Diego Lugano, secretos de un capitán: el particular audio que lo motivaba, la mordida de Suárez y por qué el futbolista tiene más influencia que un presidente

El hombre que más veces portó la cinta en la selección uruguaya no esquiva ningún tema. Del altercado de Suárez en el Mundial 2014, a la fórmula del éxito de Tabárez. De la Democracia Corinthiana, a la homosexualidad en el fútbol. “A veces tenés una influencia en la sociedad que te da hasta miedo pensarlo”, reflexiona

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Diego Lugano confesó que escuchaba el relato del Maracanazo para motivarse: "Me hacía sentir que tenía que sacar siempre algo más, que era mi responsabilidad, que era parte de esa herencia"

Diego Lugano cita al prócer José Gervasio Artigas o al Martín Fierro para reforzar el concepto de una anécdota. Retoma frases del futbolista, médico y revolucionario Sócrates a la hora de explicarse. Recuerda con precisión las historias de los líderes uruguayos de los éxitos futbolísticos en 1930 y 1950 como Obdulio Varela, Alcides Ghiggia o José Nasazzi. Confiesa haber perseguido al mítico Pedro Virgilio Rocha (“El único uruguayo que jugó cuatro mundiales”) en San Pablo para que le relatara anécdotas en la Celeste. Diego Lugano es el capitán que se preparó para ser capitán desde su infancia, leyendo una y otra vez cuanto libro futbolero se le cruzaba en Canelones.

En enero del 2018 le puso punto final a su carrera llevándose sobre sus espaldas el récord de haber sido el jugador que más veces portó la cinta en la selección uruguaya con 86 de sus 95 presentaciones defendiendo a su país. La Tota, sin embargo, no fue un líder más. Fue el referente de una etapa próspera en lo futbolístico para su tierra, pero también fértil para sembrar ideales. Así lo entendió el Maestro Tabárez. Así lo vivió Lugano, que hasta tomó como costumbre escuchar los relatos del Maracanazo para motivarse...

Durante más de una hora de entrevista con Infobae desde San Pablo, donde es dirigente del club en el que se despidió como ídolo, sus palabras llaman a la reflexión sobre el verdadero rol de los deportistas: “En Sudamérica el futbolista es muy popular pero no goza de prestigio, que es muy diferente. El jugador muchas veces se encierra en su contexto y no le interesa ver mucho más allá. Pero soy crítico a eso, porque si bien no tenemos grandes títulos de la facultad o estudios formales, lo que culturalmente el futbolista vive, especialmente del alto nivel, es incomparable. Vive en diferentes países; conoce distintas realidades. El mismo día te codeás con el presidente de un país, el jefe de una barrabrava o un delincuente peligroso. Y hablás de tú a tú con el uno y con el otro. De repente, tenés una cultura, unas vivencias y una experiencia que no se aprende en una facultad”.

—¿Todavía escuchas el audio del relato del Maracanazo?

—Sí, por supuesto... Lo escuchaba mucho en el momento de tensión en la selección. De repente cuando me iba a practicar mientras estaba en Francia, en París. O en Turquía. Para manijearme en mi auto iba escuchando el relato del Maracaná. Estábamos mal en la selección, teníamos que dar vuelta situaciones complicadas y era algo que me daba sentido de responsabilidad, que hay que sacarlo. No podía nunca decaer. Me encantaba. Hoy lo escucho menos, pero se me ponía la piel de gallina.

—¿Específicamente lo usabas como algo motivacional?

—Sí, motivación y sentido de pertenencia. Ni yo sé por qué. Me hacía sentir que tenía que sacar siempre algo más, que era mi responsabilidad. No sé de dónde, ni por qué, ni cuándo, pero yo hacía parte de esa herencia y en aquel momento era responsable de ese legado. De alguna manera me comunicaba con la historia. ¡Pero no solamente del Maracaná! Relatos de Peñarol del 66, de Nacional del 71, del 30 también. Ni en Uruguay lo comenté mucho, pero sí, era y soy bastante fanático. Pocos compañeros mío saben. Saben, sí, que yo era fanático y que inculcaba mucho ese sentido de pertenencia, pero los detalles no. No les voy a contar que vas con un Aston Martin en París en des Champs-Élysées tomando mate y escuchando un relato del Maracaná. No es muy normal capaz.

