo, Aragón ya fue dado de alta en el hospital y ahora trata de retomar su vida: “Voy a caminar ahora por la tarde. Eso es solo para levantar mis piernas de nuevo y poder comenzar a moverme nuevamente”.
Finalmente, el hombre de 35 años, que pronto volverá a someterse a un test, reflexionó: “Esto es mucho peor que la gripe ... tuve neumonía. Tenía sepsis, insuficiencia respiratoria”.
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