—Repasando los nombres con los que estuviste en Uruguay, desde Paolo Montero hasta Luis Suárez, Cavani, Forlán, Godín, ¿cómo se maneja un vestuario con todos esos apellidos?

—No hay mucho misterio. Lo principal es ser siempre uno mismo. No hay mayor enseñanza que la propia conducta diaria. Cuando vos tenés una manera de ser y sentir, eso lo vas demostrando todos los días, en todo momentos, con pequeños detalles. Eso hace que vayas ganando confianza y que te empiecen a reconocer, a querer.

—¿Se disfruta en algún momento el liderazgo?

— Tocaste justamente la palabra fundamental... Fue lo único que me puse en la cabeza cuando empecé a jugar en Uruguay y cuando pasé a ser capitán. Lo que más intenté transmitir a mis compañeros y al entorno, es de disfrutar lo que estamos viviendo a pesar de que sabemos que en el fútbol se pierde más de lo que se gana. Sabemos que de por sí estar en una selección es pesado y más en un país como Uruguay, con historia, donde la selección significa mucho. Las críticas van a venir, son enormes, eso todos lo sabíamos, eso todo pasó, pero me quedó muy grabada una conversación que tuve cuando llegué a Brasil en el 2003 y me presentaron a Darío Pereyra y a Pedro Rocha, dos de los mayores jugadores de la historia del fútbol uruguayo. Yo me los había leído 100 veces en los libros, especialmente a Pedro Rocha, que es el único uruguayo que jugó cuatro mundiales y acá en San Pablo es ídolo. Llegué con 21 años, y yo intentaba que me contaran historias de Uruguay, no quería que me contaran de San Pablo. Y notaba en ellos como que no tenían ganas de acordarse de lo que vivieron con la selección, como que no les hacía bien, no lo disfrutaban. En un momento Pedro me dice: “Pasa que eran otras épocas, no se disfrutaba mucho en la selección, mucho conflicto interno, mucha división”. Y todo así, yo me quería morir. Mi ilusión era ponerme algún día la celeste, y si algún día me la ponía quería mirar para atrás y recordarlo con felicidad. Pero claro, el entorno, el peso, cómo somos en relación al fútbol, y principalmente en el Río de la Plata, llega un momento que sufrís, no lo disfrutás. Eso me quedó grabado para siempre. Por casualidades de la vida al poco tiempo voy a la selección, con 25 años empiezo a ser capitán y siempre tuve presente disfrutar y contagiar eso. Cuando mañana mire para atrás, mirarlo con una sonrisa de oreja a oreja por lo que viví y por los momentos que pasé. Hoy miro para atrás y lo disfruto.

Lugano contra Messi durante la Copa América 2011 que conquistó Uruguay en Argentina (Foto: AFP)
Lugano contra Messi durante la Copa América 2011 que conquistó Uruguay en Argentina (Foto: AFP)

—Durante tu etapa como capitán de la selección hay un hecho puntual del que me interesa conocer tu accionar: ¿cómo gestionaste el liderazgo cuando pasó lo de la mordida de Suárez a Chiellini?

—Ese caso específico tiene un contexto muy amplio. Nunca vos podés exponer a un compañero, que es leal a muerte a la causa, que ha dejado la vida, y que como uno en algún momento ha cometido errores. Esa es la ley primera, los hermanos sean unidos, sino nos comen los de afuera. Eso es para ese momento y en otro. Esa situación no es ejemplo porque la verdad es que hasta hoy la realidad es que lo buscaron todo el partido, yo en el primer tiempo casi me voy a las piñas en el vestuario con dos o tres italianos, con Thiago Motta que era amigo y jugaba conmigo en París. Me calenté porque estuvieron todo el partido persiguiéndolo a Luis. Desde el banco también lo provocaban. Faltaban 10 minutos, teníamos que ganar, con el empate clasificaban ellos y Luis lo que hizo fue sacar del partido a Chiellini. Casualidad o no, en el siguiente córner, Chiellini perdió la marca de Godín, gol de Godín y clasificó Uruguay. Entonces lo que hizo Luis fue sacarlo. Lo contrario: le ganó el gol psicológico a Chiellini. Fue lo que provocó que el italiano saliera después del partido a apuntar a Luis, porque si no fuera por él que apuntó e insistió que había que suspenderlo capaz que no pasaba nada. Se generó una ola grande. Había un contexto político de Uruguay, la Conmebol, la FIFA; un tema profundo que si empezás a rascar, pasás días. No fue solamente la mordida. Luis cumplió la pena más larga en la historia del fútbol de todos los tiempos. Los dos mejores años de la carrera de él sin poder jugar en la selección uruguaya. No fue si fueron nueve partidos oficiales, Copa América y Eliminatorias. Estuvo cuatro meses sin poder entrar a un vestuario a practicar, en cualquier parte del mundo. ¡Una barbaridad! La hipocresía de la prensa fue tremenda, yo me agarré una calentura bárbara; también calentura con Chiellini, que después le mandamos mensajes cuando llegó a Italia, que eso no se hace con un compañero de trabajo. Y él recapacitó: cuando llegó a Italia pidió perdón para que no fuera tan grande la pena, pero ya era tarde. En fin, aquel día obviamente perdimos el Mundial porque fue tan grande la calentura e impotencia de ver cómo sacaban a Luis del hotel con la Policía militar brasileña porque la FIFA dio la orden de que no podía estar en ningún recinto FIFA.

—¿Y vos desde el liderazgo desde dónde lo abordaste? ¿Le hablaste? ¿Lo dejaste?

—Apoyarlo siempre, principalmente públicamente, porque es fácil siempre mandarle un Whatsapp de estamos con vos, pero no jugártela públicamente. Nosotros somos públicos, si te están maltratando públicamente vos pensás que un compañero o alguien de peso se la juegue por vos también públicamente y que divida esa bronca. ¡Aparte porque lo creía, y lo creo! En la interna, agradecimiento nomás por todo el esfuerzo que hizo. La historia de Luis para llegar a jugar ese Mundial es digna de las mejores páginas del fútbol uruguayo. Para llegar a jugar ese Mundial lo que Luis hizo es algo insólito. Por eso la calentura por mil. La fuerza y la humildad que puso para llegar a la Copa del Mundo... Cómo se peleó con Liverpool, dejó atrás la posible venta al Madrid o Barça que tenía en aquel momento. Se la jugó por nosotros a morir, se jugó la carrera de él por nosotros. Entonces qué me venís con una mordida, si hubiese matado a alguien también lo defendía por lo leal que fue a la causa. Esa es la realidad.

—Después hay otro momento que marca tu situación como capitán y abre la puerta a conocer el liderazgo del Maestro Tabárez, que es cuando te lesionaste en el Mundial 2014

—La figura del Maestro ha recorrido el mundo. He tenido enormes entrenadores como Aragonés, Ancelotti, Pellegrini, Zico, Aguirre, Autuori, Ramalho, el Patón Bauza... pero la figura del Maestro intelectual y humanamente es incomparable en el fútbol y creo que a la sociedad promedio. Una persona con una convicción y tanto compromiso con sus ideas que no se permite nunca salirse de su forma de ser. No hay crisis, no hay grandes derrotas, grandes victorias, que lo aparten de su manera de ser, de ver el fútbol y de ver la vida. Una persona que te trata de usted hasta hoy. Una formalidad, un respeto, una distancia, pero cerca. Está observando todo siempre. Nunca levantó la voz, nunca dijo una mala palabra, pero cuando dice algo se cumple a rajatabla porque es una persona que respeta mucho sus convicciones. Entonces, es muy fácil mantener la línea de trabajo. Todo el mundo sabe en Uruguay lo que se puede hacer y lo que no. Sabes que si pisás medio metro afuera de la raya, seas quien seas, no hay segunda chance. Si te comportás como jugador de selección, como un ciudadano de bien, siempre vas a tener un respaldo humano y deportivo. Él cree mucho en eso, que los grupos, son tan o más importantes que un trabajo táctico. Dentro de la cancha uno tiene que respaldar al otro en todo momento. Cuando más complicidad y más buena onda hay, mejor. Habría que hablar largo y tendido porque es una persona que no es normal en el fútbol.

—Un ejemplo claro de esto es la decisión que toma sobre vos en el Mundial...

—Sí, en el partido contra Costa Rica ya venía con problemas grandes en la rodilla, no podía apoyar el pie, no podía practicar. Después del partido, le pedí al médico que me diera dos días de fisio para ver si me recuperaba antes de jugar contra Inglaterra. Le contó al Maestro y él se acercó a mí. Me dijo: “¿Qué pasó?”. No puedo apoyar el pie, casi no duermo del dolor. Me dijo, bueno, cuídese que no hay problema, juega un compañero. ¡No, Maestro! Yo el martes antes del partido entreno y vemos. “Pero si me decís que no podés apoyar el pie... Si te vas a probar en dos días, vamos a practicar ahora”, me contestó. No, no puedo caminar Maestro. “Bueno, si no podés practicar ya te aparto para el partido". No quiero que me descarte hoy, deme dos días de recuperación acá a full y vemos. Me respondió: “No, Diego, si querés jugar, tenés que practicar. No tenés dos días. Si querés jugar, entonces practicá a ver cómo te sentís”.

—Y vos eras el capitán...

—¡Yo era el capitán! Ahí sacó una lista para ver cómo había entrenado y cómo había rendido. Le digo “Maestro yo quiero probar, quiero estar contra Inglaterra”. Bueno, tenés que practicar hoy, sabés bien que mis reglas son jugador que no puede estar en la cancha tres días antes, automáticamente no juega porque hay que estar bien tres días antes para practicar con el equipo, por respeto a los compañeros. ¡Pero haga una excepción conmigo, hace diez años que soy su capitán, jugué anoche y quiero estar pero hoy no puedo moverme! “No Diego, sabés que no hay excepción con vos, ni con nadie, porque esto siempre fue así, no voy a cambiar ahora”, insistió. Entonces decido practicar. Antes de irse se dio vuelta y me dijo: “Yo sé muy bien que vos vas a hacer lo mejor para vos, pero principalmente lo mejor para el equipo porque confío mucho en vos”. Y me dejó. Practiqué igual, hecho pedazos, no podía apoyar el pie; al otro día también practiqué muy mal. Finalmente fui y le dije que no podía jugar. “Bueno, estaba esperando que tomes esa decisión, te agradezco, no pasa nada, va a jugar otro compañero, usted continúa con su rol de capitán y acá no pasó nada. Le agradezco su responsabilidad”, me respondió. ¡Una convicción a lo que él cree en cualquier momento y cualquier circunstancia! Puede ser en el Mundial que nos jugamos la vida o en un amistoso; conmigo o con un jugador que llega por primera vez a la selección.

—Grafica a la perfección el manejo del grupo...

—En el momento no entendí, me calenté, fui a practicar sin poder caminar, me arrastré como un gusano. Me puso al otro día la camiseta titular. Iba a jugar contra Inglaterra, mis compañeros murmullaban “la Tota se arrastra, está loco". Nadie me decía nada, se escuchaba el murmullo. Terminó la práctica y obviamente me vino un aire de conciencia... ¡Estuve cinco meses parado después, imaginate cómo estaba! Tenía un agujero en la rodilla que no podía ni dormir.

—Todo este estudio que tenés de la historia del fútbol uruguayo que expresas en cada circunstancia, ¿lo aplicaste en la Copa América del 2011? ¿cómo vivieron el partido contra Argentina?

—¡Como la final! Era la final. Veníamos de un gran mundial, Argentina tenía un cuadrazo, pero nosotros también. Era el momento nuestro de intentar ganar una Copa. Sabíamos que Argentina sólo había perdido de local por Copa América contra Uruguay. Y, obviamente, todas esas cosas se las hice saber a los muchachos, un poco de mística, de historia. Inclusive, increíblemente, ese partido se jugó un 16 de julio, sabes que fue el día de la final del Maracanazo. Lo único que les dije a los muchachos en el túnel, antes de entrar a la cancha: hoy es 16 de julio y nos toca jugar de visitante una final contra el local que es favorito. Obvio que está para nosotros, hoy ganamos, no hay cómo no ganar. Mucha alegría porque esa generación se merecía esa conquista, cada vez es más difícil ganar en el fútbol mundial. Sabemos que en la riquísima historia de nuestro fútbol lo que hemos hecho no significa mucho, pero tal vez para los tiempos que corran y los que vendrán, lo que conseguimos, ser competitivos, estar definiendo mundiales siempre, ser campeón, de repente se empiece a valorar más.

En 2019 fue una de las estrellas invitadas para realizar el sorteo de la Copa América de Brasil (Foto: Reuters)
En 2019 fue una de las estrellas invitadas para realizar el sorteo de la Copa América de Brasil (Foto: Reuters)

El histórico ex marcador central de 39 años fue el encargado de imprimirle su cuota de personalidad a la camiseta celeste de su país a lo largo de 11 años, pero también dejó su huella en el San Pablo Brasileño, donde tuvo un faraónico recibimiento en su segunda etapa. Aunque su estadía más jugosa no fue en Francia con el PSG, en España con el Málaga o en Inglaterra con el West Bromwich; la Tota encontró su lugar en el mundo en Turquía con los colores del Fenerbahce. Allí nacieron sus hijos, se transformó en emblema y abrió las puertas de un mundo completamente distinto al que había conocido hasta el 2006.

—Estuviste en una sociedad muy particular como la turca, ¿qué fue lo que más te sorprendió de ese país?

—De Turquía tengo para escribir diez libros. El turco es bastante parecido a nosotros: muy explosivos, pero cálidos. Tengo mil anécdotas. En mi primer año había un capitán turco, Ümit Özat, que había sido titular en la Turquía del 2002. Estábamos Alex –brasileño– y yo que éramos los referentes de Sudamérica. Era el año del centenario y teníamos que ser campeones de cualquier manera, una presión como nunca sentí en mi vida. Un día en una cena, conversando que estábamos calientes los extranjeros porque estábamos atrasados con el sueldo, el capitán me cuenta que le debían cinco meses. Le decimos al traductor que marque una reunión con el presidente, pero antes de que el traductor lo llame lo contacta el propio presidente y le dice que quiere hablar con nosotros dos. Jugamos el partido, ganamos y al otro día vamos a la oficina. Cuando llegamos, no entendíamos nada, pero ya con el lenguaje corporal... El turco enojado es incomparable. Golpeaba la mesa, pateaba todo, no sé si amenazaba con sacar algo del cajón... Cuando quisimos hablar nos echó a la mierda de la oficina. El traductor ni quiso traducir. Clima tenso. ¿Qué le pasó? Decía que era un club centenario, con 25 millones de hinchas, cómo los sudamericanos mercenarios el día antes de un partido van a estar hablando de dinero en la mesa. ¡No habíamos dicho nada! Se me vino a la cabeza que nos había alcahueteado el capitán. A este lo mato. Llegamos a la práctica, le digo de hablar con él. Le dije que lo queríamos defender, que sea igual para todos... En una me dice: ¿en qué momento yo les pedí a ustedes que me defendieran? No me acuerdo. Si te acordás en qué momento te lo pedí, te pido perdón. Ustedes solos generaron esa situación. Ustedes tienen que entender acá que están en otra cultura, esto no es Sudamérica. No pueden venir acá a imponer sus costumbres o su forma de pensar. La próxima vez que nos quieran defender te pido que por lo menos nos preguntes. ¡Me dejó chiquito, una vergüenza! Es una sociedad muy clasista, de sultanes, que están acostumbrados que el que manda a veces juega un poco con la plata. Son así. ¡Y yo soy de la tierra de Artigas: acá nadie es más que nadie! Nací con esa. No lo podía creer.

— Decís “soy de la tierra de Artigas” y me hiciste recordar que una vez dijiste que un futbolista muchas veces tiene mucha más influencia en la sociedad que un presidente, ¿creés que el ambiente del fútbol es consciente de ese poder?

— Eso se lo escuché mucho decir a Sócrates acá en Brasil. Más hoy con todos los medios de comunicación, con redes sociales, el deportista, por ejemplo, de una selección nacional en épocas de mundial, de alta competencia, tiene una influencia en la sociedad que te da hasta miedo pensar, porque tenés acceso a todos los hogares y a todas las cabecitas a las que de repente un presidente de un país no puede acceder. Por eso, por entender eso, es que intentamos siempre tomar a la selección como un compromiso entre nosotros. A pesar de lo que venga, resultados, críticas, debíamos mantener la conducta con la gente, en la forma de hablar, de expresarse, del respeto, porque representamos al país. Obviamente que la bandera de esto es el Maestro, pero entre los jugadores en una época hicimos un pacto y quisimos transmitir eso. Se puede ganar, perder, tener mucha pasión, a veces equivocarte, pero representas al país como corresponde, la conducta tiene que ser diaria, en todos los gestos. Esa fue nuestra forma de entender la influencia que tenés en la sociedad. Tuvimos respuestas increíbles en ese aspecto, como muchas veces tener al país unido bajo la misma bandera por la selección, algo que hacía tiempo no se veía. ¡Es difícil unir a nuestros países! Las ideologías políticas, la religión, temas sociales... Sólo el fútbol lo consigue si sus protagonistas consiguen transmitir esa empatía y esa forma de sentir.

"Tenés una influencia en la sociedad que te da hasta miedo pensar" (Foto: AFP)
"Tenés una influencia en la sociedad que te da hasta miedo pensar" (Foto: AFP)

—Hablaste de Sócrates, el símbolo de la Democracia Corinthiana, ¿te interesa el tema? ¿te influyó en algo?

—Sí, estudié bastante... Corinthians es mi máximo rival acá (en Brasil). Sócrates un fenómeno, como jugador una bestia. Fue un momento muy particular de la sociedad brasileña. También tiene su particularidades la historia. Siempre tiene sus dos lados la moneda. Tenía una forma de expresarse, un carisma y una preocupación social notable. Se lo escuché decir a él, cuando fue a jugar el mundialito en Montevideo en el 81, que tal vez no vayan solamente 80 mil personas a verte jugar, tal vez también quieran oírte y tal vez también vos seas la voz de esas 80 mil personas. Pero mirá: también escuché a Emerson Leão, una personalidad fuerte, que era parte de esa Democracia Corinthiana, que él dijo era muy linda la Democracia Corinthiana, pero no lo dejaban entrenar. Siempre están los dos lados de la historia. Lo escuché, y me quedé pensando. Es verdad, muy linda la democracia para decidir todo, pero si de repente 6 quería entrenar y 10 no, no te dejaban. ¿Entonces? Es muy romántica la historia, Sócrates es un fenómeno en un contexto social y político muy especial, pero bueno, hay que darle la dimensión necesaria.

—En estos temas sociales que hablamos y también teniendo en cuenta el progresismo que muchas veces muestra la sociedad uruguaya, se está poniendo sobre la mesa el debate sobre la homosexualidad en el fútbol, ¿desde qué lado lo ves vos? ¿crees que lentamente se va a ir naturalizando?

—Mirá yo tuve un compañero homosexual en su momento y al principio hubo una polémica, pero depende mucho de la conducta de si vos sos eficiente, sos buena persona, hacés tu laburo y no perjudicás a nadie, no importa. Creo que va mucho por ahí, soy de esa forma de pensar. No creo en los tabúes, ni creo en salir a expresar o pronunciar a los cuatro vientos soy tal o cual. Es tu vida. Tenes que ser eficiente en tu laburo y ya está. El fútbol teóricamente es un ambiente machista, sí, creo que todos hemos tenido experiencias de haber compartido con algún jugador homosexual. Si se adapta como cualquiera a la manera de comportarse dentro de un vestuario, ¿cuál es el problema? No pasa nada. Después que haga de su vida lo que el entiende mejor para ser feliz. Lo veo muy natural.

Diego Lugano en la actualidad con su mate del San Pablo, donde es parte de la directiva
Diego Lugano en la actualidad con su mate del San Pablo, donde es parte de la directiva

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